Capítulo 4

2.4K 282 35
                                    


Pietro tenía a su nuevo chico de rodillas de nuevo ante él, reconocía que lo que más le gustaba en el mundo era que se la chuparan bien. Y la verdad, es que este, a pesar de su pinta de inocentón lo hacía realmente bien.

Había estado con suficientes chicos para notar las diferencias. Todos, incluido él, buscaba en una relación del tipo que fuera un beneficio.

Negocios y placer no eran tan diferentes.

Él siempre lo encontraba, un pago por adelantado, una ayuda en una matrícula elevada por estudios, cualquier capricho para lo que no les alcanzara siempre hacía que sus chicos fueran sumamente dóciles y dispuestos. Y eso era lo que él quería, quería chicos de rodillas chupando sin esperar nada más.

¿Qué tenía de malo? No tenía que lidiar con estupideces que una relación "normal" a veces generaba. Su ex esposa ya le había dado demasiados quebraderos de cabeza, Letitia era la mujer más hermosa que había visto en su vida, muy pelirroja y también la que mejor la chupaba. Un cóctel molotov que le había hecho casarse demasiado joven.

Todo lo demás, una locura, una auténtica locura.

Ahora era una locura a distancia, con una buena pensión ella estaba callada y tranquila.

Estos chicos eran una versión de un acuerdo similar, pero que él podía romper con facilidad sin que le dieran muchos problemas después.

Y lo mejor, no se quedaban preñados.

Pietro no había visto a su hijo en los dos últimos años. Pero pensar en su hijo mientras le comían hasta los huevos no era algo que quisiera hacer.

Le agarró del pelo, tironeó, la saliva cayó por su barbilla pecosa, tenía los labios muy rojos, muy hinchados y muy llenos de él.

Sí, le gustaba este pelirrojo. Austin, ¿no?

Pero que se la chuparan no era lo único que le gustaba, le giró, le bajó los pantalones de golpe y le abrió el culo. Y sí, ahí estaba, su pelusilla entre rubia y roja, había estado con otros que la tenían más color "sangre", pero le servía.

Le metió un dedo por el culo, y su pelirrojo tembló, así le gustaba más.

Pietro se masajeó a sí mismo mientras dilataba ese culo tan pequeño, sin duda su polla se iba a ver enorme cuando se la metiera.

El muchacho quiso mirarle, desde su postura, pero Pietro en ese momento solo quería su culo, le giró la cara, enfocando al suelo y le metió un segundo y tercer dedo.

Su rosada polla no estaba para nada floja, ¿le gustaba más cuando se ponían cachondos?

Normalmente le daba igual, para que iba a engañarse a sí mismo en sus pensamientos.

De hecho, dudaba que el último al que se folló hasta dejarlo flojo fuera gay. Solo necesitaba dinero y se dejaba hacer cualquier cosa.

Pero este estaba disfrutándolo de verdad, vale, sí, le gustaba. Se levantó de la cama donde se la había estado chupando y le puso la cabeza de su polla en ese agujero casi dilatado y rojo.

—Con condón, por favor.

Anda, el pelirrojo hablaba y pedía.

Pietro se la metió sin condón y le vio apretar con fuerza la mandíbula.

En su casa se follaba sin condón era algo que le había dejado claro, para algo le había hecho hacerse análisis a todos los jodido putos que compraba.

Las piernas pecosas y delgadas le aguantaban, pero Pietro quería que se derrumbara. Le dio tan duro que acabó tirado en el suelo desmadejado mientras le follaba con todo.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora