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Esa mañana, todo fue diferente

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Esa mañana, todo fue diferente. La eterna tormenta que había cubierto el terreno de nieve se detuvo durante la noche y permitió que el sol cubriera de rayos todo el castillo, las ramas cargadas de los arboles brillaban como si estuvieran cubiertos de diamantes. Incluso Clara, la única compañera de cuarto que quedaba, dormía tranquila dando unos ligeros ronquidos. Todo estaba en calma, menos yo.

Mientras todos parecían descansar luego de varios días en constante tensión, yo temblaba a causa de los sollozos que trataba de callar en mi mano fuertemente apretada contra mi boca. Mientras todos dormían plácidamente yo bañaba mi almohada en lágrimas desde la madrugada pues finalmente la pesadilla que me perseguía desde el inicio del año escolar había tomado un nuevo rumbo y me había permitido entender todo.

El fuego, las cenizas, y los escombros. Todo ahora tenía sentido, y ese conocimiento había logrado paralizarme de miedo desde que me había despertado ahogando un grito a mitad de la noche. Desde ese momento, miles y millones de ideas cruzaron por mi mente, desde huir para nunca ser encontrada, hasta infiltrarme en los calabozos y detener todo yo misma. Pero a pesar de todo, no pude ni mover un dedo.

Para cuando Clara finalmente despertó, yo había logrado dejar de llorar, aun cuando la pesadilla se reproducía a cámara lenta y desde todos los ángulos en mi cabeza torturándome una y otra vez. Como pude me levante de mi cama y me vestí para bajar a desayunar antes de que Clara viera mi rostro y se diera cuenta de que algo iba mal. Logre esquivar al resto de mi familia en la sala común y me deslice fuera de la torre cubriendo mi cabeza con la capucha de una vieja sudadera de Jamie.

A medio camino hacia el comedor me detuve frente a una ventana y note como volvía a nevar, solo que ya no era la furiosa tormenta de hace días, sino más bien una ligera caída de copos de nieve, de esas que te permites disfrutar cuando eres más pequeño y sales a armar hombres de nieve en tu jardín. Y entonces, justo cuando creía que mi día no podía ir peor, James apareció al final del pasillo con Beatrice pegada a su brazo como si fuera una maldita sanguijuela.

Una corriente de viento entro por la ventana y se llevó mi capucha mientras alborotaba mi cabello dejando todo mi rostro al descubierto, James se detuvo de inmediato al ver que era yo quien estaba de pie al otro extremo del pasillo y la misma energía que nos unió desde siempre crepito en el espacio que nos separaba. Casi pude palpar sus ganas de venir hasta donde yo estaba y abrazarme para darme consuelo, pero Beatrice seguía a su lado, como un constante recordatorio de todo lo que habíamos prometido durante las vacaciones de navidad y las decisiones que habíamos tomado para el bienestar de todos aquellos a los que amábamos.

Featrice se dio cuenta de que James había dejado de prestarle la poca atención que le daba y miro en mi dirección, sonrió triunfante confundiendo mi apariencia desastrosa con la típica apariencia post-ruptura que me había enfocado tanto en dar los últimos días, y para ponerle la cereza al pastel, se levantó en la punta de sus pies y deposito un beso en la comisura de los labios de James.

Lily Potter y el Ultimo Mortifago || 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora