Capítulo 5

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Jules había ido como consultor experto a una de las agencias estatales de Medio Ambiente. Reconocía que eran los trabajos que menos le gustaban, él era más carne de medios sociales, de llegar a más gente.

Estos estaban más interesados en que le dieran un Ok para seguir emitiendo gases que acabarían destrozando el medio ambiente, pero que desgraciadamente eran legales.

No había opciones, tenía que ir, comprobar algunos valores, firmar doscientos documentos, y dormir mal esa noche.

La recepcionista le hizo esperar a que el CEO de turno le atendiera, esos protocolos le tocaban las narices, él había ido porque ellos lo necesitaban y no al revés. Pero al que le tocaba esperar siempre era a él.

—Señor Brown, por favor, acompáñeme.

Había dejado una conversación bastante prometedora con Davis su alumno más que interesado en quedar a tomar algo después de clase que de las clases en sí.

Cerró la conversación y silenció el teléfono móvil.

Cuando entró al despacho este le resultó tan anodino como todos los que había visitado ya. Salvo, que tras la mesa el supuesto CEO no era ningún desconocido para él, para nada desconocido.

Jules ni siquiera se había fijado en el nombre del hombre con el que tendría la reunión, un descuido por su parte, sinceramente.

Con una amplia sonrisa y levantándose de su sillón, cruzando la línea divisoria entre su mesa y él, se estaba moviendo su antiguo compañero de habitación, su antiguo amigo, y el hombre por el que dejó todo su mundo tal y como él lo había conocido.

Rubio, con un cuerpo más pequeño pero más robusto típico de un ex jugador de Rugby, y esos ojillos pequeños y claros que le habían robado años atrás el corazón.

—¿Paul?—preguntó sin poder creerlo aún.

En pocos pasos Paul estaba delante de él, y Jules se sintió enfermo, porque la última vez que le vio fue cuando este se fue de la habitación que habían compartido por años, de la relación incipiente que ambos habían tenido, y de la Universidad.

Hacía más de seis años de aquello, y aún notaba la herida abierta como el primer día.

—¿Cómo estás, Jul?—Aquel diminutivo que usaba le llevó a otro momento, a uno muy íntimo entre los dos, cuando el rubio le gemía al oído que le amaba, que era todo lo que necesitaba en su vida, que ellos dos estarían por siempre juntos.

Mal, le dieron ganas de decir, mal, muy mal desde que me dejaste, tremendo hijo de puta.

Pero solo sonrió, una sonrisa que ya sabía qué significaba y no quería esbozar. No con Paul, no otra vez.

Nikolai sonreía a la pequeña pantalla de su teléfono móvil, David era su pequeño granito en el culo, pero al que quería, ese amago de abogado y niño que todo lo conseguía

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Nikolai sonreía a la pequeña pantalla de su teléfono móvil, David era su pequeño granito en el culo, pero al que quería, ese amago de abogado y niño que todo lo conseguía.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora