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El padre Pérez se estira y pone los pies en el escritorio, satisfecho. La oficina, antes repleta de libreros perfectamente ordenados, ahora posee solo tres, arrinconados contra la pared y ni siquiera están llenos a la mitad. Aquél cuadro precioso del Buen Pastor al que él padre Hernán solía mirar en busca de consuelo, fue sustituido por un Cristo, demasiado pequeño para esa pared tan grande. Junto a la ventana, una única planta: una jade, sobreviviente al cambio de párroco (las plantas eran de Hernán), aunque no se ve que vaya a durar.

Donde era la "casa de los corazones rotos" instauró la oficina parroquial. Donde era la oficina, tiró los AMPOs que consideró inútiles, ante la mirada perpleja de Zalay, quien no pudo objetar nada.

-¿Para qué diablos guardaba Hernán tanta porquería?- se quejó.
El joven sacerdote se frotó las manos, nervioso.
-Bueno, padre Cristian, esos archivos tienen toda la historia de la Catedral, desde los reportes de pago de los servicios básicos, hasta los manuales de instrucciones de las estructuras de los altares.
-¿Y a mí qué me importa todo eso, padre Ron?- espetó.
-Padre, yo...
-Mira, niño Ron, esta es mi parroquia, por si no lo has entendido. Que Monseñor te haya escogido a ti para que "me enseñes como manejar una parroquia" cuando ni tú has tenido una, me deja en claro que piensan que no voy a dar la talla. ¿Sabés, Ron? ¡No quiero tu ayuda, no me interesa! Ya estoy grandecito para tomar mis propias decisiones, y yo hago con mi parroquia lo que yo quiera. ¿Entiendes, niño Ron, o te explico con dibujitos?
Ron solo pudo asentir. Esa misma noche, lloró a lágrima viva en el hombro de Rivara, valiéndole queso que Pérez y Rivara hayan sido compañeros de ordenación, preocupado por el futuro de la iglesia madre...

Y si el despacho del párroco ahora es desolador, más desolada se ve la casa cural sin las urnas con las vajillas para té, sin los cuadros que adornaban las paredes. Los que quedan son de santos, de papas, o unos extraños cuadros con impresiones de parajes chinos, como los de los restaurantes asiáticos. (¿De dónde diablos los sacó?).

-¿Puedo quebrar esos floreros?- Pérez señaló una urna de floreros tornasolados y figuras de cerámica que estuvieron de moda en los años sesentas.
-No lo recomiendo, Padre. Están inventariadas- Zalay hojea la carpeta del inventario de la casa cural.- Según los registros están inventariados desde Monseñor Arrieta. Son mera decoración.
-Una decoración de pésimo gusto, niño Ron.- Se va esta cochinada a la bodega. Llevátelos, y saca los cuadros que están ahí. Y cuando me vaya, sufrirán algún evento desafortunado.
Con la mandíbula tensa, Zalay tomó los floreros, pero en vez de llevarlos a la bodega, los llevó a su habitación. Le recordaban a su bisabuela, quien lo chineaba a él y a sus hermanos. Ahora, debajo de la cama del sacerdote hay seis floreros y en el escritorio unas figuritas de cerámica.

En su habitación, permanecen únicamente el escritorio y la cama matrimonial. El armario desapareció (era de Hernán) y en su lugar puso uno que era de la sacristía. Las paredes igual de desnudas que en el resto de la casa, dan un aire de que eso no es un hogar, tan solo es un lugar de paso. Quizás tan solo es la costumbre de alguien que no dura en sus nombramientos, de alguien incapaz de formar un hogar.

Se acuesta en la cama con los zapatos puestos, mirando el celular, embobado. El padre Zalay está de capellán en el hospital y el padre Xavier vive en la filial del Divino Niño, por lo que está solo. La Catedral ya fue cerrada y pareciera que no hay más responsabilidades que ver Facebook y reírse de las publicaciones tontas. Una empresa privada es la que da seguridad a la Catedral; sin embargo, nunca se ha preocupado si en la noche está o no está el guardia, por lo que no se percata de un extraño ruido en la sala, ni el ruido de revolver cubiertos en la cocina, ni de la sombra que se cuela en la habitación, ni de la presencia que se acerca a él. Le envía un meme a Rivara, como un adolescente bobo con un comentario que pone en tela de juicio su madurez, mientras en el grupo del clero, silenciado (como no podía ser de otra manera), se desata una discusión por algo que el idiota de Hernán dijo y el imbécil de su sobrino Ricardo, ha secundado...

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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