Salí del instituto, me coloqué la capucha de la chaqueta, monté en la bici y pedaleé hasta casa.
Vivo en un pequeño barrio en el centro de Brooklyn con mis padres, tenemos una modesta casa de ladrillos con dos pisos. No puedo decir que soy realmente feliz donde estoy, pero me conformo, sé que hay muchas personas que lo pasan peor que yo. Sé que no entendéis a que me refiero, tampoco puedo explicarlo, digamos que es difícil.
Llegue a la puerta, enganché la bici con candado a la barandilla negra que había a los lados de la entrada, saqué las llaves mientras subía las escaleras con la mochila en la espalda. No avisé de mi llegada, así era mucho mejor, evitaría problemas. Tiré las llaves sobre la balda de la entrada y dejé sin ningún cuidado mi mochila en el suelo, subí a mi habitación por las escaleras. Al entrar me senté en el pequeño banco mullido que tenia junto a la ventana, encendí mi móvil y puse mi canción favorita y recosté mi cabeza en la pared mientras veía como llovía.
No tarde en escuchar la discusión de mis padres en el piso de abajo, siempre hacían lo mismo, se encontraban, empezaban hablando de temas triviales como lo que íbamos a comer o cenar, luego iban subiendo el tono cada vez más, pasaban ha hablar de su matrimonio y los problemas que tienen con el dinero, luego lo único que se escuchaban eran gritos y yo pasaba a ser el centro de la conversación.
Odio cuando llegan a ese punto, no sé por que me tienen que meter en todo, y encima solo para criticarme... ¿Qué culpa tengo yo de que mis notas sean tan bajas, qué culpa tengo yo de no saber socializar con la gente, de ser una persona cerrada y desconfiada, qué culpa tengo yo de que ese enorme equipo de futbol me tire los libros por el pasillo, de que me empuje contras las taquillas...? Ninguna, no tengo ninguna culpa.
Pero ese no era el peor momento de sus discusiones constantes, suerte había si no escuchaba algún cristal romperse o un jarrón chocando contra la pared... Nunca se habían agredido físicamente de una forma muy grave, pero no me sorprendería si pasara.
Lo mejor en esos momentos era no salir, encerrarse hasta que la tormenta pasara, pero era difícil...
- ¡NO ES CULPA MIA QUE SE ENCIERRE EN SU HABITACIÓN! - escuche el grito de mi padre.
- ¡SIEMPRE HACES LO MISMO! ¡NUNCA ASUMES LA RESPONSABILIDAD DE NADA! ¡TIENES QUE DEJAR DE TRATARLA COMO UNA NIÑA! - dijo mi madre.
- ¡NO PIENSO TRATARLA COMO TÚ! ¡COMO SI FUERA UNA PUTA LOCA!
Se acabó, saqué los cascos del cajón de la mesilla de noche y me los puse, conecte el móvil y subi el volumen del móvil hasta tal punto de que me doliera la cabeza, pero cualquier cosa era mejor que escuchar lo que estaba pasando abajo.
Así pasé el resto de la tarde, mirando por la ventana la calle vacía mientras la música taladraba mi cabeza. Sabia que tenia deberes, pero no quería bajar, tenia miedo de hacerlo. Cuando la noche calló, me calce con unas zapatillas de andar por casa y baje las escaleras a paso lento, iba apoyando las manos en las paredes, tenia los ojos alerta y miraba en todas direcciones. Efectivamente habían llegado al penúltimo nivel de discusión, por suerte la casa estaba vacía. Camine con cuidado de no pisar los cristales rotos a la cocina, cogí la escoba y la pala (o recogedor) y barrí todo lo roto.
Después me dirigí a la nevera, estaba casi vacía por dentro, solo quedaban unos huevos, unos filetes, yogures y poco más. Cené poco, no tenia mucha hambre, salí corriendo escaleras arriba cuando escuche la cerradura de la puerta de entrada, se oyeron pasos en el pasillo de la segunda planta, justo al lado de mi habitación, cuando se alejaron un poco me asome débilmente por la puerta, era mi madre, borracha otra vez.
Cerré la puerta y me recosté en ella durante unos segundos, luego me descalcé, mu puse el pijama y me metí en la cama, me tape todo lo que pude con las mantas y apague la luz.
[...]
La alarma de mi móvil empezó a sonar, saqué un brazo de debajo de las sabanas y lo estire hasta poder arrastrar el dedo por la pantalla para poder apagarla, me arrepentí de sacar el brazo en cuanto el frio tocó mi piel, pero ya era tarde.
Con mucho esfuerzo salí de la cama, lo primero que hice fue mirar el móvil, tenia algunos mensajes de Max, nada importante. Me dirigí al baño del pasillo, no me moleste en mirar en las habitaciones para ver como estaban mis padres, cuando entré me di una ducha rápida y fría y salí con la toalla.
Después de vestirme, baje las escaleras, cogí mi mochila y las llaves y salí de la casa sin desayunar, no quería estar cuando mi madre se levantase, desenganché mi bici, me monté y pedaleé hasta el instituto, al llegar volví a enganchar la bici en uno de los postes.
- ¡Hey, Robin! - me di la vuelta y vi a Max correr hacia mi con el brazo levantado llamándome a gritos y con una sonrisa en la cara, que vergüenza estaba pasando.
- ¿ha pasado algo? - dije tranquila cuando llegó hasta mi.
- pues eso mismo te iba a preguntar yo, ayer no contestaste a mis mensajes - dijo cuando empezamos a caminar hacia el interior del edificio.
- perdona, los he visto esta mañana, ayer me acosté pronto - dije sin ganas y con los ojos en el suelo.
- no pasa nada, lo entiendo - dijo con la misma energía que antes.
Max era y es mi mejor amigo desde siempre, la verdad es que no sé que haría sin él... posiblemente morirme, él y las vistas era lo único que me gustaba de este asqueroso lugar.
- ¿vamos a clase? - pregunto de la nada.
- vamos - dije un poco mas alegre, su energía se contagiaba.
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Hola, gente. Espero que les haya gustado este primer capitulo de la segunda parte, si es así no olvidéis dejar vuestro voto y comentario.
Hasta el próximo capitulo. Besitos de La Friki.
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Liar (segunda parte de Final Revenge) (Peter Pan + Robin + Félix)
Hayran Kurgu- ¿Me estás diciendo que soy un monstruo? - Niña estúpida, yo te mate. Lo volveré ha hacer. Autora: esta es la segunda parte de la historia, la primera se llama Final Revenge y podéis encontrarla en mi perfil. "En esta historia Peter Pan y Rumple no...