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acto 2; capitulo 6
Y L A D U D A L L E G A
—LO ÚNICO QUE valoran de ti es tu relación con el infame James Potter. Cuando vosotros dos terminéis, dejaras de existir para ellos.
Diana despertó sobresaltada, sintiendo como el corazón estaba a punto de salirse del pecho.
Se puso una mano sobre el corazón en un intento de calmarse y salió de su habitación de puntillas, con cuidado y en silencio de no despertar a sus compañeras, dirigiéndose al baño donde se echó agua fría en la cara, parpadeando varias veces en el proceso. Se miró al espejo, pero no estaba segura de quien le estaba devolviendo la mirada.
Los mechones de su pelo rubio se escapaban del ya desordenado moño que lleva en la cabeza, las bolsas bajo sus ojos eran más oscuras y profundas que nunca, su piel estaba mucho más pálida que cuando empezó el curso. Diana suspiró; las palabras de Carson se estaban repitiendo en su cabeza desde su conversación de hace un par de días. Soltó un gemido de frustración, conteniendo la mano para no arrancarse todo el pelo.
Diana volvió a su habitación para coger una manta y hecharsela sobre los hombros. Se sentó sobre la cama y cerró los ojos, intentando volver a dormirse un poco ya que el inicio de la jornada escolar ya estaba cerca. Por desgracia, sus pensamientos se lo estaban impidiendo. La voz de su ex-novio resonaba en sus oídos sin descanso.
Caminaba por los pasillos con expresión aturdida, casi chocando con otros estudiantes. Habia perdido la cuenta del número de veces que había murmurado la palabra "perdón", y aún ni siquiera había llegado la hora de comer. Sin embargo, la gente le contestaba con una sonrisa, diciendo que no había problema, aunque eso no hacía que Diana se sientiera mejor, deseando que las palabras de Carson no hubieran tenido un impacto tan grande como el que habían tenido. Odiaba que él siguiera teniendo ese efecto en ella a pesar de todo lo que le había hecho pasar.
Arabella se dio cuenta inmediatamente de que algo iba mal. Ver a Diana balancearse mientras se dirigía a sus clases, con grandes ojeras bajo los ojos, y bostezar a menudo en las pocas clases que compartían, hizo saltar las alarmas en la mente de Arabella. Así que cuando vio a Diana tropezar con otra estudiante en los pasillos, se dirigió inmediatamente hacia ella.
—¡Hola Diana!—saludó Arabella, con una sonrisa cálida y acogedora.
—Oh, hola Ara—Diana le devolvió la sonrisa, aunque esta vez le llegó a los ojos como normalmente lo hacía.
—¿Te encuentras bien?—, preguntó Arabella—¿Has dormido bien está noche? No te lo tomes a mal, pero pareces un poco ida.
—Oh, si, lo he echo. No te preocupes—respondió Diana negandose a mirar a Arabella a los ojos.
