Tajima se preguntaba como había llegado hasta este lugar, sentado a tan solo unos lugares del hijo de su mayor enemigo que ahora salía con su hijo. Oh bueno, claro que sabía cómo había llegado a este lugar. Por culpa de dos pares de grandes y hermosos ojos negros, acompañado de berrinches y cabelleras muy alborotadas.
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—¡Papá!/¡Tajima!—. Dijeron al mismo tiempo su hijo y esposa mientras lo perseguían insistente, rogando todo el camino hacia su oficina aumentando el tic nervioso que azotaba al Uchiha mayor quien cuando entró en la habitación se dejó caer bruscamente en su silla. —Solo será una noche…
—No, no insistan. Ya te lo había dicho—. Madara estaba haciendo la pataleta más grande de toda su corta vida, siempre creyó que Izuna por ser el menor sería el más caprichoso de sus dos hijos. ¡JA, Que equivocado estaba! Madara solía llorar por días enteros cuando le negaba algo, al final siempre conseguía lo que quería. Debió haber detenido los mimos en ese momento. Pero eso cuando era un niño, ahora adolescente, sus berrinches no disminuyeron en nada, solo evolucionaron. Como hablar solo lo necesario con él, agredir a maestros, chocar su propio auto, apostar hasta la misma empresa con Obito a su lado, ayudar a Indra a robar botellas de tequila en bares, solo por diversión. Esas eran unas de las muchas acciones que ha tomado Madara como reclamo, y todas llevan a lo mismo, Tajima cediendo a cada capricho. Ahora le era incluso más difícil, ya que su propia esposa se le había unido. Maldita familia manipuladora, pensó.
—Solo esa noche, una oportunidad—. Hablo esperanzado, mirándolo directamente con ojos grandes y suplicante, era su última arma si no funcionaba... No, en realidad no sabría que hacer si esto no funcionaba. —Hashirama no es como su padre…
—Exacto Tajima, Hashirama y mi Madara no tienen porque pagar por tu infantil pelea con Butsuma Senju—. Hablo Madoka sentándose sobre el escritorio frente a él. El mayor posó su cabeza entre sus manos estirando su cabello en señal de desesperación, estaba a punto de ceder. Madara y Madoka llevaban horas insistiendo. Incluso fueron a su oficina, en su auto, en el camino de regreso y ahora aquí. Agradecía que Izuna fuese más calmado. No quería levantar su vista, sabiendo que Madara lo miraba con esos ojos de cachorro, esos grandes y suplicantes ojos de cachorro, que incluso lo convencerían de ser amigo de Senju Butsuma si se lo pidiera ¡QUÉ GRAN MANIPULACIÓN!
—Papá…/Tajima…— Una voz tan lastimera… No pudo evitarlo, no podía negarles algo. Levantó su vista, mirándolos con enojo combinando con cariño. Esos malditos ojos se habían multiplicado.
—Esta bien… Acepto conocer al Senju, ¡Pero solo una oportunidad!—. Respondió rendido, no se calmarían hasta que aceptará. Madara casi dio un brinco, pero se abstuvo a solo sonreír.
—¡Le avisare a Hashirama! —. Impaciente, se levantó rápidamente para salir de la oficina y llamar al Senju. Más le valía a Hashirama que no desperdiciara esta oportunidad. Antes de cruzar la gran puerta blanca se posó en ella para volverse hacia su padre con una leve sonrisa. —Gracias papá…
Tajima le respondió la sonrisa, sabía que no saldría vivo de esta situación. Perdería la cabeza lentamente. Hablando metafóricamente. Se volvió hacia su esposa que también le miraba con una sonrisa. —Nunca puedo negarle nada. Se supone que tú debías estar de mi lado…
—Lo sé—. Madoka soltó una carcajada ante eso. —Dime, ¿No te hubiera gustado que alguien hubiera estado de nuestro lado? No es como si a mi padre le agradaras mucho…