Capítulo 20.

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(Belén)

Estaba acostada pensando en alguno que otro recuerdo que pasaba por mi mente, cuando la voz de mi hermano hizo retorcerme de dolor en mi oído.

Yo: -lo miré- ¿Por qué me gritas? -coloqué una cara de fastidio-

Manuel: No respondías a mis empujones en tu espalda.

Yo: Ya, ¿qué quieres?

Manuel: Necesito que me hagas un favor gigante.

Yo: ¿Favor? Agh, ¿y de qué se trataría ese "favor"?

Manuel: Necesito que mantengas al Nico lo más alejado posible del Jaime, ellos dos son... bueno, se quieren bastante, pero... -agachó su mirada- yo quiero al Jaime.

Yo: -pusé mis dos ojos como platos- ¿¡Qué!? Manuel por la chucha, no puedo entrometerme en una relación.

Manuel: -sonrió- ¿Entonces cuando vas para arriba a jotearte al Nico? -dijo sin hacer caso a mis palabras-

Yo: Eres un idiota, no puedes hacer esto, ¿qué ganas con separar a dos personas que se quieren?

Manuel: M-mi felicidad, supongo. -dijo con un tono bajo-

Yo: ¿Y la tristeza de ellos dos? Manuel, nunca vas a cambiar. -desvié mi mirada y otro recuerdo apareció en mi cabeza- Además, ¡siempre tengo que ser tu cómplice!

Manuel: Pero hermanita querida, yo te quiero tanto. -fijó su mirada en mis ojos- Los hermanos se ayudan, ¿verdad?

Yo: Pero Manuel, ¿jotearme al Nico? Tú sabes que me gusta otra persona.

Manuel: Otra persona, otra persona... ¿quién era? -hizo un movimiento en círculos con sus ojos- ¡Ah, el Edgar!

Yo: ¡Ya po! Si sabes, ¿por qué me haces hacer esto?

Manuel: Ya Belencita linda, tú irás para arriba y mantendrás al Nico en su pieza, yo por mientras iré donde mi Jaime. -rió suavemente en un tono malvado-

Yo: -lo miré y levanté una ceja- Eres raro.

Manuel: Pero igual me querí, ya ya, andando. -empujó mi hombro-

Me coloqué mis zapatillas de dormir y caminé a paso lento, traté de tener cuidado con todo, la casa estaba en total oscuridad y mis ojos no lograban ver nada más que esa pequeña luz de luna que entraba por esa línea donde no se había cerrado bien la cortina. Estaba en el pasillo cuando en la profundidad, la luz de la cocina se prende. Conchetumare. Mordí mi polera con todas mis fuerzas y seguí caminando, derecho y lento.

Edgar: Hola Belén, ¿qué hac...

Yo: ¡¡CONCHETUMARE!! -dí un salto y caí al suelo-

Edgar: ¿¡Qué te pasó!?

Yo: -junté mis manos y las apreté- Ay, eras tú... me asusté.

Edgar: -rió- ¿Qué haces despierta a esta hora? -colocó su mano enfrente de mi- Toma, levántate. -sonrió de lado-

Yo: Gracias. -tomé su mano- Emm, venía a tomar un poco de agua...

Edgar: Oh bueno, yo tengo demasiado sueño así que me iré a dormir. Adiós, descansa. -sonrió-

Yo: Buenas noches, duerme bien. -sonreí-

El Edgar subió las escaleras y yo entré a la cocina, ¿estará bien mentirle a alguien querido? Me mojé la cara y encaminé mi cuerpo hacia las escaleras.

Yo: -comencé a subir- Despacio y lento, despacio y... -oí crujir un escalón-

Mierda, me había olvidado que estas escaleras son de madera, apresuré un poco el paso y traté de hacer que nada sonara. Cuando llegué a la entrada de la pieza del Nico, tomé aire y cerré los ojos, sentí como todo mi cuerpo se estremecía, como si miles de escalofríos se hubieran apoderado de mí. Toqué la puerta y tragué saliva, ¿cómo es que podré coquetearle falsamente a alguien?

Risas nerviosas / JainicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora