Capítulo 26

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-Madre... me duele... -susurró el niño con lágrimas en los ojos.

La reina levantó la cabeza dedicándole una sonrisa mientras, hábilmente, seguía envolviendo las manos de su hijo con las finas gasas.

-Sanará -explicó y le acarició el rostro con una de sus delicadas manos -Oh pequeño, debéis saber que esto me duele más a mí que a vos, pero es necesario ¿Quién mejor que una madre para corregir las equivocaciones de su retoño?

El niño asintió bajando la mirada hacia sus manos. Le dolían, le dolían muchísimo, mas no era peor que otras veces, de alguna forma sentía que estaba aprendiendo a soportarlo mejor. En un par de años esperaba poder recibir los castigos de su madre con la valentía de alguien de su rango.

-Levantad la cabeza -ordenó la reina, esta vez con voz mucho más dura y el chico obedeció al instante-¿Volveréis a desobedecerme?

-No madre -afirmó tragando saliva -Perdonadme, no volverá a ocurrir.

-Bien -Quinella sonrió estirándose en el largo y cómodo diván mientras que de su espalda sacaba una hermosa daga plateada en la que el niño no había reparado -Ahora tomad esto y cumplid de una vez con lo que os mandé.

Temblando ligeramente el chico tomó el puñal que su madre le extendía y lo sostuvo entre sus manos. No quería hacerlo, pero debía.

El resplandor del fuego que crepitaba en el hogar iluminó la hoja cuando el joven la deslizo sobre su muñeca dolorida, consiguiendo un corte limpio del que brotaba abundante sangre. Con una mueca de dolor el niño llevó su mano herida a la copa que sostenía la reina y la dejó allí, viendo las gotas de sangre caer una tras otra.

-Es suficiente -lo paró su madre cuando vio la copa lo suficientemente llena y el príncipe se retiró presionando la herida con su mano libre a pesar del dolor de las recientes quemaduras que ya podían distinguirse por sobre el vendaje, peor sería manchar la alfombra, no quería que su madre se enojara -¿Veis como no ha sido tan difícil?

Quinella se llevó la copa a los labios y saboreo el contenido, deleitándose. Se podría decir que era el único vampiro que bebía sangre de sus semejantes pero es que con la reina nada era normal, ni siquiera ella misma. El chico apretaba los dientes con fuerza evitando sollozar ya que sabía cómo debía comportarse, sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, rastros secos de lágrimas recorrían su rostro y otros más se agolpaban en sus ojos.

-Parad de llorar de una vez Alistar -suspiró la vampira con fastidio al ver la congoja de su hijo -Hoy por sobre todos los días debéis estar feliz ¡Todos nuestros problemas se han terminado al fin!

-¿A que os referís madre? -el chico la miró curioso y de repente una alarma se encendió en su cabeza -¿Qué habéis echo?

La reina agarró por el brazo al niño, quien permanecía parado obedientemente a su lado, y lo atrajo hacia sí en un mal intento de abrazo.

-Oh mi pequeño -susurró dulce y suave, con una voz que sería capaz de encandilar a cualquiera -Muy pronto dejaréis de soportar a ese energúmeno que tenéis por padre, ni os veréis obligado a llamar hermanos a esos bastardos, finalmente todo será nuestro...

Alistar se levantó como un resorte del regazo de su madre y la observó con horror.

-¿Qué decís madre? -demandó asustado.

-Finalmente mis constantes esfuerzos darán sus frutos y podré decir que todo lo sufrido no fue en vano -explica con una gran sonrisa adornando su rostro de punta a punta -Un ser muy poderoso nos ayuda querido hijo, gracias a él tendré todo lo que siempre soñé.

Príncipe Oscuro (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora