Capítulo 10

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Cuando Jules llegó a su apartamento lo encontró vacío, no sabía si sentirse aliviado o decepcionado. Por una parte, egoístamente, hubiera querido encontrarse a Nikolai allí.

Una parte de él que comenzaba a no gustarle nada; por otra, agradecía no tener que enfrentar ese momento.

Había recibido un mensaje de Paul, Jules sí seguía manteniendo su antiguo número de teléfono. Pero no le había contestado, llegar a su casa y encontrarla vacía no es que le sorprendiera, pero le hizo sentir un poco mal, un poco culpable y un poco hijo de puta.

Estaba muerto de hambre y no tenía nada en la nevera, aquella era la cuarta noche que pedía comida a domicilio, pero no se sentía de humor para hacer compra y prepararla.

En ese momento pensó en qué tipo de persona sería Nikolai en su casa, ¿le pasaría como a él que le daba una pereza horrible hacer algo con lo que alimentarse, o sería de los que gustaban pasar tiempo en la cocina?

Trató de no pensar en esos términos en lo que no era más que un amante, temporal, algo que en el fondo sabía que acabaría, y solo esperaba que no fuera con él en graves problemas.

El teléfono sonó e inconsciente pensó que sería el ruso, sin embargo no lo era, era un número que aunque desconocido ya iba a recordar siempre.

Dudó entre descolgar o no, aún tendría que volver a verle para hablar de los putos permisos que debía firmar y dar su consentimiento como experto.

Consumió todos los tonos, y Jules suspiró aliviado, pero Paul no parecía querer darse por vencido e insistió en una nueva llamada.

Jules al final descolgó.

—Hola—dijo casi temblando de nervios, de rabia.

—Hola.—Su voz era suave, muy suave, como siempre—¿Quieres cenar conmigo?

No, no quería cenar con él, no quería nada de él ya, y su estúpido corazón se le iba a salir por la boca.

No, no, no.

—Vale.

Lo que pasó después no lo llegó a procesar del todo, una dirección, una hora, un mensaje con todo porque Paul se daba cuenta de que Jules no estaba reteniendo nada.

Una cita, una cita con su ex, con el primer chico del que se enamoró y del que desgraciadamente no había sabido salir.

Ojalá Nikolai no se hubiera ido, estaba seguro de que no le hubiera dejado ir, le hubiera retenido con sus fuertes brazos, con su voz ronca y llena de deseo.

Ojalá Nikolai no se hubiera ido, estaba seguro de que no le hubiera dejado ir, le hubiera retenido con sus fuertes brazos, con su voz ronca y llena de deseo

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Habían pasado cuatro días desde que se fue de casa de Jules, podría haberle dejado una nota, o mandarle un mensaje, incluso llamarle.

Pero sabía cuando estaba siendo usado, y cuando ya no le necesitaban. Jules no le necesitó ninguno de aquellos días.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora