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acto 2; capitulo 9

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acto 2; capitulo 9

L A   I G N O R A N C I A   E S  U N A   B E N D I C I Ó N


LA VÍSPERA DE AÑO NUEVO en Hogwarts era, posiblemente, más esperada por sus alumnos que la Navidad. Había un tipo diferente de emoción en el aire. No del tipo que se deleitaba con las peleas de bolas de nieve, el chocolate caliente junto al fuego o la tradición de dar regalos. No, se trataba más bien de la emoción de bailar al ritmo de una música increíblemente alta y de beber cerveza de mantequilla y whisky de fuego mientras tú y tus amigos hacían la cuenta atrás hasta la medianoche, para dar la bienvenida al nuevo año. Los estudiantes entraban y salían de los pasillos y las puertas, se colaban en las cocinas y, ocasionalmente, en Hogsmeade, recogiendo provisiones para sus respectivas fiestas de año nuevo en las casas. Los profesores fingían no darse cuenta de que los estudiantes escondían botellas de alcohol en sus túnicas, dejando pasar las cosas y, en su mayoría, simplemente decepcionados por no haber utilizado un encantamiento de extensión en su lugar. No obstante, incluso ellos estaban entusiasmados con su propia fiesta. Incluso los prefectos, que solían ser rigurosos con las reglas, ni siquiera se molestaron en reprender a los estudiantes, ya que ellos organizaban las fiestas en primer lugar.


Los ojos de Diana se abrieron de par en par cuando un estudiante, con serpentinas y sombreros de fiesta, pasó corriendo junto a ella. Sacudió la cabeza cuando el estudiante casi resbaló en el suelo, antes de dirigirse a la biblioteca para devolver un libro que había tomado prestado durante las vacaciones. La bibliotecaria le hizo un gesto de asentimiento cuando le entregó el libro, y miró a su alrededor, a la biblioteca desierta. Dejando escapar un silbido bajo una vez que salió, Diana observó los pasillos del castillo con una sonrisa, dejando que la energía festiva llenara su sistema.

Ver a los estudiantes entrar y salir de las habitaciones, zumbando de emoción tratando de evitar a los profesores aunque ya sabían lo que estaban haciendo, le recordaba por qué amaba esta época del año en Hogwarts. Era raro ver a los alumnos completamente en paz con los demás, ayudándose mutuamente. Es cierto que todo era para el jolgorio de Nochevieja en sus respectivas salas comunes, pero Diana lo apreciaba de todos modos.
Echaba de menos Hogwarts en su tiempo de ausencia. Y mentiría si dijera que tampoco echaba de menos a un tal James Potter.

Diana echó de menos su presencia en su tiempo fuera de Hogwarts. Ni siquiera se dio cuenta de que él había ocupado una parte tan importante de su día a día que le resultaba bastante extraño no oír su voz cada hora. Tenía la esperanza de verlo al llegar el día anterior, ni siquiera podía negar la vacilación en su sonrisa una vez que notó su ausencia en el andén del tren. Pero se sobrepuso, aún así se alegró de ver a sus amigos allí. Diana sabía que era una persona ocupada, con sus responsabilidades de Premio Anual y todo eso. Sólo deseaba que hubiera estado allí con su sonrisa tonta, su pelo desordenado y sus gafas siempre torcidas. También deseaba haberlo visto en cualquier momento del día anterior, pero tendría que conformarse con verlo una vez hoy.

Envuelta en sus pensamientos sobre él, se cruzó distraídamente con los amigos de James; que recientemente se habían convertido en sus amigos también. Sirius Black y Remus Lupin.

Chocó con el pecho de Sirius, quien, siendo mucho más alto que ella, la miró desde arriba. Las manos de él se dirigieron a sus hombros, estabilizándola.

—Woah. Tranquila, cielo.

Diana le lanza una mirada tímida antes de quitarle las manos de los hombros.

—Estoy bien. Lo siento.

—No he preguntado si lo estabas—se burló Sirius, levantando una ceja hacia ella—¿Pero estás segura de que estás bien? Realmente no lo pareces.

Remus asintió con la cabeza.

—Sí, la Diana que conocemos no choca con la gente al azar y responde cuando la hemos llamado por su nombre varias veces.

Diana se llevó una mano a la boca, sorprendida, antes de sacudir la cabeza, avergonzada.

— Oh, ¿de verdad? Lo siento mucho otra vez, pero no te preocupes, estoy bien—Remus y Sirius agitaron las manos como respuesta, como si dijeran "no es nada" ante su disculpa. No tardaron en recordar su última conversación con James y se preguntaron si Diana habría hablado ya con él. Pero al ver la sonrisa en sus labios y la mirada soñadora en sus ojos, adivinaron que aún no lo ha hecho—¿Sabéis donde está James? Esperaba hablar con él ayer, pero no lo vi en todo el día.

Un escalofrío recorrió sus espinas dorsales. Remus y Sirius se miraron. La verdad es que su anterior conversación con James había sido lo último que habían oído de él. Mientras Arabella y Peter buscaban a James con el mapa, ellos recorrían el castillo en busca de Diana. No esperaban encontrarla tan pronto; ni siquiera habían ensayado aún lo que iban a decirle.

—Escucha, Diana—empezó Remus, con los ojos que se movían entre Sirius y el techo, pidiendo en silencio la ayuda de su amigo.

—Tenemos algo que decirte—continuó Sirius, dedicándole a Diana una sonrisa nerviosa; aunque lo que iba a decir no era nada alegre.

—¿Qué es?—preguntó Diana, mirando a los dos, esperando que alguno de ellos dijera algo.

Ninguno de ellos sabía por dónde empezar o cómo decirlo. Sus bocas se habían secado de repente, todas las palabras del idioma inglés se les atascaban en la garganta. Un sudor frío recorrió el costado de la cara de Remus; las manos de Sirius se habían vuelto húmedas por lo que las paso sobre el pantalón, limpiándolas. Pero a pesar de todo, Sirius se esforzó por sacar las palabras.

—James y Lily se besaron.

La forma en que la cara de Diana cambio fue suficiente para romper el corazón de ambos.

—¿Es una broma?—preguntó Diana, tratando de cubrir sus nervios con la risa, pero eso la hizo sonar más ansiosa—Porque no es nada graciosa.

—No es una broma—respondió Remus, con voz solemne, incapaz de mirar a Diana a los ojos—Él mismo nos lo ha contado.

—Eres una chica estupenda, Diana. Nos gustas mucho—explicó Sirius, retorciendo nerviosamente los dedos—Pensamos que merecías saberlo.

Sirius y Remus se prepararon para la catarata, para el pataleo y los gritos, para las maldiciones. Estaban preparados para escucharlo todo, para soportarlo todo. Sin duda era la forma en que habrían reaccionado si les hubieran dado la misma noticia.

Pero en lugar de eso lo único que obtuvieron fue un silencioso y monosilábico:

—Oh.

𝖎𝖘𝖘𝖚𝖊↝james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora