xvii.

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┃ISSUE

acto 2; capitulo 7

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acto 2; capitulo 7

S O L O   N O S O T R O S


—¿PROMETES QUE INTENTARÁS volver antes?—le preguntó James a Diana con un mohín.


Diana sonrió, con las mejillas sonrosadas, aunque no estaba exactamente segura de si era por el frío o otra cosa.

—Lo prometo. Volveré el día 30.

Se detuvieron en el andén del tren. En una mano, Diana sujetaba un libro para el viaje en tren que tenía por delante. En la otra sostenía la mano de James Potter mientras esperaban a que ella subiera al tren. El resto de los Merodeadores había venido con ellos. A pesar del gélido invierno, había varios alumnos de Hogwarts en ese andén también, esperando despedirse de sus amigos antes de las vacaciones.

—Sabes, podrías quedarte aquí. No es demasiado tarde para quedarse en el castillo y pasar las vacaciones allí con nosotros—sugirió Arabella, acurrucándose junto a Sirius para recibir un poco de calor.

—¡Sí! ¿Hay algo que podamos decir para convencerte de que te quedes?— preguntó Remus, dándole la razón a Arabella.

—Hmmm—reflexionó Diana—No lo creo.

—Ah—sonrió Remus, arrugando los ojos mientras se encogía de hombros—Valía la pena intentarlo.

—¡Última llamada para los que se van! El tren partirá pronto!—llamó el revisor con voz estruendosa, sobresaltando a los cinco.

—Supongo que debería irme, ¿no?—dijo Diana, soltando la mano de James. Miró al tren, a los estudiantes que se despiden apresuradamente para subir a él, y luego volvió a mirar a sus amigos.

Arabella se adelantó y la envolvió en un abrazo.

—Nos vemos pronto.

—De acuerdo—dijo Diana, lo suficientemente alto como para que Arabella lo oyera—Y gracias de nuevo por lo del otro día.

Arabella se alejó un poco, con las manos aún puestas en los hombros de Diana, sabiendo que se refería a su conversación anterior.

—No fue ningún problema, Diana. Por favor, ten en cuenta lo que te dije—le recordó Arabella, inclinando la cabeza hacia donde estaba James.

Diana asintió

—Lo haré.

Se dirigió hacia la fila que habían formado los Merodeadores y les dió rápidos abrazos a Remus, Sirius y Peter, antes de llegar a James.

—Te voy a echar de menos, ¿sabes?—admitió Diana, mirando a James con una sonrisa algo tímida. Una que James notó, dejando escapar una pequeña risa.

—¿Decir eso te entristece?—se burló James, enarcando una ceja.

Diana negó con la cabeza e intenta empujar ligeramente el hombro de James, pero éste no se movió de su sitio. A James no le pasa desapercibida la sonrisa de ella y el brillo de sus ojos.

» Ves, me empujas pero esa mirada en tus ojos dice otra cosa.

—¿Qué mirada?

—Una mirada que dice que soy lo mejor que te ha pasado nunca.

—Ya quisieras, Potter—murmuró Diana.

—Te has enamorado de mi, ¿verdad? ¿Qué pasó con eso de no ser un problema?

—Cállate, James. Por si lo habías olvidado, fuiste tú quien me besó primero.

—¿Cómo podría olvidarlo? Sólo me lo recuerdas todos los días.

—Odio romper esto, y de verdad que lo hago, los dos sois adorables—dijo Remus, señalando a los dos—pero Diana va a perder el tren.

Diana se acercó para darle a James un beso en la mejilla, pero él se apartó, señalando con un dedo sus labios. Diana puso los ojos en blanco, pero sin embargo le dio un rápido beso en los labios, ganándose un gemido de Sirius.

—Qué asco.

—Por favor, he tenido que presenciar cosas peores en los años que lleváis saliendo—respondió James, señalando con el dedo a Sirius y Arabella—Déjame disfrutar de esto.

Remus contuvo la risa mientras Peter prácticamente se atragantó ante la respuesta de James. Sirius levantó las manos en señal de rendición fingida, como si dijera "me parece justo". Con una última sonrisa a sus amigos, Diana se dio la vuelta para marcharse, y con todo el cuidado que pudo con sus botas de nieve, corrió hacia el tren.

—No te preocupes, Diana. Lo mantendremos a raya por ti—prácticamente gritó Sirius, con un tono burlón y guiñando un ojo a Diana en el proceso, lo que le valió un empujón juguetón de James.

—¡Más os vale!—contestó ella, con una carcajada, y un último saludo de despedida, antes de subir finalmente al tren.

Mientras James veía partir el tren de Diana, un sentimiento de hundimiento comenzó a abrirse paso en la boca del estómago. Aunque no estaba seguro de qué era exactamente, ¿culpa? ¿tristeza? Tal vez una confusa mezcla de ambos. En cualquier caso, miró hacia delante mientras el tren desaparecía del andén, con las manos cerradas en puños. Ya no había nada más que mirar, solo la nieve blanca y pura que caía del cielo, cubriendo la mayor parte del paisaje. Ni siquiera se habría dado cuenta de que la estación se había vaciado de no ser porque Remus le pasó un brazo por el hombro:

—Volverá pronto, Cornamenta.

—¡Sí, además nos tienes a nosotros para hacerte compañía!—intervino Peter, con un tono emocionado, esperando que su optimismo se contagiara pronto a su amigo.

—¿Eh? Oh, sí, por supuesto—respondió James, como si hubiera salido de algún tipo de trance.

—Volvamos al castillo, ¿sí?—preguntó Arabella, frotándose las manos.

James asintió y siguió a sus amigos de vuelta a los terrenos de Hogwarts. Pero su corazón se sentía más pesado a cada paso, con los ojos clavados en el suelo bajo él. La conversación que mantenían sus amigos a su lado se convirtió en murmullos ininteligibles, sin poder distinguir ya una voz de la otra.

Habían pasado días desde que Lily se confesó con él, y mentiría si dijera que no sentía cierta euforia. Había amado a la chica durante años, era comprensible sentirse así, ¿no? se preguntaba, tratando de justificar sus emociones lo mejor posible. Pero en cuanto lo hizo, la bilis comenzó a subirle a la garganta al pensar en Diana.

—James, ¿estás bien?— preguntó Arabella, estirando el brazo frente a él. Ella estabilizó a James mientras chocaba con su brazo, antes de poner una mano en su hombro. Su expresión era de preocupación, sus ojos suaves, al igual que su tacto.

El impacto de su brazo contra su pecho le hizo salir de sus pensamientos, mirándola confundido: —¿Por qué no iba a estarlo?

—Bueno, casi te chocas con un árbol, amigo—habló Sirius desde el lado de Arabella, aguantando la risa ante la posibilidad de que James chocara con un árbol.

James apartó la cara de Arabella para encontrarse de pie frente a un árbol a un par de metros de distancia. Se frotó la nuca con la mano derecha.

—Lo siento, es que tengo muchas cosas en la cabeza.

Arabella sacudió la cabeza, queriendo preguntar más, pero algo en ella sabía que James no podría responder de todos modos. Sin embargo, con un brazo alrededor de sus hombros, lo alejó del árbol y lo lleva de vuelta al castillo.

—¿Qué le pasa?—preguntó Remus; él, Sirius y Peter caminaban ahora detrás de Arabella y James.

—Ojalá lo supiera, Lunático. Ha estado actuando raro estos últimos días— contestó Sirius, metiendo las manos en los bolsillos del abrigo—Está bien cuando está con Diana, pero en cuanto se va se vuelve callado.

—Una vez lo pillé en la sala común mirando al frente. A nada en particular— Peter intervino, aunque salió bastante apagado por el hecho de que su boca estaba parcialmente cubierta por su gigantesca bufanda de lana—No tuve el valor de interrumpir su hilo de pensamiento.

Remus dejó escapar un silbido bajo.

—Hmmm, tal vez se le pase. Al menos espero que lo haga.

Lo que no esperaban era que James mantuviera esa actitud durante los próximos días. A los Merodeadores les resultaba extraño verle tan callado, guardado para sí mismo la mayor parte del tiempo. Los alarmó cuando se negó a sus habituales peleas de bolas de nieve y conversaciones con tazas de chocolates calientes, sólo para encerrarse en su dormitorio.

—Cornamenta, ¿qué pasa?—preguntó Sirius, acorralando a James en su habitación, con las manos en la cadera.

—No es nada, no te preocupes—contestó James, intentando alejarse de Sirius, evitando por poco su mirada.

Sirius lo detuvo antes de que pudiera ir más lejos, agarrando su brazo. La firmeza de su agarre sugería enfado y frustración, pero la calidez de sus ojos no transmitía más que una preocupación genuina.

—Sabes que estamos aquí para ti. ¿Verdad?

James asiente.

—Lo sé.

Sin decir nada más, Sirius aflojó el agarre del brazo de James y lo soltó tímidamente.

Las horas se convirtieron rápidamente en días en ese particular receso de invierno, y muy pronto ya era Nochebuena. Los alumnos que se quedaron para las fiestas fueron agasajados con montañas de comida de diversos tipos durante el banquete, pavos asados, patatas y casi cualquier tipo de postre que uno pudiera soñar.

—Tranquilo, Peter. Deja un poco para los demás—regañó Remus, cogiendo una servilleta y entregándosela a Peter. Estaba viendo a Peter atiborrarse de tartas de melaza, con la cara torcida de asco.

—Oh, déjalo, Lunático—dijo Sirius, aunque su atención estaba en otra parte, ocupado en tirar del otro extremo de una galleta Mago. Un sonoro golpe tan fuerte como un cañón sonó, sobresaltando a Arabella mientras se aferraba al otro extremo de la galleta.

—¿Qué contiene?—preguntó Peter, haciendo una breve pausa en la comida.

—Ah, un juego de ajedrez mágico—dijo Arabella, haciendo un mohín—Ni siquiera juego al ajedrez tan a menudo. ¿Lo quieres James?

No hubo respuesta, pues él se limitó a mirar su comida, picoteando su plato.
El resto de los Merodeadores se miraron entre sí, antes de que un suspiro colectivo saliera de sus labios, sin notar la presencia de otra persona.

—James.

Inmediatamente, James levantó la vista, reconociendo la voz. Era una que no había podido sacarse de la cabeza en años, y que había estado mucho más presente los días anteriores.

—Lily.

Los ojos de Arabella se abrieron de par en par mientras que los demás Merodeadores se limitaron a mirar a la pareja con incredulidad.

—Así que esto es lo que hace falta para sacarlo de su pequeño trance— pensó Sirius con amargura—¿Y desde cuándo es Lily? Ella siempre ha sido Evans.

—¿Puedo hablar contigo?

—Lily—advirtió Arabella, levantándose de su asiento, adivinando hacia dónde se dirigía todo esto.

—Está bien. Queria hablar con ella de todos modos—dijo James, levantando la mano hacia Arabella en señal de que estaba bien.

Arabella volvió a sentarse vacilante, pero los que estaban a su alrededor podían sentir la frustración que irradiaba su cuerpo.

James se levantó, limpiando las comisuras de sus labios con una servilleta, y dejando su plato de comida apenas tocado. Se movió para seguir a Lily fuera de las puertas del Gran Comedor.

—Guárdame alguno de esos postres, ¿sí?—preguntó James, mirando a Peter con una pequeña sonrisa juguetona.

