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La de procedencia china le explicó todos los sucesos ocurridos en los últimos dos días a su amiga japonesa, pero su reacción la estaba haciendo dudar sobre sí había sido la mejor opción.

—...

—Por favor, dí algo.

Feng le agarró las manos intentando llamar su atención, sin embargo, Rin estaba pérdida en un mar de pensamientos asimilando todos los eventos. Finalmente, la Yamaoka menor soltó un gritito de emoción y abrazó a la contraria. Le alegraba que Min fuera feliz, aunque la penúltima parte de la historia no le terminaba de agradar.

—No creí que te tomarías en serio lo de impresionarlo, eh.

Las mejillas de la jugadora se ruborizaron levemente, lo cual provocó que la asesina riera.

—Sólo ocurrió...

—Me quedó claro, pero me sorprende igualmente. El Dr. Herman se veía tan serio y resultó ser sadomasoquista... Cada día se aprende algo nuevo.

—No le vayas a decir a nadie.

—¡Pero Moon! ¿Ni siquiera a Susie?

—Ni siquiera a Susie.

La azabache de gran melena suspiró rendida e hizo un puchero muy extraño, causando que esta vez fuera Feng quien riera.

—Cierto, ¿cuándo voy a conocerla?

—Aún no está lista, tiene una manera de pensar muy distinta a la mía.

—No entiendo...

—Ella mata por placer. Si te ve, no dudará en acabar contigo.

Su conversación se vio interrumpida por el susurro del ente en la cabeza de Rin. Alguien estaba en su reino. La japonesa se alertó y recogió los platos del suelo.

—Moon, estamos en problemas. Ya llegó abu, así que necesito que te escondas en mi armario hasta que te avise.

Murmuró, rígida.

—¿Qué tan malo sería que me viera?

Min se levantó del futón y ayudó a la espíritu a acomodar la estancia.

—Escondete, ¡ahora!

El aura de la Yamaoka se oscureció lo suficiente como para asustar a la jugadora y ésta corrió a ocultarse donde anteriormente le había indicado. Que miedo daban los Yamaoka.
Kazan empujó la puerta corrediza de la vivienda, encontrándose de lleno con su tatara, tatara, tatara, tatara, tatara nieta, quien llevaba un par de cuencos en sus manos. La asesina se paralizó al verlo y le sonrió, nerviosa.

—Bienvenido a casa, abu, ¿cómo te fue?

—Bien, gracias por tu preocupación, pequeña Rin.

La menor asintió y siguió su trayecto hasta la cocina, siendo seguida por el demonio.

—¿Tienes hambre? Intenté seguir tu receta pero aún no estoy segura de haberlo hecho bien.

—Está bien, puedo enseñarte cuantas veces sean necesarias hasta que lo domines.

La espíritu agarró un cuenco nuevo y vertió una cantidad considerable de ramen en éste. El Oni mantenía su vista fija en su descendiente ya que algo no le cuadraba del todo. Aquello no hizo más que aumentar la inquietud de Rin.

—Aquí tienes, ¿se te ofrece otra cosa?

Le entregó el recipiente al mayor y esquivó su mirada, sabiendo que si lo miraba directamente a los ojos le diría la verdad.

—No. Rin, ¿me estás ocultando algo?

—¿Qué? ¡No! Quiero decir... No, abu, es sólo que--

—¿Se trata sobre Susie?

La japonesa se ruborizó en escasos segundos al escuchar el nombre de su querida amiga. El hombre de gran musculatura notó aquello e inevitablemente su semblante se suavizó. Hace mucho tiempo no trataba con los sentimientos de otra persona, pero haría el esfuerzo por entender el estado de ánimo de su pequeña.

—Si, me ha contado que le gusta alguien y ese alguien le corresponde de una manera un tanto confusa.

Era la primera vez que le mentía a su abuelo y por ende, no sabía que tan peligroso era el terreno.

—Prosigue.

¿Ahora cómo continuaba? Dio un gran suspiro y se preparó mentalmente para evitar confundirse mientras le explicaba la historia al Oni, aunque reemplazando los nombres protagonistas.

—Y pues le preocupa que lo que existe entre ellos sea puro interés carnal.

—Entiendo. Déjame pensarlo y te hablaré para conversarlo. Por lo mientras, ¿no quieres ir al santuario?

—Gracias abu, pero no, quedé de verme con Susie después de su prueba para visitar a Charlotte. Aún sigue siendo muy reservada.

—De acuerdo, diviértete pequeña, nos vemos más tarde.

Rin se fue con paso apresurado a su alcoba y la cerró tras de sí. Feng estaba atónita desde la puerta del closet, escuchó la mayor parte de la conversación y jamás creyó que el Oni fuera tan paternal con la espíritu. Ahora no lo vería con los mismos ojos.

—Moon, tenemos poco tiempo, vámonos.

Y como si fuera una orden, la jugadora agarró su ropa y salió detrás de la asesina.

.

.

.

—Gracias por venir, Lisa.

La recién mencionada se acomodó en la silla frente al escritorio, avergonzada.

—No es nada.

—Lamento interrumpir tus actividades cotidianas, pero tengo que hablar contigo.

Sherwood sabía a donde se dirigía todo ese prólogo.

—¿Es acerca de lo que ocurrió ayer? No se preocupe, Dr. Herman, no ví nada.

—Claro que lo viste, no seas alcahueta.

La bruja no entendía, ¿no se supone que lo quería de ella era su silencio?

—Tuve sexo con una superviviente. La que viste ayer era ella.

La morena miró fijamente a Carter, impactada por su confesión. La verdad es que no tenía muy claro el porqué le estaba contando su intimidad, pero viniendo de él todo le resultaba tan atractivamente interesante. Y no era para menos, hubo una época en la que se sintió atraída por Herman debido a su misteriosa y casi elegante personalidad pero ya lo tenía superado, al menos la mayoría.

—Dr. Herman...

—Va en contra de las reglas, lo tengo claro, pero te necesito, Lisa.

—No lo sé, ¿Sally ya lo sabe?

—Precisamente porque Sally no lo sabe estoy recurriendo a ti.

—Es que ella no es una de nosotros, ¿cómo...?

—Hizo un trato conmigo y se me salió de las manos, tú lo has visto.

—Lo mejor será que lo hable con Sally, estoy segura de que ella le podrá ofrecer mejores alternativas que yo. Lo siento, pero prometo no decirle nada a nadie.

Lisa salió casi corriendo de la oficina. El médico se sentía pérdido.

Electroshock [Dead by Daylight fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora