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El calor de los primeros meses del año dentro del Santuario puede ser insoportable, pero no para Marvin. Ha pasado los últimos veinte años dentro de sus paredes, día tras día, al inicio de la mano de su padre, después sólo. Ha vivido ya el paso de cinco rectores, Rivara el último. Ningún rincón del Santuario es para él desconocido, cada uno de ellos es como una habitación de una gran casa. Nada lo inquieta ni lo asusta ya, a pesar de suicidios y asesinatos allí cometidos, ni siquiera las joyas de Nuestra Señora le impresionan. Y es que veinte años en esas paredes también le han traído ventajas: aunque sus hermanos también vivieron allí su infancia, él ha sido quien no se ha apartado del templo, al estilo de la anciana Ana, la del evangelio, cuando presentan al Niñito Jesús, y el templo mismo le ha mostrado sus secretos: su corazón, por así decirlo. Logra intuir de manera precisa lo que le sucede a algunos servidores: tal fue el caso de Eduardo Albán cuando descubrió la infidelidad de su mujer, cómo su calidad musical (ya de por sí cuestionable) se terminó de hundir para no salir más. Y con este mismo don se da cuenta que algo le pasa a Francisco.

Aunque llega puntual, según su costumbre, casi una hora antes le llama la atención que llega vestido con una suéter larga y otras tenis, caminando con dificultad y acompañado de una joven de cabello oscuro y rizado. Sabe que salió gravemente herido de una pelea o algo así, lo que no imaginó es qué tanto.

Francisco y ella entran a la Capilla de Confesiones, y en el silencio de ésta, Mili se siente intimidada y culpable.
-Perdón por estorbarte hoy, hermanito.
Francisco se detiene, jadeando. El dolor es insoportable y no está seguro si podrá tocar la misa, y peor aún, no sabe si podrá subir las gradas del coro. Mira el Atelier con cierta desazón.
-No... No te preocupes. No estoy en mi mejor forma...- mira hacia el órgano tubular- No sé si pueda subir.
Mili lo mira, alarmada. Su hermano podrá estar mal, pero siempre el órgano del Santuario será su prioridad. Que diga eso es una derrota en toda regla.
-¡Ave María Purísima, maestro Montealegre!- Alexander sale de sacristía, mirándole sorprendido.- Iba a preguntar cómo le iba, jovencito, pero veo que no muy bien.
-No se preocupe por mí, Alexander- responde Francisco, reprimiendo una mueca- estaré bien. Voy poco a poco. Por cierto, ¿cómo está Danna?
Sonríe al notar como Alexander suaviza el gesto.
-Mi princesa hermosa está muy bien, como siempre.- hasta su voz cambia, más dulce, al oír hablar sobre ella.
-No me ha vuelto a hablar, desde hace días de hecho.- Mili nota la preocupación en su voz.
-Ha de estar ocupada con alguna cosa. Así es ella. Pronto aparecerá. Con vuestro permiso, jovencitos, tengo que hacer la ronda correspondiente.- el guardia palmea a ambos en el hombro y sigue su camino.

-Curioso guardia- comenta Mili, ayudándole a Francisco a reanudar la marcha.
-Dale gracias a Dios que nos tocó él y no Albán, o peor aún, el imbécil de Montealegre.
-¿Que vos qué?
-Idiota.

En sacristía, Marvin les recibe en su oficina.
-Veo que ya estás más repuesto, Francisco- comenta, mientras llena el acta correspondiente.
-Algo así- responde.- Debo confesarle que tampoco estoy para tirar cohetes, pero ya Pérez está enfadado con mi ausencia. No sabe la verdad.
-Ni la sabrá- levanta el lapicero con brusquedad.- Dame un momento. Manuel se dedicó a ordenar ésto, y ordenó tan bien que ahora no encuentro nada.
Mientras le busca las llaves, repara en la pared del fondo, llena de fotos enmarcadas.
-¿Cuánto tiene de trabajar aquí?- pregunta el chico, aún con la mirada en ellas.
-Cumpliré veintiún años ya. Entré como secretario, pero pasaba más aquí que allá.- Marvin se quita sus gafas de lectura y se recuesta en el escritorio- el padre Rodri se dió cuenta de eso y de que mi padre era el sacristán, y bueno, una cosa lleva a la otra y...
Descubre una foto de Danna, siendo una niña pequeña, celebrando su cumpleaños en la sacristía antigua, nota a Eduardo, a Arce y a Hugo entre los presentes. Marvin lo nota mirándola.
-Para ella el Santuario siempre ha sido su lugar feliz. Como no tenía amigos y el padre Eddy la quería mucho, nos dió chance de celebrarle una tarde por acá.
-¿Es su hija?- Mili lo mira.
-Mi sobrina... Quisiera que fuera mi hija, o que Gloria fuera como ella.- sacude la cabeza -en fin. Al menos Diego sentó cabeza, y ahora tengo a Bastián.- le da las llaves del órgano y un lapicero.- Ah, por cierto, Francisco. Cuando veas a Danna, tendrás que ser bien creativo.
El rostro del chico muestra su confusión.
-¿A qué se refiere?
-A que Bernal... Le dijo de... Ya sabes- incómodo, Marvin mira el techo, mientras Francisco se inquieta.
-¿Qué fue lo que le dijo Bernal? El padre Ricardo me trató como basura el último día que lo vi, me dijo cosas que...- se escalofria.
-Que no le dijo... Mira, Danna sabe de la apuesta. Sabe lo que querían hacer con ella, y ahora cree que sos una copia de Gregorio. Reflejó en vos todo lo que él es, y ahora pues, creo que le creyó a Martí...- tensa la mandíbula, esperando la reacción de Francisco.

DELIRIUM ✨ (Todos Merecemos Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora