Día 15

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Día 15: Robo

...

La fiesta de disfraces que su padre había organizado parecía ir viento en popa, los invitados se divertían y la comida estaba deliciosa. Y no había rastro alguno del famoso ladrón Yako.

Era mundialmente buscado, pero parecía ser demasiado inteligente para los mejores detectives, nadie daba con él. Sacudió la cabeza tratando de alejar esos pensamientos, nada arruinaría el evento de su padre.

Para el cual llevaba un vestido de la época victoriana con una máscara veneciana, pero aparte de su estilo de muñequita inglesa, lo que más destacaba era el carísimo colgante de joyas reales que su padre le obsequio para la ocasión; se sentía un poco insegura luciendo aquellos accesorios llamativos tan abiertamente, quizás porque estaba a la expectativa de que el famoso Yako se apareciera ante ella.

Una mano se posó en uno de sus hombros, haciéndola dar un pequeño brinco. Dándose la vuelta descubrió aliviada que se trataba de su amiga del alma; Sango.

Con una mano en el pecho, exclamó: – ¡Dios, Sango! Me sorprendiste.

La castaña simplemente sonrió.

–Siempre has sido fácil de sorprender, quería decirte que tu padre se lució, ¡y que te ves preciosa! –Kagome se sonrojó ante el alago de su amiga y detalló mejor su disfraz, parecía una exterminadora de demonios.

–Pues déjame decirte que tú no te quedas atrás, te ves increíble, apuesto a que Miroku no deja de mirarte. –Ambas rieron recordando lo cariñoso que era el pelinegro de coleta, quien estaba disfrazado, irónicamente, de monje.

Ambas chicas siguieron hablando hasta que nuevamente, una mano, pero esta se notaba que era masculina por su grosor y peso, se posaba en su hombro.

Los celestes ojos de Kagome voltearon a ver al nuevo acompañante, sin dejar de notar la sorpresa de Sango. La azabache casi se atraganta al notar lo guapo que era, cabello plateado y semi largo... Y, Dioses, esos ojos dorados que parecían comérsela. Sus mejillas enrojecieron al darse cuenta de cómo se le había quedado mirando.

–Disculpe señorita, pero, ¿me concedería esta pieza? –Sin palabras para responderle, Kagome únicamente pudo asentir, viendo de lejos como Sango levantaba su pulgar en señal de suerte. – ¿Cómo te llamas?

Tartamudeando, respondió. –Kagome, ¿y usted es...?

–Sesshomaru. –Su voz de barítono atontaba sus sentidos, sus fuertes manos cálidas en su cintura la ponían nerviosa. De pronto, Sesshomaru le dio una ladina y misteriosa sonrisa.

Una de sus manos se colocó en su mejilla, de pronto y sin advertir las luces se apagaron dejando escuchar los gritos de las personas, ella dejó ahogar uno mientras los increíblemente dorados ojos de Sesshomaru parecían brillar. Su corazón latió acelerado.

–Aunque me gustaría quedarme contigo toda la noche, el deber llama. –Sus palabras la confundieron. –Hasta que nos volvamos a ver, Koi.

Sus suaves labios cubrieron los suyos, dejándola en shock y antes de que pudiera devolverlo, las luces volvieron, pero Sesshomaru había desaparecido. Sango llegó a su lado exaltada.

–Kagome, al parecer Yako estuvo aquí, ¿te robaron algo?

–Sí, Sango... Me robaron el corazón.

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