Capítulo 27

1.2K 178 31
                                    

Lo primero que Austin sintió fue que le dolían los brazos, lo siguiente que le dolía la espalda y los costados. Pero lo que le hizo moverse fue un suave cosquilleo en sus pies desnudos.

Al tratar de querer volver a moverse se dio cuenta de que no le era posible.

Despertó de golpe para verse atado y suspendido de sus brazos en una postura incómoda y dolorosa.

Contra sus piernas se enroscaba un gato negro, un gato que reconoció y que no dejaba de frotarse contra él.

—Por fin despiertas—dijo una voz que no había escuchado nunca.

Le costó hablar, como si tuviera la boca tan pegajosa que le costara mover la lengua, le había drogado.

Delante de él, un hombre anodino, que ahora sabía había sido el asesino todo aquel tiempo.

—No, no trates de hablar, no creo que puedas hacerlo hasta dentro de un rato—dijo con una sonrisa apacible. Aquel sujeto que se había puesto en contacto con él a través de la página de sugardaddy.com el primer día, el que tenía aspecto de abuelito bonachón, al que habían obviado a favor de Pietro Lascia, en realidad era siniestro. Su piel se erizó por el contraste de temperatura y la sensación de peligro, y se dio cuenta de que estaba completamente desnudo.

—Su...su...suele...—trató de decir Austin, la boca la sentía pegajosa y acartonada, pero su mente no estaba tan inútil como su cuerpo.

Inyectado, tuvo que inyectarle algo cuando lo atrapó, llegó al punto donde le había citado, para no recordar nada más.

Sabía que podría estar ya muerto si ese sujeto no quisiera algo más de él, quizás torturarlo, quizás tener su momento de gloria, y eso tenía que aprovecharlo.

Le había mandado un mensaje a Sinclair con la ubicación, pero no podía estar seguro de que siguiera allí, lo dudaba.

Observó el lugar, parecía un lugar destinado a suministros de mantenimiento, palos de escobas, botellas de desinfectante.

¿Dónde diablos lo había llevado para creerse a salvo? Ni siquiera le preocupaba que Austin pudiera gritar, por lo que el lugar debía estar aislado o abandonado.

Pero por el aspecto cuidado de las paredes y los suelos le decía que aquel lugar seguía activo.

¿Un colegio, un lugar público, una empresa?

Austin trató de identificar algo que le diera una pista, pero no había nada.

El gato con el que había llegado a convivir, dejó sus pies para saltar al regazo de su legítimo dueño, que le acarició la cabeza inocentemente.

—Creo que ya conociste a Eugene, un chico muy listo—el gato como si fuera consciente que hablaban de él maulló graciosamente. Austin entendió que aquel asesino había estado jugando con ellos desde el primer momento.

El gato apareció en el piso franco desde el primer día que Austin asumió la identidad del joven Austin Berkley.

Un piso de la policía, una misión secreta, y su perfil inofensivo en la aplicación de citas, una solicitud que nadie tomó en serio, pero si tuvo pruebas para incriminar a Pietro, estaba claro que no era casual que solo aquellos dos hombres le hubieran escrito, del mismo modo, las miradas recaerían sobre el perfil de Pietro Lascia, mientras él seguía teniendo el campo despejado para cometer sus asesinatos.

—¿Por... por qué?—dijo pastosamente.

—¿Por qué?—dijo el viejo levantándose, toda aquella máscara de inocencia se cayó al suelo, dejando al asesino, al demente, al animal.—¿Por qué?

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora