Alfa...

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Por mas que lo intentaba no podía dejar de llorar

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Por mas que lo intentaba no podía dejar de llorar. Intentaba gritar pero el pedazo de bambú en su boca se lo impedía, haciendo que todo saliera ahogado. Movía sus piernas nervioso y aterrado, ideas grotescas pasaban por su cabeza y el miedo comenzaba a carcomerlo. Su olor estaba frenético y ácido buscando las feromonas secas que eran las almendras.

Las lágrimas se colaban por entre la venda de sus ojos y comenzó a llamar internamente a su noona, a su maestro e incluso pensó en él alfa al que ahora estaba ligado, escuchó pisotones que venían a su dirección y él como la puerta se abría tan fuerte que por un segundo pensó que se había roto. Sintió su camisa ser tomada con fuerza y la voz de ese extraño omega llenó sus oídos.

Comenzó a quitarle en la parte del cuello con violencia se detuvo al ver las marcas rojizas y la mordida que adornaba preciosa el cuello rojizo del omega. Este estaba temblando, no sabía que le iba a hacer ni que pasaría con el, la marca le había empezado a arder por el estrés y por el miedo que todo su ser estaba sufriendo. Sintió como fue liberado de ese agarre tosco y la mordaza se salió de su lugar, logrando así que comenzara a toser y a jadear en busca de aire o de ayuda o de ambas.

Llamó desesperado al alfa que pertenecía, llorando intranquilo y haciendo que sus feromonas salieran en busca de ayuda, aún así sus súplicas y sollozos nunca terminaron, llamaba desesperado al alfa entre hipidos que cortaban sus palabras y le hacían tener que repetir ese nombre cientos de veces en esa súplica de perdón y salvación. La marca aún no cerraba, la marca aún no podía gritar por ayuda a su alfa.

El noble por su parte lloraba, murmurado cosas que solo él viento comprendía y que salían de su boca en busca de alejar las ideas en su mente que le machacaban cruelmente. Su cabeza no podía pensar en nada más que no fuera el hecho que le había dejado abandona, tirado y con lágrimas para irse a emparejar con el plebeyo.

Estaba enojado, más que eso estaba... Rabioso. Sostenía con fuerza y temblando una vara de metal dispuesto a golpear al niño hasta el cansancio, escuchando cómo sollozaba y pensando poco en poco las acciones que shaab a punto de tomar.

— Si él desaparece -. Su voz salía temerosa y temblando, pensó para sus adentros que si el pintor desaparecía entonces el amo iría con el. Salió de sus pensamientos al sentir como el alfa le tomaba de la mano para quitarle la varilla de metal y acercarse al pintor que estaba allí tirado, tomando de sus cabellos y alzándole para que lo viera.

Con voz suave y hueca comenzó a hablar hacia el omega, diciéndole que no tenía razón para dudar o para detenerse a pensar, que esto sería lo que sucedería puesto que así el lo había querido. Dijo que el mismo Seungho solo pensaría que había escapado y que nadie le había visto u oído, que tenían esa ventaja.

Comenzó a enumerar las maneras de matar al pintor y con cada una de ellas un estremecimiento hacía que él omega se revolviera inquieto y asustado a más no poder, llorando y suplicando un perdón que no debía de pedir, más bien un perdón que le debían de dar.

Mi amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora