Capítulo 25.

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Los dedos de mis manos se mueven desesperadamente de un lado a otro.

Cierro los ojos sintiéndolos pesados y niego.

-Hola, Rae.

Mi mirada se posa en él al escucharle. -Hola Stefan. -Sonrío.

-¿Co-cómo estás? -Titubea.

Asiento. -Bien.

-Qué alegría es escuchar eso. -Sonríe y yo respondo a su sonrisa con una propia.

-¿Pu-puedes darme un Rocky Road Brownie? -Pregunta viendo a través del mostrador.

Asiento tomando el pequeño postre. -¿Algo más?

Stefan me mira atentó unos segundos, abre la boca para decir algo pero luego la cierra sin pronunciar palabra y negando. -Gracias.

Asiento. -No es nada.

Lo veo caminar hasta el cajero para pagar y sonrío para mi misma. -Es mejor así. -Susurro viéndolo partir.

Tengo que encontrar distraerme con algo maldición.

Las cortas horas en el trabajo me han dado puñaladas de eternidades, a los clientes hoy les da dado por no pasar por mi mostrador y no distraerme ni por unos segundos.

-¿Caminamos juntas Rae? -Escucho a Fiona mientras termino de sacarme el mandil del local.

Le doy una sonrisa de boca cerrada volteándole a ver. -Me gustaría.

Terminamos por salir juntas del local. Fiona aprovecha para contarme sobre la cita exprés que tuvo hace un par de días en el restaurante, entonces el príncipe encantado aparece en su auto blindado y ella termina por irse con él después de pedirme disculpas 7 veces por dejarme llegar sola a casa.

-Sin muertos vivientes no hay inconvenientes. Me digo a mi misma abriendo la puerta de mi casa.

-¿Rae?

-Hola mamá.

-¿Cómo te ha ido?

Suspiro acercándome a ella y dándole un pequeño abrazo. -Bien. ¿No has ido a trabajar?

Ella niega. -Día libre, supongo.

Le doy una sonrisa de boca cerrada. -En hora buena.

-¿Quieres que hagamos algo hija?

Sus palabras repasan en mi cabeza lentamente. -Algo eh... -Titubeo con la vista fija en un pequeño ventanal.

Hm no. -Digo reaccionando de golpe. -Te-tengo que ir a mi habitación.

Mi madre asiente recordándome no olvidar bajar a cenar y termino por subir los peldaños de las escaleras en grandes zancadas.

Abro la puerta de mi habitación sintiendo el mismo hueco en mi pecho que los últimos tres días.

Cierro los ojos sintiéndome débil y me dejo caer de golpe en mi cama haciéndome un completo nudo.

-No estás, y quizá no volverás.

Me permito llorar inmensamente y sin el menor pudor posible. -Me rompe el corazón que te hayas marchado. -Susurro bajito escuchándome tremendamente pesado a causa de mi llanto.

Han pasado tres días, tres días en que no he podido verte, en que no estás, en que no vuelves, esta vez no tenías excusa para marcharte.

Temo que los malos pensamientos hayan vuelto a tu mente, temo que hayas decidido marcharte por mi bien, porque mi bienestar está contigo, pero aún más, temo que haya llegado el momento.

La Razón De Estar Contigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora