Lily Potter y el Ultimo Mortifago || 1

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James Malfoy

La noche después del ataque de los dementores.

Nuevamente había decidido no dormí. Tenía semanas haciéndolo, solo tomando cortas siestas cuando sentía que moriría por la falta de sueño. Siestas lo suficientemente cortas como para asegurarme que ninguna pesadilla podría atormentarme. Claro, si es que a eso se le podía llamar pesadilla.

Me encontraba recostado en mi cama, con mi varita cerca de mi mano izquierda y un libro al lado de mi almohada, cuando una corriente de aire frio me recorrió por completo, batiendo las cortinas de la ventana más próxima a mi cama. Me levante para cerrar las ventanas, pensando que quizá alguno de mis compañeros de habitación las había dejado abiertas antes de dormir, pero cuando estuve frente a ellas me di cuenta de que estaban cerradas, con seguro incluso. Un escalofrío me puso la piel del cuello de gallina y cuando me volví para regresar a mi cama, me encontré de lleno con unos ojos fríos mirándome desde la oscuridad.

-¿Hasta cuándo vas a seguir peleando en contra?

-Hasta que dejes de joderme la paciencia. –respondí con rabia. En algún punto lo que me rodeaba dejo de ser mi habitación, para convertirse en un simple espacio negro, donde solo podía distinguir levemente la figura de un hombre alto y delgado, y esos ojos fríos, iguales a los míos, que me atormentaban sin parar. No necesitaba luz para saber de quien se trataba.

-No puedes pelear por siempre.

-Te equivocas. Yo no soy como tú.

-Entonces morirás junto con todos los demás.

-¡No! –grite y me lance sobre él.

Una risa macabra resonó por toda la habitación y desperté de un salto en mi cama.

Mire a mis demás compañeros de cuarto, aun durmiendo tranquilamente en sus camas y sin percatarse de nada. A pesar de todos mis esfuerzos había terminado por dormirme y él había vuelto a jugar con mi mente. ¿Hasta cuándo iba a durar esto? Tenía meses luchando contra una fuerza que poco a poco estaba superándome y no sabía cuánto más podría protegerlos a todos, tanto a mi hermana, como a Lily y los demás.

Sabiendo que no podría seguir durmiendo, me vestí y salí de las mazmorras para dirigirme a la Sala de Menesteres. Ese cuarto parecía ser el único lugar del castillo donde podía estar en paz. No sé si en parte era por la presencia de Lily, o por algo más, pero en estos momentos solo deseaba tranquilidad desesperadamente. Que contradictorio.

Termine de subir las escaleras que daban a las mazmorras y me encontré con Albus Potter apoyado en la pared frente a las escaleras, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho. ¿Qué hacia el perfecto Potter rompiendo las reglas?

-¿Qué haces aquí a esta hora? Pensé que tu madre se los había llevado después del ataque.–pregunte una vez estuve frente a él.

-Yo tenía exámenes y Lily también. Además, tenía el presentimiento de que saldrías más o menos por estas horas. –respondió el. –después de todo, es la misma hora en la que Lily se escapa de la torre de Gryffindor algunas noches.