Rumor...

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— ¿Han oído los rumores? Sobre la oveja negra de la familia Yoon

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— ¿Han oído los rumores? Sobre la oveja negra de la familia Yoon. Por lo que se he escuchado, ha encontrado a su par. Se la pasa el día junto a ella. Abrazándose, pegándose y sabrá el cielo que más ¡Con su prometida! -. Los betas estaban jugando en la plaza mientras dos de los tres se burlaban de la ingenuidad y de que acaba de perder dinero, el último de los betas se defendía contando la anécdota de su amigo mercader.

Relataba aquel que, mientras pasaba por la residencia Yoon se le acercó el sirviente de este mismo para pedirle le comprara un espejo. Pero no uno cual fuera, no claro que no, era un espejo caro, uno que solo una mujer noble tendría en su poder. Aún cuando estaba estropeado se veía la buena calidad del material, lo que dejó en claro que le tenia que pertenecer a alguna mujer. Peleó unos minutos con aquel sirviente cuando el amo salió de su habitación.

Relató que el aire había un olor muy leve a alguna fruta, lo que significaba que la compañera del mayor de los Yoon era una omega pura, lo cual la hacía más especial y lo que le confirmo a aquel amigo, era que las piernas níveas eran suaves y lisas. Entre todos compartían opiniones diferentes y al final entraron de lleno en esa conversación. Para ellos tenía sentido, pero no para el alfa que se había acercado a ellos hacia unos pocos minutos y que desempeñaba como sastre.

Quería corregir a los betas pero se abstuvo cuando vio a lo lejos ese alfa mayor sirviente del amo Yoon. Se tapo la boca, quedando ajeno a la conversación a la que se había unido sin preguntar y se quedó pensando en aquel pequeño sirviente del cual ahora hablaban y especulaban era, el sirviente de la prometida del amo. Una pena que la prometida fuera varón.

 Una pena que la prometida fuera varón

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La habitación estaba caliente. El aroma del omega se había liberado llenando el espacio junto al del alfa. Lamia como podía toda la extensión del falo ajeno y se lo metía a la boca. Demasiado grande para su pequeña cavidad sentía que se asfixiaba cada vez que intentaba llevarlo más profundo. El amo se burlaba un poco de él, pidiéndole que no dejara de chupar mientras él instalaba su boca en la entrada rebosante del lubricante natural del pequeño.

Al sentir la intromisión dejó de lamer, llevándose una reprimenda del amo, gemía con la boca llena, sintiéndose mareado por la sensación desbordante de placer que empezaba a tomarlo desde su vientre hasta la punta de todos y cada uno de sus nervios. Se corrió soltando el pene del mayor lejos de su boca.

Mi amo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora