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"Ángeles es un pueblo pequeño y brumoso de gente de gran corazón, pero de armas tomar si algo no les agrada." reza un grabado sobre el escritorio de la oficina parroquial, hecho por nada más y nada menos que Luis, el hijo de Hugo Torres, el día que fue despedido de la secretaría parroquial. Hernán pasa la mano sobre él, sacude la cabeza, abre la ventana y se apoya en el alféizar como una adolescente soñadora, mirando las montañas verdes y los campos sembrados. Le encanta la sensación del aire fresco y puro y el aroma que acarrea a limón, producto de los limoneros que bordean el patio. Lleva casi un mes allá y se siente tranquilo y en paz, en contra de lo que esperaba. Se le ha quitado un enorme peso de encima, sin saber bien por qué, y su mente vuela hacia Ignacio, quien ha partido a Roma con un privilegio único, mientras que Ricardo ha sabido ganarse a las gentes de Arcángel con ese carisma tan suyo. Manuel y Danna ahora trabajan y estudian; parece que al fin todos encajan en un rompecabezas luego de años de vagar como piezas sueltas, y sorprendentemente, él también se siente en su elemento.

Decidió hacerle caso a Roy y a Marvin y volver a tomar los ansiolíticos que había dejado, creyendo que solo era cuestión de tener el mundo bajo control. Igualmente les prometió que haría tres comidas al día más la bebida caliente de la tarde y el te de hierbas de la noche. Puede parecer una nimiedad, pero Hernán tenía problemas con la comida, depresión y ansiedad desde el seminario y volvió a caer en ellos durante su estadía en Catedral, camuflándolos mediante una agenda eternamente llena y refugiándose entre la casa cural, viéndose rara vez fuera de las misas, hasta que el dique cedió y tuvo que reconocer sus problemas.

Luego se una ajetreada mañana visitando enfermos y de un almuerzo revitalizante, se pone un abrigo grueso y una boina y sale a dar un paseo. "El pueblo tiene forma de pueblo" piensa, complacido, recostado al muro de la plaza. Frente a la iglesia la plaza, y frente a la plaza la escuela. A un costado de la iglesia la panadería y el taller mecánico, al otro lado clínica y la oficina de servicios públicos; y siguiendo hacia la plaza el supermercado y la despensa agrícola. Todo lo demás son caseríos, pequeños negocios, barrios, y cruzando la carretera principal y siguiendo un trillo, el cementerio sobre una colina.

Se enteró después de la toma que todo fue obra de Monseñor Urias, puesto que él vive con su familia de Ángeles. ¡Ah, el obispo emérito siempre cubriéndole las espaldas! Si él lo hubiera sabido desde el inicio, no se hubiera enojado con Ignacio de esa manera. Urias metió mano al saber los planes del obispo y no ha cesado de agradecerle cada que lo ve, al punto de hartar al anciano, quien ahora es su vicario.

Sus sobrinos no se han librado de su nuevo aire: Manuel ahora es su sacristán y Diego el guardia. Quería que fuera Marvin, pero este se negó. Y doña Carmen, ¡Ah, tan leal la bella dama! Un ama de llaves eficiente y correcta como pocas, una señora que viene trabajando con él desde Inmaculada. Carmen le conoce tan bien que le es difícil imaginar su vida sin ella y sin don Alberto, su esposo. Le hubiera gustado que Flora también se hubiera venido, pero la viuda fue acogida por Cristian.
-Ya ni modo- piensa, añorando aquellos guisos de amor, especialmente uno que le hizo a petición, y que cada que las cosas se ponían difíciles, ella le sorprendía con él.

En uno de los patios, dividido tan solo por una cerca de un arbusto que da unas frutitas ácidas, saluda amablemente a la señora y le pide con humildad unas cuantas naranjas que le traen antojado desde hace días, y la señora al ver el cartoncillo blanco en su cuello, no solo le ha complacido con naranjas, también con manzanas, uvas, higos y un hermoso chiverre que promete enviar a Diego a por él. En otra casa, una señora que le vió antes le da unos panes dulces, y otra ancianita le promete llevarle el almuerzo el próximo sábado.

Es primera vez que tiene una comunidad rural, y aunque él imaginaba algo más tranquilo y acogedor, no esperaba la bienvenida que le dió el pueblo ni la paz que su corazón siente. Por el momento es "el bueno del padrecito" ¿Cuánto durará eso? No lo sabe, pero por primera vez no le importa el qué dirá la gente. Tan solo quiere vivir correctamente los caminos de Dios. Y aunque aún tiene responsabilidades, prefiere no recargarse como en la catedral. Y aunque está lejos, prefiere ser sincero consigo mismo en vez de mentir como ya ha hecho antes.

DELIRIUM ✨ (Todos Merecemos Amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora