Completa...

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La nieve caía del manto obscuro que era el cielo estrellado, abrazando con sus fríos brazos a la tierra donde caía y haciendo que el gélido beso que eran sus copos se posaran sobre la tierra vencida ante los encantos del blanco manto

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La nieve caía del manto obscuro que era el cielo estrellado, abrazando con sus fríos brazos a la tierra donde caía y haciendo que el gélido beso que eran sus copos se posaran sobre la tierra vencida ante los encantos del blanco manto.

Allí, bajo la frialdad de la noche, en medio del calor de sus actos y resguardados bajo la caseta de madera estaban los dos cuerpos masculinos compartiendo ese acto donde por primera vez había algo más que simple lujuria o necesidad por parte del alfa. Ambos cuerpos se podían ver a los ojos, se podían sentir y sus pechos se juntaban, haciendo un frotamiento demasiado perfecto para el momento en el que se encontraban.

De la entrada del omega salía semen y lubricante natural, derramándose y manchando la cama en la que compartían ese momento de intimidad. Los gemidos del omega, los jadeos del alfa, todo para una una orquesta maravillosa hecha para deleite de ambos. Durazno y almendra jugaban en el aire mientras que la ciruela les calmaba y después se les unía a su mezcla juguetona que dejaba marca en esa habitación llena de luz, sonidos y aromas.

El alfa de cuando en cuando se acercaba al cuello del omega aspirando el aroma y lamiendo allí donde él omega era sensible. Este por su parte ocupaba esa misma zona para ocultarse, acallar sus gemidos o susurrar el nombre del amo que se encontraba entre sus piernas, sus manos estaban posicionadas una en el hombro izquierdo y la otra era sostenida amablemente por la mano derecha en un agarre fuerte pero tierno.

Besos suaves y fuertes, la lujuria en ellos o la calma en su defecto hacían de la atmósfera la más perfecta jamás creado por ambos cuerpos, uno que entraba y salían con fuerza, sin llegar a ser brusco y el otro que lo aceptaba todo, placer y dolor e indicaba allí donde hacía que se estremeciera desde sus partes bajas hasta las pintas de cada uno de sus nervios. La voz del alfa penetro los oídos ajenos, escuchando cuidadosamente lo que decía, frunciendo los labios al oír la mención del otro omega y después volverse a concentrar en las sensaciones que Seungho le daba a él.

— Soy yo quien se ha vuelto un desastre -. El ritmo de las embestidas se volvió más fuerte y rápido, haciendo que el pequeño viera en blanco durante unos segundos, haciendo que la mente del omega fuera a la luna y regresara tan de golpe una y otra vez en unos pocos momentos -. Me has hecho un desastre -. Con temblores en todo el cuerpo, desde sus labios hasta sus piernas se corrió entre los estómagos de ambos sintiendo de pronto como los dientes se encajaban en su cuello.

Se dejó hacer, no se opuso, lo quería, lo necesitaba. Marco a su manera el hombro del alfa y mantuvo sus dientes encajados ahí hasta que terminó de sentir como la semilla terminaba de ser expulsada del miembro dentro de el. Dejo su mente irse lejos al sentir los latidos ajenos, el torbellino de sentimientos y la forma tan cálida en la que sentía como ambos corazones latían a la par. Se dejó vencer, estaba cansado.

 Se dejó vencer, estaba cansado

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Mi amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora