Sofía se subió los pantalones y se estiró como un gato, Agosto había llegado y con ello el parque ampliaba su horario formando tres grupos de trabajadores; los de mañana, los de relevos (que entraban una hora más tarde) y los de tarde que cerrarían el parque a las doce de la noche. La castaña estaba dentro del segundo grupo lo cual significaba que se pasaba las horas arriba y abajo, operando en tres o cuatro atracciones distintas cada día. «Me ha tocado la lotería» pensó con una sonrisa.
—¡Hola! —gritó la estridente voz de pito de Marta entrando al vestuario.
—¡Sophie! —exclamó Andrea que iba detrás, la castaña les sonrío.
—¿Mucha gente hoy? —preguntó la pelinegra abriendo su vieja y azulada taquilla de metal.
—Como siempre —respondió Sofía— ¿Cómo puedes tener la taquilla tan ordenada? —preguntó observando como su amiga tenía el casillero dividido en dos; una parte con una cajita con perfume, desodorante y tiritas, y la otra con la ropa del trabajo y las botas en una bolsa. Después miró el suyo, la botas en una caja, la ropa plegada encima y un pequeño estuche con desodorante y perfume en una esquina, aún así parecía mucho más desordenado que el de Marta.
—Ambas la tenéis ordenada, mirad la mía... —comentó Andrea observando cómo sus cosas salían de la taquilla como si tuvieran vida propia. Las chicas empezaron a reírse.
—Bueno chicas, que os sea leve el día, me voy a comer que me cerraran el comedor —dijo Sophie agarrando una mochila de cuero.
—¿Te vas con tu abuela? —preguntó Andrea colocándose el polo blanco, Sofía asintió con una sonrisa—Que vaya bien, amor.
—¡Gracias! Vaya bien la tarde chicas, nos vemos en dos días —dijo la castaña saliendo por la puerta.
La gente iba de un lado a otro. Había los que ya se iban, los que recién llegaban al parque y los que aún buscaban algo que comer. Sofía se movió entre la gente, abriéndose paso como podía —ahora nadie le abría paso ya que no llevaba el uniforme— necesitaba llegar al comedor. Tardó diez minutos hasta que pudo dejar a la multitud atrás, en esa parte del parque se respiraba más tranquilidad, los operadores de las atracciones infantiles hablaban entre ellos e iban saludando a la castaña a medida que ella pasaba por su lado. En menos de cinco minutos llegó a la pequeña casita que cumplía el papel de comedor de empleados. En las escaleras de la entrada estaba Hermes con las piernas estiradas y la cabeza echada hacía atrás.
—¿Tomando el sol? —preguntó Sofía colocándose ante él.
—Sí y me lo estas tapando —contestó el chico sin ni siquiera abrir los ojos.
—¿Qué haces aquí? Pensaba que salías hace una hora —comentó la castaña mientras se movía para dejar que el sol acariciara de nuevo a ese pálido chico.
—He salido hace una hora pero te estaba esperando. ¿Vas a comer ya?
—Sí, sino no me darán comida —dijo la chica subiendo la escalera. «¿Por qué me ha esperado una hora entera?» se preguntó Sofía mientras entraba al comedor, aún no había llegado nadie del turno de relevos.
El chico de cocinas le preguntó su nombre y buscó entre los diferentes tuppers que tenía sobre la mesa hasta que dio con el par que necesitaba.
—Que aproveche —dijo el chico, Sofía le sonrió y se sentó en una mesa, Hermes entró y sentó con ella mientras saludaba al cocinero con una mano.
—Come rápido, vamos a ir a un sitio que te va a gustar —comentó Hermes estirando los brazos hacia arriba y bostezando— Suerte que has llegado porque me estaba durmiendo en esa escalera.
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Nankurunaisa (Editando Parte1)
Non-FictionSofía tuvo una relación; pero ya se acabó. Sofía confió en la gente; pero ya no es capaz. Sofía creía tener un futuro; pero ya no puede verlo. Sin embargo, Sofía García descubriría algo muy importante: y es que cuándo crees que todo ha acabado, e...