Capítulo 7.

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(Jaime)

Luego de todo ese maravilloso encuentro entre nuestros dos cuerpos desnudos, nos dormimos profundamente en la cama.

Y llegó la mañana, tenía un horrible dolor de cabeza y unas ganas de mear que no me aguantaba weón, primero miré al Nico que dormía plácidamente con unos enormes ronquidos a veces, después partí hacia el baño, eché un meón y luego me miré al espejo. Tenía una cara pálida y ojos rojos, ¿tan cansado estaba? Tal vez no he dormido tanto, debe ser temprano.

Eran las 10 de la mañana, con razón tenía tanto sueño y estos ojos que me ardían. Fui a la cocina asegurándome en el camino de que no hubiera ningún familiar del Nico, y por suerte no lo había.

Preparé unos pancitos con manjar, los dejé en un plato, luego tomé dos tazas y les serví té a cada una. Dejé todo esto en una bandeja azul que había por ahí y me dirigí a la habitación. Acto seguido fue despertar al Nico, era toda una aventura peligrosa, así que primero le di un cálido beso en sus labios a ver si despertaba, pero no. Estaba profundamente dormido, y claro que lo entendía si el weón no va a poder caminar como en semanas después de la nochecita que tuvimos. Sacudí levemente su cuerpo y cada vez aumentaba la velocidad del zamarreo, hasta que despertó.

Nicolás: Hola Jaime. -sonrió-

Yo: ¡Por fin despertaste! Parecíai un oso. -reí- Te traje un pequeño desayuno.

Nicolás: Que erí tierno weón, gracias. -bostezó y se restregó sus ojos-

Yo: Ya come y tómate el té weón, que se enfría. -reí levemente-

Nicolás: ¿Y tú? ¿No vai a comer?

Yo: -sabiendo que me había preparado un té y todo, dije- No tengo mucha hambre.

Nicolás: Come weón, ta rico el pan. -pronunció con comida en la boca-

Yo: No oh, no te preocupí. Si querí te tomai mi tecito. -agaché la cabeza-

Nicolás: -me miró serio- ¿Pasa algo? Te noto decaído.

Yo: Nada weón, sólo amanecí con mis weás no más, las de siempre.

Nicolás: -me abrazó- Recuerda que puedes confiar en mi. -mostró sus dientes en una linda sonrisa-

Yo: Lo sé. -le dí un delicado beso en su mejilla- Ya weón, me voy a ir a duchar.

Nicolás: Dale weón, yo voy a dejar estas weás a la cocina.

(Nicolás)

Después de toda esa aventura nocturna, me quedé dormido encima del pecho del Jaime. Estaba realmente cansado y me dolia el poto weón, aún así pude dormir pacíficamente y nada me podía despertar... excepto el Jaime que me sacudió más que la chucha, desperté con pocas fuerzas pero al ver que el barbón traía panes con manjar y un té, ¡ÑAM! Al ataque y a comer. Mientras desayunaba, vi al Jaime deprimido, sin ganas de nada. Obviamente como es un orgulloso de mierda, no me quiso contar ninguna weá, me abstuve a insistir con mis preguntas y dejé el tema hasta ahí para que luego el Jaime se fuera a dar una ducha.

Me paré de la cama, tomé la bandeja con mis manos y guié mis piernas hasta la cocina. Dejé la bandeja encima de la mesa y me fui al living a ver tele, aunque realmente no vería nada porque quedé con la duda de qué le estaba pasando al Jaime, ¿no le gustó lo de ayer? No lo sé, tenía temor a lo que le sucediera.

Me eché de espalda en el sillón y relajé todos mis músculos. Pensaba en muchos momentos, algunos horribles y otros verdaderamente bonitos, hablaba un par de veces conmigo mismo, soñaba con weás ilógicas. Me había centrado mucho en un pensamiento, en éste estaba yo y alguien más que no lograba reconocer su rostro, sentía golpes y risas extrañas, tenían nervios adentro de ellas, eran más bien unas risas nerviosas, era como un deseo acumulado, una tensión. No dejaba de escuchar gritos y demasiados golpes, éstos se escuchaban muy altos y más allá de cualquier pensamiento, eso hizo acordarme del Jaime, que en estos instantes estaba duchándose... espera... ¿GOLPES? ¿GRITOS? ¡JAIME!

Risas nerviosas / JainicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora