🗡GLAVA XIX🗡

739 54 0
                                    

OMNISCIENTE

.
.

—Ahora. 

Yaroslav y Adam sintieron el agua fría corriendo por todo su cuerpo. Cuando lograron enfocar la vista, se dieron cuenta de que estaban en un lugar demasiado sucio, el aroma a quemado inundaba sus fosas nasales y las paredes a su alrededor prácticamente se caían solas. No había techo. Solo escombros a su alrededor. 

Era Atwood completamente en ruinas. 

¿Cuántos días habían pasado? No lo sabían. 

—Antes de soltarlos, hay una regla que deben seguir. 

Ellos fijaron su vista en Lilith, quién estaba sentada sobre una elegante silla de color azul zafiro con todos sus verdugos a sus alrededores. Anette estaba sentada sobre un antebrazo a su izquierda con Caym detrás de ella. Seth estaba de pie a su derecha y Khalil estaba detrás de ella junto a Davian, apoyado en el respaldo. Era una imagen digna de una emperatriz con sus reyes y reina. 

—¿Soltarnos? —preguntó Adam desconfiado. 

Lilith sonrió ladino—. Si. Los soltaré aquí, en las ruinas de Atwood. ¿Sabes por qué? Me apetece una cacería. No me gusta que las presas estén atadas dispuestas a morir. Me gusta cazarlos. Perseguirlos. Hundirnos en paranoia de que estoy cerca para asesinarlos. 

Adam tragó saliva asustado y Yaroslav enfureció. ¿Acaso esta psicópata de mierda seguía jugando con ellos?

—Solo deben seguir una regla: No salir de Atwood. 

Adam sonrió—. ¿Qué te garantiza que no lo haremos? Prácticamente nos están liberando. 

—Apenas saquen un pie de Atwood, les llegará una bala en la cabeza, brat —dijo Lilith con calma—. Tengo a seis francotiradores totalmente camuflados en cada árbol esquina de Atwood. Y ellos los seguirán en cada paso que den, pero sin comunicárnoslo. Saluden a Micha, Volker, Diederich, Dennis, Adler y Roland. 

Adam miró hacia todas partes, sintiéndose atrapado cuando seis puntos rojos de láser los apuntaron a él y a Yaroslav como una demostración de que ella decía la verdad. Cuando ella les dijo que los soltaría, su mente comenzó a idear un plan en cómo perderlos y salir de ahí, pero ahora todas sus esperanzas se vinieron abajo. 

—Entonces... Hagamos lo que hagamos, vamos a morir de todos modos —susurró Adam mirándola con odio.

—Morir o matar —susurró Lilith sombría—. No crean que los dejaré sin poder defenderse, no quiero ser tan egoísta. Podrán elegir sólo una. 

—Voy a matarte si me das un arma —susurró Adam. 

Lilith le sonrió con arrogancia—. Me encantará ver tu pobre intento... —susurró de vuelta.

Adam frunció su entrecejo, algo andaba mal, de seguro era una trampa. Su mal presentimiento aumentó cuando vio entrar a una chica y dos chicos que venían con un bolso ensangrentado y otro lleno de armas. Él no los reconoció, pero Yaroslav si. Elena, Nikolay y Christopher. Ellos dejaron los bolsos en una mesa de metal que había allí y se quedaron mirando a Lilith. 

—Todo listo, bonita —dijo Elena alegre. 

Lilith sonrió ladino—. Bien... entonces, lleguemos a un trato. No quieren morir, así que les daré una opción. 

Adam tensó la mandíbula—. ¿Y ahora qué?

—Dejé cuatro cosas escondidas. Reúnan esos objetos y dejenlas en una caja de madera que dejé preparada a la salida de Atwood. Si lo hacen en menos de una hora, entonces los dejaré ir. 

LA FLOR DE LA MUERTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora