Día 2

22 2 0
                                    

Día 2: Piratas

...

Lo llamaban el Lord de los siete mares, el demonio de los tesoros, Yako el temible... O su favorito, Perfección asesina. Había de dónde elegir, pero a pesar de su fama, había algo, o alguien, quien le hacía competencia de una manera alarmante.

Nunca lo había visto en persona, pero estaba seguro que, de hacerlo, le clavaría su espada en donde más le doliera, pues a pesar de jamás haberlo conocido; ya lo odiaba. Ambos tenían la misma cantidad de botín y fama misteriosamente peligrosa, el detalle que los diferenciaba residía en que nadie conocía el verdadero rostro de Shikon.

Hasta ese maldito día; había oído de una isla perfecta para ser reclamada, abundante en oro y minerales en sus minas ocultas, vegetación y agua cristalina. Tenía que ser suya, se dijo; y había guiado a sus hombres hasta llegar a esa isla supuestamente desconocida... Hasta que la imagen de un inmenso barco apareció a la vista, inmediatamente reconoció el logo, era el pirata Shikon.

Sonrió maliciosamente, era su oportunidad de oro para acabar con su mayor rival y hacerse con su botín. Le indicó a su tripulación lo que harían, ellos emboscarían a la tripulación enemiga mientras él se encargaba de abordar a Shikon y acabarlo de una vez por todas.

Una vez arribaron en tierra firme, procedieron a ejecutar sus posiciones. Primeramente vigilaron desde una distancia prudente el barco enemigo. Tras haber confirmado que el capitán no se encontraba, les dio carta blanca a sus hombres para preparar su ataque. Él, por otro lado, tenía una cita con el capitán Shikon; era hora de rendir cuentas y dejar en claro quién era el mejor de los dos... Claramente era él, de eso no había duda; o por lo menos era lo que, el tan temido Lord de los siete mares, Sesshomaru; pensaba.

Su intuición aventurera y sedienta de tesoros desconocidos, le decía que, su tan jurado adversario, buscaba el corazón de la isla Sengoku, por lo que siendo un experto en la caza de tesoros valiosos, se guio sin problema por el lugar, siguiendo su rastro casi imperceptible. Tenía preparada su legendaria espada Bakusaiga, no le atacaría por la espalda pero estaría preparado, después de todo hacia un tiempo que no tenía una batalla decente.

Su instinto le decía que estaba cada vez más cerca del centro de la isla, además las huellas en la arena que conducían a una pequeña cueva por la que había que sumergirse delató el posible paradero de Shikon. Una maliciosa y baja risa emergió de lo profundo de su ser, el poder y la máxima reputación ya casi eran suyos.

Entró en el supuesto estanque, mientras más avanzaba más profundo se hacía y cuando llegó a la pequeña cueva por la que dedujo que Shikon había pasado, tomó una profunda bocanada de aire antes de sumergirse. Nadó por varios minutos. Siendo guiado por la claridad cristalina del agua, llegó a lo profundo del corazón de Sengoku.

A unos pocos metros estaba Shikon...

Universos InfinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora