Capítulo 2

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Nikolai estaba lavándose las manos, levantó el rostro mirándose al espejo. Desde hacía meses él era el nuevo jefe en Edimburgo, una trama mucho más profunda que su propia historia estaba siendo tejida.

Sabía, que su figura en todo aquello había sido circunstancial, pero oportuna. Y como en todo cambio, había habido reestructuraciones.

La mayoría de sus antiguos compañeros habían muerto, el resto habían aceptado el cambio. Las direcciones desde Rusia eran claras.

La sangre en sus manos era el recordatorio. La lealtad era la vida. El miedo también ayudaba.

Y así es como hacían funcionar las cosas.

¿Era mejor que su plan sobre desaparecer del mapa? No, no era mejor. Porque si alguna vez tuvo una oportunidad de sobrevivir, esta había desaparecido. Los jefes en su organización no se jubilaban, morían.

La mueca que le devolvió el espejo era cansada, pero Nikolai era un superviviente, siempre lo había sido. Se adaptaba al viento que le golpeaba la cara, y con este, tenía ciertas ventajas.

Acababa de volver de Londres y el recuerdo de Jules aún permanecía, también su rechazo.

Sus encuentros siempre ocurrían del mismo modo, rechazo, pasión, y nuevamente rechazo. Jules no quería relacionarse con Nikolai, independiente de la atracción que tuvieran, no quería involucrarse con un tipo como él.

Normalmente a Nikolai esas cosas le traían sin cuidado, las disfrutaba, las olvidaba, y ahora, sin el collar de Vladimir en su cuello, era libre de estar con quien quisiera, las veces que quisiera.

Sin embargo, ese profesor de química, más parecido a un presentador de televisión, carismático, atractivo y rebelde entre sus manos era un mal vicio.

Cuando Vladimir, su antiguo jefe y amante, estaba a punto de descubrirlo, Nikolai se separó. Sabía lo que era capaz de hacer, y mataría a Jules por el simple placer de hacerlo, y para dejarle claro a Nikolai de que él era suyo.

Cuando le mató, cuando le vio caer al suelo inerte, solo sintió alivio. La gratitud hacia el hombre que le sacó de las calles para meterlo en su cama, en su vida y en la mafia rusa habían desaparecido hacía mucho.

Ahora era lo más parecido a un hombre libre, pero una relación con Jules seguía siendo imposible.

No olvidaba cuál era su cometido, la nueva "dirección" le traía sin cuidado a quien se la metiera, siempre y cuando los negocios siguieran funcionando. Pero la homosexualidad en su mundo, no generaba respeto.

Tampoco gozaba de ningún respeto por parte de Jules, y aunque al principio a Nikolai aquellas pullas le calentaban los pantalones, se estaba cansando de tantas idas y venidas.

Estaba hasta los huevos de insistir, de acorralarlo para que cediera, de verlo deshacerse para él, para luego insultarlo.

Se estaba cansando de algo que no era para él. Por muy delicioso que supieran en sus labios. Se restregó la cara con agua, donde aún había gotas de sangre.

Se había marchado de Londres con un buen negocio entre las manos, y los huevos vacíos.

—Señor, el señor Lascia le espera.

Su segundo era un joven ruso recién llegado, no contaba con nadie de confianza, así que un desconocido llegado para controlarle era tan bueno como cualquier otro.

Nikolai no confiaba en nadie.

Y menos en el italiano que le esperaba en su despacho.

La casa de Vladimir había pasado a ser suya, recargada y hortera como su antiguo dueño era todo lo que se esperaba de un jefe de mafia ruso.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora