Ciruela...

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La mañana se desperezó y los pájaros habían comenzado a cantar, el viento gélido soplaba con fuerza, haciendo la puerta abrir y cerrar, dejando que su frío abrazo se colara en la habitación donde el niño se encontraba dormido

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La mañana se desperezó y los pájaros habían comenzado a cantar, el viento gélido soplaba con fuerza, haciendo la puerta abrir y cerrar, dejando que su frío abrazo se colara en la habitación donde el niño se encontraba dormido.

Su manto frío intentaba tomarlo entre sus garras pero este lo apartó de su lado al estornudar y al abrir sus ojos lentamente por el extraño dolor en su cabeza y estómago. La piel seguía teniendo su característico color rojizo contrastante con lo níveo de su ser. Sus labios tardaron en abrirse por el frío que los azotaba y su cuerpo no parecía poder responderle en ese momento.

Cuando hubo recuperado la movilidad, se irguió en sus brazos, haciendo que las dos batas se deslizaran por su cuerpo delgado y diciendo lo obvio. Hacía frío. El aroma en el aire le hizo espabilar. Olía a ciruela, ciruela ácida y adolorida.

— ¿Que...? -. La voz le hizo voltear el rostro con cuidado, sintiendo sus cabellos caer en su frente, sus orbes doradas enfocaron en el cuerpo agachado, derrotado, en el alfa que dejaba su olor secundario salir en señal de debilidad, algo en él quiso correr hasta ese hombre, abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Pero se contuvo. En esos instantes, ese hombre era como un animal herido, y se podría volver uno violento si no mantenía su distancia -. ¿Que es lo que quiero de ti exactamente? -. La voz era grave, producto de la bebida y el humo que solía aspirar.

— ¿Amor? -. Se detuvo unos segundos, debatiéndose internamente -. Absurdo. Y, aún así -. Su voz empezaba a soñar rota, como si estuviera aguantando algo, lo que fuera -. La forma en que lo miraste... No es la misma con la que me miras a mi -. Su voz se fue apagando, como si le doliera el decir esas palabras, como si no pudiera o no quisiera pronunciarlas. Él sabía mejor que nadie que el orgullo alfa era una sensación que no le permitía a los de este género expresarse pero ahí estaba el amo. Con la cabeza gacha y su aroma en señal de perdida.

— Me siento... Lleno de rabia y no se por que -. La voz volvió a soñar casi como un suspiro, suave, baja, delicada. Avergonzada -. Te traje aquí como un nuevo juguete eso es todo -. Se encogió al escuchar esas palabras y solo dirigió la mirada un poco más intensa, de alguna forma le había dolido y la esperanza de que hubiera un pero lo envolvía -. Pero, cada vez que... Cada vez que veo tus rostro -. Un suspiro salió de los labios ajenos y vio un ligero temblor recorrerle todo el cuerpo -. No puedo contenerme. Mis emociones van de un lado a otro y es como si estuviera de vuelta en ese momento -. Momento de obscuros pasados volvieron a su monto haciendo que el aroma ya fuerte se volviera ácido.

— Mi interior se sacude y me molesto tanto que podría volverme loco -. Un temblor rabioso atravesó la espalda del alfa, no pasando desapercibido por él omega dejó salir un poco su aroma en busca de calamar ese aroma que parecía querer asfixiarlo. Logró su cometido y vio como el alfa parecía reaccionar un poco más y como se detenía antes de seguir hablando -. Las cosas eran más fáciles cuando podía perderme en el libertinaje -. Se cohibió un poco, dudando de si quería seguir escuchando o no el resto, debatiendo entre acercarse al alfa o dejarlo allí -. ¿Debería solo deshacerme de todos? -. Fue un susurro, un hilo de voz que no era común en ese hombre orgullos, altanero y seguro -. Si matara a todos y a mi mismo... Todos sería más fácil -. Su cuerpo comenzó a temblar, jamás había escuchando esos pensamientos viniendo de algún alfa y se acercó solo un poco.

Mi amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora