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Atardecer de finales de Marzo. Apenas divisible bajo la densa lluvia que inunda las calles, dándole ese brillo característico que produce el temor de resbalazar.

"Doctor, si algo malo sucede, intente salvar a mi esposa", gritó el hombre al otro lado del pasillo.

Las palabras se perdieron entre las paredes blancas y vacías del lugar. No estaba seguro de lo grande que era pero se sentía diminuto dentro de el, lo consideraba aterrador y jamás había sentido algo así.

Esperó impacientemente detrás de la puerta, hacía saltar una y otra vez sus zapatos contra el piso, gastándole las suelas. Logró divisar llantos que se chocaban entre sí, un suspiro dejó sus temblorosos labios temiendo que la entrada se abriera.

Y lo hizo. Sus facciones cayeron al suelo por lo que estaba a punto de oír.

"Sr. Nott, lo sentimos mucho", dijo el médico frente a él. "Intentamos salvarla pero, el daño era irreversible", concluyó.

Rascó su antebrazo izquierdo con nerviosismo, se sentía incapaz de pensar en aquel momento. "¿Cómo están ellos?", logró pronunciar a pesar de estar tiritando.

"Esperándolo", dio unos cuantos pasos hacia atrás abriendo la puerta. "Quizás, debería conocerlos."

Aquel hombre que siempre fue frío, desalmado, antipático, grosero, excepto con su querida esposa, se levantó de su asiento para conocer a los seres que lo convirtieron en padre.

"El primero de los mellizos que nació es él", lo sostuvo frente a él esperando una respuesta. El hombre solo acercó su dedo índice para sentir la piel suave y delicada de aquél niño. "Theodore", murmuró. "Mi esposa quería llamarlo Theodore."

"Hermoso nombre", sentenció. Lo dejó en su cuna para acercarse a ella, un poco más pequeña que su hermano. "Y aquí está ella", repitió la acción anteriormente hecha acercándola. "Es un milagro que haya nacido viva, el cordón umbilical la estaba asfixiando."

"Es idéntica a su madre", dijo, ésta vez, tomándola entre sus brazos. En realidad, era imposible determinar que tuviese los rasgos de ella pero encontró consuelo en la idea. "No hemos pensado en un nombre", acarició su delicado cuello notando las marcas. "¿Se le ocurre alguno, doctor?"

Estudió el cuerpo que sostenía contra su pecho, esperando pacientemente una respuesta. El pequeño bulto le otorgaba calor y, sin importar lo pequeña que era, sintió su corazón agrandarse poco a poco.

"Ángela", respondió el profesional sin pensarlo un segundo más.

"Ángela", repitió para sí mismo el Sr. Nott. "Ángel", sonrió débilmente mientras acostaba a la niña junto a su hermano. "Me gusta."

Quizás sus palabras fueron precipitadas, el terror que habitaba en su cuerpo habló demasiado pronto y vale aclarar que amaba a su esposa pero, le dejó el mejor regalo de todos.

Sus hijos le otorgaron la tranquilidad que estuvo buscando durante un largo tiempo, sobreviviendo en las tinieblas. Añoraba ser otra clase de hombre en un mundo donde su amada estuviese orgullosa de él, de su forma de ser y de la manera en la que afrontaba los obstáculos. La marca tenebrosa quemaba bajo su abrigo, sintiendo como estaba a punto de calcinar las telas.

Ojalá hubieran tenido más tiempo juntos, sin embargo el destino les tenía preparados otros planes. La tinta en su antebrazo se volvió casi transparente, sintiendo como el aire entraba a sus fosas nasales limpiamente. Sus pulmones se llenaban de felicidad y amor, algo que jamás creyó poder sentir de nuevo.

La puerta suena escandalosamente, sacudiendo los cuadros que adornan la pared. "Niños, quédense aquí", advirtió a sus hijos. Los pequeños se escondieron detrás del sofá, espiando notablemente a su padre.

𝐔𝐧𝐛𝐫𝐞𝐚𝐤𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐕𝐨𝐰, draco malfoy (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora