Capítulo 23

1.6K 200 29
                                    

Paul estaba fuera de sí, Jules se le había escapado de las manos. Quizás su obsesión por su ex estaba un tanto desbordada, pero que se lo dijera Markus el que había lloriqueado por su propio ex durante años le tocaba las narices.

Quizás había esperado demasiado tiempo en aparecer, pero fue cuando todo estaba casi listo y no había tenido paciencia para esperar a que el viejo se muriera.

Quería volver a estar con Jules, porque en todos esos años no había encontrado un amor como el suyo.

—¿Te vienes a Edimburgo a una casa fabulosa a costa del viejo?—le propuso a Markus que esa noche parecía más ausente de lo normal.

—¿Edimburgo?—Markus torció su bonito rostro—¿Qué se me ha perdido a mí en ese pueblo?

—Tipos con faldas y nada debajo—terció Paul.

Markus sonrió, pero dejó su copa sobre la mesa.

—¿Y qué se te ha perdido allí a ti?—Levantó una ceja como si supiera que era algo turbio.

—Trabajo—mintió, que Markus le creyera o no ya no era asunto suyo, lo importante era que no quería ir solo.

—Consultaré mi agenda—dijo displicente.

—¿Cuándo piensas entrar en la empresa de tu padre para hacer algo de verdad?

—Elijo los mejores lugares para organizar los eventos, ¿te parece poco?

Paul no entendía la poca ambición de su amigo, él se había esforzado muchísimo para llegar a donde estaba, por ganarse su puesto a pesar de ser el hijo del jefe. Incluso había renunciado a sí mismo, como con el caso de Jules.

Y Markus, cuyo padre aceptaba completamente su sexualidad, no hacía nada en todo el día más que poner la mano para recibir su cheque mensual.

No era justo.

Markus no tenía planes más especiales unos que otros, todo su entorno se estaba casando, todos. Y a él solo le quedaba Paul para salir y no tener que hablar de bodas o de niños.

Pero quizás no fuera sincero del todo, Steve le había hecho una proposición, una que había eludido rápidamente.

Cuando el chófer se fue a trabajar la mañana siguiente de su último asalto etílico, Markus no se fue y al parecer el americano lo tomó como una señal de que aquello iba más allá de lo que en realidad iba.

Llegó por la noche y Markus estaba holgazaneando tirado en el sofá con una de las camisas de Steve y mirando la televisión sin mucha atención.

Steve le miró sorprendido para luego sonreirle como un bonito golden retriever, aunque en realidad el que estaba esperando en casa era él.

¿Por qué no se había ido? ¿No estaba durando demasiado esa aventurilla con el chófer de Samuel?

Quizás estaba muy solo o muy aburrido, quizás fuera que Steve le daba una extraña sensación de calma, de confort que hacía mucho tiempo no sentía. Quizás fuera ese sexo tan bueno que tenían o que el rubio le aguantaba todos sus excesos.

Tras la cena, y su buena ración de sexo fue cuando supo que tenía que dejarle ya.

—Este fin de semana libro y había pensado ir a conocer algo de los alrededores de Londres—le dijo Steve mientras Markus estaba abrazado a él medio dormido, como una pareja normal haría.

—Uhum—contestó ausente.

Que hiciera con su tiempo lo que le diera la gana, pensó Markus.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora