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Otra semana de clases había pasado sin pena ni gloria

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Otra semana de clases había pasado sin pena ni gloria. El tío George tenia al pobre de Hugo atormentado con sus bromas cada vez que lo veía por los pasillos, el profesor Krumm parecía haber hecho la meta de su vida hacer nuestras vidas, y TIMO's, imposibles y Albus parecía mi sombra, siguiéndome a todos lados siempre que sus clases se lo permitían y evitando a toda costa cualquier tipo de encuentro que James Malfoy y yo pudiéramos tener. Por accidente o no.

Así que, exhausta de la actitud de mi hermano y deseando un tiempo solo para mí, me encontraba sentada fuera del castillo, debajo del roble a unos cuantos metros de la orilla del lago, observando sin cuidado la tumba blanca que sobresalía justamente en la mitad del lago y que era el lugar de descanso de Albus Dumbledore. Mis pensamientos volaban sin parar pensando en la conversación de Jamie y mi padre en el pasillo de la casa, en la expresión de Papá y en cómo se habían portado tan crípticos en la despedida dándome esos regalos y casi rogándome que no me metiera en problemas. Estaba casi segura que dé también le había dado algo a Albus, pero de ser así probablemente el no me lo diría, de hecho, ninguno de los dos me lo diría a menos de que fuera de vida o muerte.

De lo que si estaba completamente segura era de que sucedía algo, Albus leía con atención cada mañana el periódico junto con Rose para luego pasar gran parte de las comidas cuchucheando entre ellos y callando cada vez que Hugo, Clara y Yo nos acercábamos para sentarnos a comer.

Evaluaba cada posibilidad, desde un atentado al ministerio, hasta la noticia de que Teddy, el ahijado de papá, se casara con alguna creatura extraña. Sin embargo, nada parecía tener sentido; pensé en cada conversación que haya habido en la casa en la que yo haya participado o escuchado en secreto, hasta las últimas reuniones de la Orden del Fénix, y aun así nada parecía llegar a mi mente.

James Malfoy llego en algún momento de mi perorata mental y sin yo darme cuenta, hasta que se sentó en el pasto a mi lado. Permanecimos en silencio, escuchando la respiración del otro y perdiéndonos en nuestros pensamientos sin sentir presión por llenar el silencio que reinaba entre nosotros. Me sentía tremendamente cómoda a su lado, casi como si fuera natural estar junto a él.

-¿Estas siguiéndome?- dije luego de un rato, y solo por un loco impulso de querer escuchar su voz.

-En realidad, tengo libertad de sentarme donde quiera y con quien quiera.

-Claro, y de todo el castillo, decidiste gastar tu tiempo libre sentado bajo este roble, a la rivera del lago- respondí sin mirarle- el mismo roble donde mis hermanos y yo nos hemos sentado durante todo nuestro tiempo en Hogwarts, ¿solo por casualidad?

-Así es.

Gire mi rostro y le mire solo por una fracción de segundo para luego volver mi vista a la tumba justo en el momento en el que me miraba. Aun sin verle, sabía que seguía mirandome, podía sentir sus ojos recorriendo cada centímetro de mi rostro y deteniéndose en cada lunar, como si tratara de aprender de memoria la forma de mi rostro y el color de mis ojos.

Lily Potter y el Ultimo Mortifago || 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora