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Smithson dejó el vaso de agua encima del escritorio y le extendió una tableta de ibuprofeno.

—Jamás creí que te vería en este estado.

El doctor recibió la pastilla y la ingirió con un trago de agua. Sentía que la cabeza le iba a reventar en cualquier instante y con el sabor del medicamento las náuseas comenzaron a aparecer. Definitivamente no volvería a tomar, al menos no en grandes cantidades.

—Cállate.

Herman cerró los párpados y frunció el entrecejo, maldiciendo en su mente lo insensato que había sido al beber de manera descontrolada. Ni siquiera recordaba por qué lo había hecho, sólo sabía que ayer tuvo mucha rabia acumulada en su interior.
Sally se cruzó de brazos, indignada. Le estaba ayudando a hacer más llevadera la resaca ¿y así le agradecía? Incluso había abandonado a Philip en una de las habitaciones de la cantina de Caleb para venir a auxiliarlo.

—Eres un imbécil.

—Y tú una gritona.

—Una gritona que te está ayudando, sé un poco más considerado.

Carter le dio otro sorbo al recipiente de vidrio y masajeó con delicadeza sus sienes, cuando de repente sintió el tacto de la enfermera apartando su mano de su frente. Ésta lo miraba de manera distinta a lo habitual... ¿Estaba compadeciéndose de él?

—Ve a dormir, cancelaré tu cita con el chico de la Legión y la pospondré para... ¿Qué te parece dentro de 2 días?

La de vestimenta albina empezó a recoger los documentos esparcidos por el suelo. El consultorio estaba hecho un desastre, pero por ahora se ahorraría su curiosidad para evitar que la situación de Herman empeorara.

—Me parece perfecto, gracias Sally.

Carter se levantó del sofá y a duras penas caminó hacía el sótano, donde se hallaba su habitación. Una vez abajo, se deshizo de los molestos zapatos y se acostó en la cama, cayendo inmediatamente en un profundo sueño.

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—¿Ya despertó?

Cuestionó una de las siluetas.

—No, estoy preocupada, ¿y si no lo hace?

—Lo hará, estamos en el limbo después de todo, aquí nadie muere... O vive, sólo dale su tiempo, Adam me contó lo que ocurrió y eso es nuevo, hasta para ella.

—Está bien, confío en ti, Laurie.

—Ahora ve a comer que ya te has saltado 2 comidas y no quiero que te vayas a las pruebas con el estómago vacío.

—P-Pero--

—Pero nada, Claudette, yo me encargaré de ella.

Strode le sonrió calidamente a la morena y le apretó el hombro con sutileza. Morel derrotada contempló por última vez el semblante pacífico de Nea y abandonó la cabaña. La rubia aprovechó ese momento a solas para sentarse en un tronco cercano a la "cama" –que era un leño pulido a la mitad– en la que reposaba Karlsson y le sostuvo la mano. Aunque ambas tuvieran sus contratiempos en el pasado, no podía negar que se sentía intranquila por el estado actual de la graffitera, y peor aún, por la nueva mecánica macabra que había utilizado el Doctor para asesinarla. Anteriormente los había creído seres irracionales guiados por su sed de sangre, pero a estas alturas se había dado cuenta que no era así. Los asesinos se actualizaban constantemente y era hora de que ellos hicieran lo mismo si no querían terminar como la pelirosa.

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Feng abrió con lentitud los ojos y se encontró con el techo blanco del quirófano. Otro día más en el Instituto Conmemorativo Lery. Siguió lo que ya consideraba una rutina, que era bajar de la camilla de un brinco, y empujó la puerta que daba al pasillo. Necesitaba un baño urgentemente, así que sin más dilación se dirigió a las duchas y se quitó la ropa. Abrió el grifo de la regadera para dejar que el agua fluyera hasta que tuviera una temperatura aceptable y mientras se observó en lo que quedaba del espejo. La cicatriz de su cuello seguía ahí, con un ligero color rojizo. Dirigió su mano en esa dirección para acariciarla, pero un recuerdo inesperado la interrumpió. Era la mano de Herman en la parte trasera de su cuello intentando atraerla hacía sí mismo. La asiática negó, tratando de sacarse esa imagen de la cabeza, pero las memorias no cesaron. Los labios agrietados del moreno sobre los suyos, moviéndose en un compás torpe pero lascivo, a la par que unas grandes manos manoseaban su cadera. El rojo carmín no tardó en hacer presencia en sus mejillas y desvió la mirada. ¿Eso realmente había pasado o era producto de su imaginación? Y si era real... ¿Por qué lo había permitido? Introdujo su cuerpo bajo las gotas calientes de agua y poco a poco la vergüenza se disipó.

«Pero... Me gustó»

Admitió, sorprendida. Es decir, que le haya gustado el beso y las caricias no significa que estuviera enamorada de la persona que se las proporcionó. Eso lo había confirmado con Nea. Suspiró con alivio ante sus conclusiones y prosiguió enjabonando su cabello azabache.

«¿Pero por qué lo hizo?»

El Doctor era impredecible, podría haberlo hecho por distintos motivos. Burla, castigo, experimentación, reto quizá, pero jamás por atracción, ¿verdad? No podía negar que Herman tenía un físico tentador, pero era su nemesis, alguien que no dudaría en matarla y hacerla sufrir de cualquier manera, pero ¿y en otras circunstancias? Su mano bajó hasta la altura de sus senos y levemente rozó su pezón izquierdo, provocando que un gemido escapara de su boca. Quería más, sentir aquellas sensaciones que nunca había percibido por temor. Con la otra mano descendió hasta su entrepierna y la palpó, causándole un respingo. Se sentía demasiado bien como para ser verdad. Continuó autoexplorando su sexo con la imagen de Herman del día anterior en mente.

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No tengo excusa para haber tardado 2 meses en traer el capítulo, perdón ; ; andaba re vicia en otros juegos, espero que esta parte cumpla sus expectativas porque si no me mato, nah, no cierto, pero si no les gusta pues ta bien, vengo de un bloqueo mental cabronsísimo y es comprensible, los tqm, gracias por leer 💖

Electroshock [Dead by Daylight fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora