Capítulo 22

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Jules estaba mirando al director de su departamento sin entender bien qué le estaba queriendo decir.

¿Edimburgo? No, él no quería ir a Edimburgo, estaba lleno de rusos calientes a los que intentaba olvidar, muchas gracias.

Pero la cadena de trabajos destrozados sobre la mesa de su jefe era claro. Alguien le estaba jodiendo, todas sus conferencias, reuniones, seminarios, acuerdos con empresas. Ni siquiera le llamaban ya de la radio como colaborador. En ese momento ya ni sabía cómo es que seguía siendo profesor en esa Universidad.

Mal de ojo, le había dicho un compañero. Jules creía más en el mal de mano, de la mano que se estaba encargando de destrozarle la vida.

Y no entendía quién podía estar haciéndole eso, incluso pensó que era cosa de Arthur, su director y amigo, per, no. Él estaba aún más cabreado por la situación que el mismísimo Jules.

—Mira, no sé a quién te has follado últimamente—dijo el hombre de escaso pelo en la cabeza, porque lo que era debajo de la nariz tenía para repoblar las cabezas de medio departamento.—Sabes que yo nunca digo nada, Jules, pero esta vez te has follado al tipo equivocado.

Y su mente no pudo evitarlo e imagino al ruso rechazado detrás de su desastre laboral, pero pronto descartó la idea. No conocía tanto a Nikolai, era cierto, casi no habían salido de la cama en cada una de sus citas. Pero no lo imaginaba tan retorcido, lo veía más acorralándolo físicamente hasta que Jules le rogara que le follara. Ya lo había hecho, y Jules pensaba demasiado en eso últimamente.

—Es Edimburgo o tu casa—le devolvió a la realidad Arthur.

—Al menos mándame en primera clase en el avión—aceptó derrotado.

—Amigo, turista y en tren—sonrió cabeceando bajo su enorme bigote el director.

—¿Eso cuántos malditos años son?—preguntó asqueado.

—Con suerte el que te está jodiendo se habrá muerto cuando llegues.

Jules se levantó, un maldito congreso de algo que ni siquiera era su campo, pero en el que uno de sus compañeros se había caído en último momento. Pero Jules sabía que en el fondo Arthur le estaba haciendo un favor sacándolo de allí y callándose que él iría.

A las pocas horas ya tenía preparada su pequeña maleta con cuatro cosas básicas y una sensación atenazándole las entrañas. Edimburgo era una ciudad grande, bueno, no tan grande. Pero las posibilidades de encontrarse a Nikolai por la Universidad serían pocas, o al menos eso esperaba. Tenía claros su motivos para no relacionarse con él, o al menos los había tenido muy claros. Tipo peligroso, negocios ilegales.

Si Jules era incapaz de no pagar el parking hasta cuando el parquímetro estaba roto.

Que pensara en él tantísimo era que estaba muy solo, muy jodido y con muy poco trabajo. Pero un viaje de tantas horas acercándose a sus territorios solo le supieron a anticipación, a deseo y a malas decisiones.

 Pero un viaje de tantas horas acercándose a sus territorios solo le supieron a anticipación, a deseo y a malas decisiones

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