Su pecho subía y bajaba tan lentamente que creía que estaba muerta. Tal vez si se había excedido con la carga que había utilizado para desfallecerla el día anterior, pero al menos estaba viva, que era lo que le importaba.
—Herman, reunión urgente, ¿dónde estás?
Desvió la mirada de su víctima al distinguir la voz de Sally en su despacho. Inmediatamente se levantó de la silla metálica en la que hasta el momento había reposado y agarró su arma, que se hallaba a un lado de la asiática, encima de la camilla.
—Aquí.
Se asomó por el marco de su oficina y se recargó.
—Tienes un desastre aquí.
La enfermera señaló todos los documentos y carpetas que tenía esparcidos por el escritorio y parte del piso, irritada. Si hay algo que de verdad le molestaba, eran los desórdenes, en sus años de servicio tuvo que lidiar con muchos y consideraba que a pesar de ya no ser ni siquiera humanos, debían conservar el hábito de la limpieza, a excepción del Demogorgon, ese era un caso muy especial.
—Lo sé, necesitaba actualizar el expediente de algunos de mis pacientes, más tarde lo arreglaré.
Carter miró al techo, lo que menos necesitaba ahora mismo eran reprimendas, y lamentablemente, era lo que mejor sabía hacer Sally.
—Que así sea.
La de vestimenta blanca estiró la mano al vacío y después de un grito espectral, desapareció de la sala. Herman exhaló de manera sonora. En medio de todas esas hojas desparramadas, se encontraba el historial de su obsesión por defecto: Feng Min. Hacía tiempo que la llevaba estudiando, pero ahora que la tenía a su disposición, las cosas serían relativamente más fáciles.
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Intentó abrir los párpados, pero el reflejo blanco de la habitación se lo complicaba de sobremanera, a tal punto de causarle un dolor punzante en las sienes. Aguardó unos segundos mientras pensaba en cómo darle solución a su problema hasta que algo atravesó por su mente. Estuvo a punto de colocar su antebrazo encima de sus ojos para poder ver sin tener que forzar su vista, pero ni siquiera pudo alzarlo, algo se lo impedía. Probó a repetir la misma acción con el brazo contrario, pero fue nulo. Estaba atada con correas de cuero a la camilla.
Permaneció inmóvil durante un largo periodo de tiempo hasta que decidió hablar, era lo único que podía hacer.—¿Hay alguien aquí?
Su esfuerzo fue en vano, porque estaba completamente sola. O al menos eso creyó hasta que empezó a escuchar su propio palpitar de manera cada vez más sonora. Había alguien con ella, y no era exactamente alguien agradable.
Forzó una vez más las correas que la mantenían presa y una cedió, aunque no sabía si había sido por su fuerza, o porque ya estaban demasiado viejas. Sea cual fuera su suerte, desató la otra lo más rápido que pudo y también se deshizo de las de los pies.
Se sentó sobre la camilla y de un brinco silencioso, cayó al suelo. Rápidamente abrió la puerta de una taquilla cercana y la cerró tras de sí, aunque esta provocó un poco de ruido al ser de metal. Feng no pudo hacer otra cosa más que mantener la respiración y cerrar los ojos cuando observó la imponente figura del Doctor entrar por las viejas portezuelas de lo que en sus mejores años fue un quirofano. Pero hay algo que llamó su atención, y es que en el breve lapso que pudo mirar a su nemesis, este lucía distinto, la sed de sangre en sus ojos se había amortiguado, era casi como si fuera alguien... Normal.
Vestía con uno de los tantos trajes que había contemplado durante las persecuciones, que por cierto, lo hacían lucir atractivamente sofisticado, incluso si tenía sangre de sus víctimas derramada en algunas partes de la camisa y el pantalón.—¿Dónde estás?
Murmuró Carter y Min sintió una electricidad recorrer todo su cuerpo. Jamás había escuchado hablar a algún asesino y eso le ponía los pelos de punta. Vaya ironía.
Herman empezó a revisar las taquillas cercanas a la suya, hasta que se halló frente a ella. Entrecerró los párpados y a través de la rendija pudo observar como una imperceptible sonrisa se formaba en los labios del psicópata. Finalmente el doctor abrió las puertas de par en par y habló.—¿Realmente creíste que este escondite te ayudaría?
La asiática desvió la mirada, avergonzada. Era extraño interactuar con un ser que desde siempre había querido matarla, y que peor que la humillara de esa manera.
—Entiendo, ahora eres muda. No importa, te haré gritar más tarde, aunque antes necesitarás vestirte, o no sé, ustedes las hembras son muy estrafalarias.
La chica dudó, ¿vestirse? Dirigió la mirada hacía el resto de su cuerpo y ahí la realidad le cayó como un balde de agua fría. Estaba en ropa interior. Una horrible sensación de calor se alojó en su cara y por instinto, se abrazó a sí misma para que nadie pudiera juzgarla, pero de más estaba decir que Herman ni siquiera se había inmutado de su estado y además de él, estaba sola.
Tanto se preocupó en un inicio por escapar de ese lugar al escuchar los latidos que ni siquiera notó que lo único que portaba era la delgada tela azul de su conjunto íntimo. Quería llorar, la sensación de tristeza la estaba invadiendo, nadie la había visto desnuda en toda su vida, ni siquiera Nea, que era lo más parecido que tenía a una pareja, pero no se dejaría intimidar por su verdugo, no quería mostrar debilidad ante el primer obstáculo, ella no era así.
Salió de la taquilla y agarró la bata de paciente que el más alto le había proporcionado en un perchero al costado. No era a lo que estaba acostumbrada, pero de algo serviría.—¿Qué quieres de mi?
Musitó. El doctor volteó hacía su persona, con una jeringuilla repleta de un líquido azulado y se aproximó a ella, amenazante.
—Me dijiste que te torturara y eso voy a hacer.
Sin más, le clavó la aguja en el cuello e inyectó la sustancia de procedencia desconocida en su organismo. Inmediatamente su cuerpo se sintió ligero y sus párpados comenzaron a pesarle, pero su voluntad le impedía caer en los brazos de Morfeo. Recién había despertado como para que volvieran a cedarla.
—¿Qué me inyectaste?
Preguntó, aferrándose a la ropa del asesino, estaba desmayandose.
—No te incumbe, sólo disfrútalo.
Seguido de esto, colocó su mano derecha alrededor del pequeño cuello de la asiática y dejó que una ligera descarga eléctrica la hiciera gritar, lo cual provocó que él comenzará a reír. El dolor de sus pacientes era tan placentero.
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Electroshock [Dead by Daylight fanfic]
FanfictionHerman siempre había sido un hombre sin límites morales, el dolor de sus víctimas le causaba placer, pero un placer muy distinto al que Feng Min conocía. [DocFeng: Doctor x Feng Min]