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2013

La misa está a punto de empezar. El Corista se levanta y pasa la mirada entre las decenas de estudiantes apostados en las bancas. Recorre la iglesia, bajo sus miradas temerosas, sus zapatillas lustradas repiquetean en el cerámico mientras sube al altar. En la sacristía, habla con el sacerdote: qué hay que hacer, qué no, qué canta, qué no. El monaguillo se arregla la camisa con gesto cansino.
Sale nuevamente al templo. Una música de órgano suena muy bajo. Ahí, en su sitio, hay alguien. Un estudiante delgado y desgarbado, muy pequeño para tener edad de estar allí, la mirada de águila del cantor lo traspasa. El chico ni cuenta se ha dado. Mira el órgano, como si de una joya se tratara, sus manos pasan hábilmente de teclas. Un pianista.

El Corista se acerca lentamente, como un jaguar al acecho, sin despegar la mirada del chico, que toca alguna fantasía inventada. Un manotazo al órgano, la música se interrumpe súbitamente.
-¿Y vos quién sos?- el Corista le regala al joven una sonrisa de gato.
El chico le mira aterrado. Trata de levantarse, pero cae estrepitosamente entre la marea de cables. Se levanta, trata de huir. El Corista toma su mano con firmeza, obligándolo a verlo a los ojos.
-Me... Me llamo Fran... Francisco. Toco piano, pero la verdad el órgano siem... Siempre me ha gustado...
Los ojos del músico brillan en la penumbra de la iglesia.
-¿Siempre te ha gustado, decís?- su voz, casi como un espectro, retumba a los bajos.
-S... Sí.
Lo analiza como si de un objeto de valor se tratase.
-¿Y si te digo que yo te puedo abrir las puertas a la felicidad?
-¿Qué?
-Te puedo hacer el mejor músico, el mejor organista. ¿Es eso lo que quieres, verdad, Francisco?
El chico mira a los ojos al organista. Nunca antes habia visto al Cantor en sus seis años en el internado, o tal vez sí, no lo sabe. El miedo lo invade, pero las palabras que ha dicho el Cantor le han llamado la atención, asiente apenas.
-Hoy sales después de misa, ¿verdad? Te veo mañana en el parque del Santuario. Y te enseñaré más de lo que imaginás.

El chico agacha la cabeza, pensando. La verdad es que la organería siempre ha sido un mundo fascinante para él. Sin embargo, algo lo frena. Algo le dice que no debería adentrarse tanto en este mundo, un presentimiento que su juventud e inexperiencia no definen con claridad.
La mirada del Corista cobra dureza a cada segundo de silencio. El miedo atenaza al chico. Mira a todo lado, nadie está cerca, nadie puede salvarle. Se ve obligado a responder:
-A... Acepto.
Una sonrisa aparece en el rostro del Corista, haciendo que sus facciones tétricas se acentúen.
-Bueno, nos vemos. Ahora vete- espeta, empujando al chico fuera del banquillo y sentándose él en su lugar.

***

El estudiante llega al parque del Santuario. Saca del bolsillo el papel que otrora le dió el Corista. Lo desdobla con cierto nerviosismo.

"Entra al Santuario por la puerta norte. Debajo de las gradas del coro, hay un banco de tres pies. Levanta el asiento y encontrarás una llave chica. Después, ve al altar del Sagrado Corazón de Jesús y mete tu mano detrás del lado del Evangelio. Encontrarás una llave grande. Con la pequeña, abrirás la reja del coro. Con la grande, la puerta del alto."

Francisco se dirige a hacer la tarea. No le es difícil encontrar el banco, sin embargo, encuentra difícil el entrar su mano ancha en la hendidura del altar que el Corista le ha indicado. Pronto cuenta con las dos llaves. En la puerta del alto, hay una segunda nota:

Estás a punto de cambiar tu vida para siempre, joven. ¿Seguro que quieres continuar?
Si la respuesta es sí, volteate dando la espalda a la puerta. Frente a ti, hay una cámara de seguridad que ya ha grabado tu actuar. Levanta tu mano derecha como si hicieras un juramento, hasta que la luz sobre la cámara sea verde. Con este gesto es como el sistema reconoce a los amigos, y desactiva la llamada a los cuerpos de emergencia."

DELIRIUM ✨ (Todos Merecemos Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora