Capítulo 12

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Austin sentía que estaba siendo un espectador externo de todo lo que ocurría en casa de Lascia.

Desde que había conocido al italiano, a pesar de lo que dijeran sus palabras, sus acciones eran diferentes. No quería a Austin con nadie. Y sin embargo, Ivanov estaba en el salón de su casa con claras intenciones de algo más.

Austin no sabía de qué iba eso, si como querían mostrar era solo sexo, o había algo más.

Ivanov sabía perfectamente quién era él, y sus sonrisas torcidas le ponían los pelos de punta. Pero la relación que se traían aquellos dos era casi más espeluznante. Nadie que hiciera tratos con el ruso estaría limpio, quisiera o no, todos los caminos siempre le llevaban a él, aunque sus jefes se hubieran esforzado en apartarlo del caso.

—¿Whisky?—le preguntó Lascia a Ivanov, y este asintió mirando por unos segundos de más a Austin.

Pero se fue junto al otro tomando de su mano el vaso grueso y bajo con el licor ambarino.


Hacía meses habían tenido un momento realmente extraño cuando en una investigación había encontrado a Ivanov queriéndolo sacar del lugar a toda costa.

Según él, era una trampa, una escena orquestada para meterle un tiro entre ceja y ceja. Aunque hubiera sido cierto, no entendía el motivo por el que había ido a avisarle y sacarle de allí.

No creía en sus supuestas buenas intenciones, ni en el modo en el que tenía de mirarle.

Hacía meses Austin se tenía por alguien que nunca perdería el punto de mira, la misión, su posición, y allí estaba follando o más bien siendo follado como un objeto, como un juguete sexual por el sospechoso del caso.

Aún se sorprendía a sí mismo haciéndolo, rogando por más, deseándole a pesar de lo que se suponía que Lascia hacía a otros chicos, y eso le pesaba en su conciencia. Le pesaba que Sinclair lo viera más claro que él.

Y ahora estaba en la misma habitación que un mafioso asesino ruso, donde sabía perfectamente lo que iba a pasar, y donde iba a tener que hacerlo de cualquier manera.

Y no encontraba ningún pudor en ello, ninguna reticencia.

No es que estuviera mal por tener a dos hombre atractivos a punto de tener sexo; sino que era lo que ellos eran y que a Austin las líneas de lo que estaba bien y estaba mal se le borraban con cada paso, con cada caricia.


Austin estaba sentado mirando interactuar a ambos hombres, había algo muy atractivo en aquel modo de sostenerse la mirada, de beber de su vaso relamiéndose los labios anticipándose.

Lascia le pidió a Austin que se acercara, y le abrazó por la cintura pegándolo a su cuerpo. Inevitablemente, para mirarle, Austin debía alzar la cabeza un poco. Lo que encontró fueron sus labios con sabor al whisky más caro que había.

Su mente le decía que eran deliciosos, su cuerpo ya lo sabía.

Notaba los ojos oscuros de Ivanov recorriéndole, su costumbre de cerrar los ojos cuando era besado de ese modo demandante, no le dejó ver como Lascia miraba a Ivanov mientras lo hacía, mientras sobaba su culo con completo descaro invitando al ruso a que se acercara.

Notó su calor en la espalda antes que sus manos en sus caderas, dos pares de manos que comenzaron a acariciarle avariciosamente.

Luego ya no hubo espacio entre los tres cuerpos, unidos por Austin, se movían siguiendo la necesidad que ascendía. Le notó en el inició de sus nalgas, duro, insistente.

Y Austin sintió un calor que no tenía nada que ver con sus cuerpos, sino con el suyo. El calor que sintió al tenerlos frotándose contra él, siendo besado alternativamente por uno y por otro. Siendo desnudado sin saber quién hacía qué.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora