¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
acto 1; capitulo 7
J A M E S A L C U A D R A D O
—HOY NO TE ESTAS QUEJANDO MUCHO. ¿Estás enferma, Diana?—bromeó James, sonriéndole a Arabella mientras salían del castillo un sábado por la mañana.
Hacia una semana desde que caminaron juntos por los pasillos de Hogwarts, cogidos de la mano por primera vez.
Aunque a la mayoría de personas les pareció extraño que James Potter dejará de interesarse repentinamente por Lily Evans, pronto se dieron cuenta de que Diana y él eran bastante adorables; todos pensaban que los incesantes cumplidos de James junto a las bromas ingeniosas de Diana daban como resultado una pareja bastante dulce. Cariñosamente los conocían como James al Cuadrado
—¿Quieres que me queje?—replicó Diana levantando una ceja.
Lenta pero segura, Diana se había acostumbrado a todas las miradas que recibía. Bueno, o eso era lo que le gustaba pensar. Lo que pasaba en realidad era que cada vez que James pensaba que Diana se sentía incómoda con la atención, la distraía con una o dos bromas. Funcionaba a la perfección.
Caminaron uno al lado del otro mientras trataban de aprovechar el raro calor del sol de otoño. Era una mañana clara y parecía que todos los alumnos de Hogwarts habían aprovechado aquel día para disfrutar del día fuera del castillo, dándoles a ellos toda una audiencia a la que engañar con su amor.
—Este solía ser mi lugar favorito del terreno de Hogwarts—dijo Diana, respirando el aire puro del lugar.
Mirando a su alrededor, James se dio cuenta de la belleza del lugar en el que se encontraban. Delante de ellos estaba el Lago Negro con el agua tranquila y firme. Junto a ellos había un gigantesco sauce bajo el que Diana le gustaba leer cuando era más joven.
—Creo que este seguiría siendo mi lugar favorito—dijo James, silbando mientras miraba a su alrededor con una pequeña sonrisa en su rostro—¿Por qué...?
James se detuvo a mitad de la frase cuando notó que Diana ya no estaba a su lado.
»¿Diana?—gritó, buscando a izquierda y derecha a la rubia que lo acompañaba.
—¡James!—escuchó que alguien le llamaba desde arriba. James levantó la cabeza, mirando hacia arriba y se encontró nada menos que a Diana sobre una de las ramas del sauce.
—¿Te das cuenta que desde donde estoy parado puedo ver tu falda?—se burló James, con una enorme sonrisa torcida en su cara.
—¡Estás loco! No tenías que mirar.
—Oye, yo no quería hacerlo—sonrió James, manteniendo sus manos en alto en una defensa simulada.
Diana puso los ojos en blanco, sin embargo se rió.
—Sólo sube aquí, Potter.
James sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa, se arremangó y procedió a subir al inusualmente alto sauce.
—Te ha costado bastante—le dijo Diana a James cuando él alcanzó la rama en la que estaba sentada.
—Lo siento, no soy un trepador de árboles olímpico como tú—bromeó James mientras Diana se reía, sacudiendo la cabeza—Mira la vista—dijo el chico, suspirando satisfecho mientras miraba hacia delante. El castillo a la vista, nubes blancas y esponjosas y un cielo azul claro, los estudiantes de Hogwarts dando vueltas por el terreno del castillo. Era realmente pintoresco.
—Es bonito, ¿verdad?—dijo Diana con nostalgia, coincidiendo con James. Tenía una pequeña sonrisa en el rostro, cerró los ojos y suspiró.
James se giró para mirarla en ese momento y juro que su aliento se quedó atrapado en su garganta.
—Ahora, eso sí que es una vista—susurró en voz baja el chico.
No estaba mintiendo. El largo y ligeramente ondulado pelo rubio de Diana caía en cascada por sus hombros, la luz del sol reflejándose en el, haciendo que pareciera estar hecho de oro. Tenía los ojos cerrados, sus largas pestañas prominentes y ligeramente enroscadas. Las comisuras de su boca se levantaron ligeramente, formando una pequeña sonrisa. Era realmente un espectáculo para contemplar. Estaría mintiendo si lo negara.
—¿Que has dicho?—preguntó Diana, abriendo los ojos sólo para encontrarse con James mirándola fijamente.
—Nada—dijo él , alejándose rápidamente mientras sus mejillas se volvían de un ligero tono rojo. Diana se encogió de hombros, sin darle mucha importancia al tema.
—¿Por qué ya no es tu lugar favorito? Es absolutamente hermoso—preguntó James, con genuina curiosidad, inclinado la cabeza ligeramente mientras la miraba.
—Incluso los lugares más bellos pueden estar empañados con los más terribles recuerdos—le contestó Diana, sonriendo tristemente.
—¿Que ha pasado?—preguntó James preocupado. Sus cejas estaban arrugadas y un pequeño ceño fruncido se abrió paso por su cara.
—Para resumir, un imbécil que rompió conmigo fue el que me enseñó este lugar. No funcionó porque él decidió que yo era demasiado aburrida—explicó Diana, riendo oscuramente y mirando hacia delante.
—Se está perdiendo a una chica increíble—le dijo James, dándole un pequeño empujón mientras le dedicaba una reconfortante sonrisa.
