Capítulo 33: Campamento de verano.

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SCARLETT

Me despierto con cierta tranquilidad y calma para luego abrir los ojos y mirar mi alrededor con evidente desorientación. Me siento en la cama de Bruce, quien yace acostado al lado mío sumido en un sueño profundo. De pronto, mi vista se fija en unas maletas cerca de la puerta y es, en ese momento, en que puedo ubicarme en tiempo y espacio.

Con rapidez, prediciendo lo peor, me acerco a mi celular para fijarme la hora.

Oh no.

No me puede estar pasando esto.

Hoy es el día en que viajamos al campamento en Carolina del Sur junto a nuestros compañeros y se supone que debíamos estar todos a las siete de la mañana en punto junto a la entrada principal de Northride para, luego, partir en los autobuses a las siete y media.

Evidentemente, algo ha fallado. Tal vez, la alarma se omitió y no sonó, o bien nos hemos olvidado de configurarla. Estoy casi segura que la última suposición es la correcta debido a que ayer por la noche Bruce y yo, en otras palabras, estuvimos divirtiéndonos con nuestros cuerpos bajo las sábanas de manera deliberada.

En este mismo momento, el reloj marca las siete y veintinueve minutos de la mañana generándome una mezcla de angustia y ansiedad. Apresuradamente, todavía en ropa interior, tomo la ropa que me preparé para el viaje, que básicamente es otro uniforme autorizado por el internado, el cual consiste en una bermuda negra y una remera blanca con el logo de Northride en un costado superior. Me coloco la parte de abajo casi con torpeza y, luego, mi mirada recae en la cama, específicamente en la persona que todavía sigue durmiendo allí.
Me acerco a Bruce y lo sacudo con suavidad intentando despertarlo.

—Bruce. —lo llamo levantando un poco más la voz. Él se remueve, y a los segundos, abre los ojos mirándome con confusión.

—¿Qué sucede? —pregunta con voz ronca seguramente al distinguir la preocupación en mi rostro.

—Nos hemos quedado dormidos. Ya son las siete y media.—termino de decir y, a continuación, él salta de la cama con exaltación sin antes maldecir unas cuantas veces.

A la velocidad de un rayo, Bruce se viste entre tropezones mientras que yo voy al baño y apenas me higienizo para, luego, ambos tomar nuestras maletas y correr con urgencia hacia la entrada.
Para ir más rápido, afortunadamente se nos ocurre tomar un atajo que nos lleva al exterior del internado y tras unos pocos segundos nos deja directamente en nuestro destino, al cual llegamos casi sin aliento. Lo primero que visualizo perfectamente es a Milo y Jacob hablando con gestos exasperantes a los tres adultos allí presentes: el tutor Robert, el profesor de natación James y otro profesor de gimnasia. Ellos nos distinguen, a medida que nos acercamos, provocando suspiros de alivios de nuestros dos amigos y miradas severas de parte de los mayores.

—Estudiantes, es una falta de responsabilidad que no hayan estado aquí a la hora pactada junto con los demás de sus compañeros. Espero que este comportamiento no se vuelva a repetir. —asevera el tutor Robert, quien aunque la mayoría del tiempo es muy agradable con los alumnos, a la hora de establecer los límites puede ser bastante exigente.

—No se volverá a repetir. —le responde Bruce con obediencia, y mi cabeza asiente mirando hacia el adulto dando a entender que también comparto aquellas palabras.

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