Peter asientió como respuesta y sin decir nada más salió del salón con Lily a pocos pasos de él.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto—murmuró Peter, apartando ahora su plato.

—¿De qué tienen que hablar esos dos que tiene que ser en privado?—preguntó Remus, claramente frustrado mientras se pellizcaba el puente de la nariz con el pulgar y el dedo índice.

Los pasillos quedaron en silencio de camino a la sala de reuniones de los prefectos, la excitada charla del Gran Comedor se convirtió en no más que un sonido lejano que poco a poco fue sustituido por el contacto de sus pies con el suelo y el incómodo silencio que los envolvía a los dos. Ninguno de los dos hizo ningún movimiento para hablar, el viento aullante que llegaba del exterior les recordaba lo duro que podía ser el clima de diciembre.

James y Lily llegaron a la sala de reuniones y la puerta se cerró con un suave clic tras ellos. Estaba oscuro, la habitación sólo estaba iluminada por la luz de la luna y un par de antorchas que se alineaban en las paredes.

—¿De qué querías hablar?—preguntó James, sentado en la mesa, con las manos en los bolsillos.

—Quería disculparme.

—Oh, tú no...

—Déjame terminar—contestó Lily, poniéndose delante de James con una resolución de acero en los ojos—Me estoy disculpando por cómo te dije de repente mis sentimientos. No fue justo ni para ti ni para Diana. Pero no voy a disculparme por lo que siento. No es algo que pueda evitar, me gustas mucho.

James no sabía qué decir. Esto era algo que había estado esperando escuchar durante años. Era la razón por la que había empezado a hablar con Diana en primer lugar. Debería ser feliz, y una parte de él lo es. Entonces, ¿por qué las cosas eran tan diferentes? ¿Difíciles incluso?

Él la amaba, también estaba muy seguro de ello.

Era por Diana, eso lo sabía. Pero entonces, ¿por qué le dio un vuelco el corazón cuando esas palabras salieron de sus labios?

Lily se dio cuenta de que James la miraba fijamente, sin poder parpadear, con una expresión ilegible en su rostro. Dejó escapar una pequeña risa.

—James, lo decía en serio cuando dije que no esperaba nada de ti. Ya puedes relajarte.

James dejó escapar el aliento que no sabía que estaba conteniendo. La miró, observando cada uno de sus rasgos. Cómo la luz de la luna complementaba su piel clara, la delicada curva de su nariz, su jersey de punto verde. La forma en que se mantenía con confianza y seguridad, resultado de una actitud que le hizo enamorarse de ella hace tantos años. Nada había cambiado, al menos con ella.

—Sólo soy yo. Sólo estamos nosotros aquí. ¿Por qué pareces tan asustado y nervioso?—se burló Lily, levantando una ceja.

—Porque tengo miedo de lo que pueda pasar—susurró James, en voz tan baja que Lily no pudo escucharlo.

—¿Ves eso?—dijo Lily, mirando por encima de la cabeza de James. Lo señala con el dedo, el leve rubor de sus mejillas se profundiza mientras da pequeños pasos hacia él—Muérdago.

Su línea de visión siguió hasta el lugar al que apuntaba su dedo. James tragó saliva, notando la proximidad entre él y Lily. Su corazón latia a un millón de millas por hora, pero no hizo ningún esfuerzo por alejarse, si acaso se sentía más atraído por ella que nunca.

Pero Lily retrocedió con una sonrisa, levantando las manos en señal de rendición.

—No te preocupes, sé cuando he perdido. No voy a...

Él la cortó antes de que pudiera alejarse demasiado. James le agarra la cara con las manos y, sin ninguna una advertencia, besó a Lily Evans. Y ella le devolvió el beso tímidamente.

Se separan, con la respiración entrecortada. Lily lo miró, con los ojos brillantes, el pelo en llamas y el rubor en las mejillas.

—Feliz Navidad, James.

𝖎𝖘𝖘𝖚𝖊↝james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora