Los dos días de fiesta pasaron demasiado rápido para Sofía, se encontraba en el tren camino de casa ya, lo único que la animaba era que en cinco días volvería a la playa. Iba a llegar a las ocho de la tarde, pero las chicas insistían en tomar algo, eso también la ilusionaba aunque sí habían insistido tanto era porque algo había pasado. Kilómetros de campo corrían a través de la ventana del tren mientras la castaña los observaba pensativa con su música reventándole los tímpanos, intentaba así aplacar sus pensamientos y la verdad era que lo estaba consiguiendo, pero era también muy cierto que empezaban a dolerle las orejas. «Me voy a quedar sorda...» pensó bajando el volumen y abriendo su Instagram, Álex había colgado otro dibujo —así había descubierto anteriormente quién era ella— y otra vez estaban los comentarios llenos de ingeniosas y coqueteantes frases que irritaban a la castaña hasta la médula, entró a su perfil y lo eliminó de contactos, no quería ni ver ni saber más. «Es lo que hay, a joderse y aguantarse...» se dijo cogiendo el libro de su mochila para abrirlo y empezar a leer.
El sol ya se estaba poniendo cuando Sofía salió de la estación y se subió en un pequeño coche de color azul marino, dentro cuatro locas cantaban a todo pulmón TUSA de Karol G y de Niki Minaj.
—¡Se canso de seeeeeeeeer buenaaaaa, ahora es ella quien los usaaaaaaa! —cantaban Andrea y Diana agarrando a Sofía cuando ésta entraba al coche. A los pocos segundos Sofía se unía entre risas y todas cantaban— ¡Que porque un hombre le pagó mal, ya no se le ve sentimental, dice que por otro man no lloraaaaaaaaa!
Ruth condujo hacia las afueras del pueblo y después subió por una sinuosa —y cada vez más oscura— carretera de montaña hasta que llegaron a una gran explanada rodeada de bosque y con vistas a la ciudad, al fondo una antigua masía* de piedra reconvertida en restaurante rural las esperaba. Sophie, siendo tachada de exagerada por sus amigas, cogió la fina sudadera gris que traía en su bolsa, ahí arriba hacía un poco de frío.
Las chicas se sentaron en una mesa madera bajo el estrellado cielo y una gran cantidad de pequeñas bombillas amarillentas que daban al lugar un aire muy acogedor, el ambiente olía a lavanda y citronela de tal manera que los mosquitos del lugar tenían que armarse de valor para picar a alguien del restaurante, pero por encima de eso se podía oler la carne y las verduras a la parrilla. La gente de las mesas comía y bebía con felicidad, todos estaban muy animados.
—¿Qué será chicas? —preguntó una mujer bajita, con tez pálida y gafas, con una sonrisa.
—Yo una cerveza —respondió Ruth. Diana, Andrea y Sofía alzaron la mano haciendo entender que deseaban lo mismo.
—Yo una copa de vino blanco —dijo Charlotte.
—Y unas bravas* por favor —añadió Ruth con una sonrisa. La mujer asintió y se alejó de la mesa.
—¿Y bien? —dijo Andrea— ¿Quién se cuenta algo?
—Yo y Raúl por fin tenemos piso —exclamó Diana— Es pequeño pero está en el centro y recién reformado —añadió con una sonrisa.
—¡Me alegro mucho! —dijo Andrea.
—Que bien, ya era hora —comentó Ruth— os lo merecéis.
—Ya nos invitaras —añadió Charlie con una sonrisa, Sophie sonrió también.
La castaña se alegraba por su amiga, eso era obvio, pero no podía evitar pensar en que hacía poco ella había estado hablando sobre pisos y mirándolos junto a Álex. «¿Era todo mentira?...» se preguntó mientras la observaba conversar sobre el piso. «¿Qué sentido tuvo mirarlos y guardar dinero?... ¿Qué sentido tuvo el viaje que hicimos para celebrar los tres años? ¿Qué sentido tiene mi sufrimiento cuando tú enseguida estás conociendo a otra? ¿Qué sentido tienen todas tus palabras?». Sofía divisó a la camarera acercarse con una bandeja llena de cerveza, una copa de vino y unas bravas.
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Nankurunaisa (Editando Parte1)
No FicciónSofía tuvo una relación; pero ya se acabó. Sofía confió en la gente; pero ya no es capaz. Sofía creía tener un futuro; pero ya no puede verlo. Sin embargo, Sofía García descubriría algo muy importante: y es que cuándo crees que todo ha acabado, e...