Trozos De Corazón Marchito

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-Celeste: Lleva mucho tiempo allí. Deberíamos ir.

-Anás: En fin, gastaré una o dos pociones de maná. -Coge, de uno de sus muchos bolsillos, un frasco con un líquido azul y lo bebe. Tambalea la cabeza de un lado a otro muy rápido.- Tengo que hacerlo con fresas o algo, sabe a mierda.

-Celeste: Domina la palabra, domina el orden y la elegancia. -Un refrán draconiano.-

-Anás: Bueno, bueno.

Anás se hizo invisible a él mismo y a Celeste.

-Anás: ¿Me llevas? Las pociones de maná no son gratis.

Celeste cogió a Anás en vuelo -Con dificultad, porque ambos eran invisibles.- y ambos se dirigieron al edificio que Dov les había señalado antes. Aterrizaron y Anás deshizo la invisibilidad. La puerta estaba cerrada.

-Anás: Joer, ahora no me acuerdo del hechizo. Ains, vamos a ver el libro. -Hizo el espectáculo del libro levitando.-

La gente de la zona alucinaba viendo a un dragón y un hechicero, aunque se rumoreaba allí de su existencia pues en el Bosque de Ibrenis, muy cerca de allí, había muchas especies desconocidas para el común de los humanos.

-Anás: Aquí está. ¡ALOHOMORA!

La cerradura se abrió rápidamente y entraron. Casi al instante vieron la puerta con la cadena y decidieron mirar. Empezaron a bajar las escaleras.

-Anás: Joer, no veo nada. ¡Lumos!

Apareció una luz brillante delante de Anás, y parecía que podía controlarla con la mano, pero perdía intensidad si la alejaba demasiado.

Al bajar, ninguno vió nada en la oscura sala.

-Anas: ¡Lumos máxima!

El "Lumos" brillante de Anás aumentó considerablemente su brillo y pudieron apreciar algo en una esquina.

-Celeste: Deben ser cadáveres, están muy fríos.

Pero se acercaron y no dieron crédito a lo que vieron.

-Anás y Celeste: ¡¡DOV!!

***

-Dov (pensando): ¿Dónde estoy? No veo nada. Nada. No recuerdo nada. Siento... dolor... dolor emocional. Pero no recuerdo nada. ¿Cuál era mi nombre? Espera... Dov... me suena, ¿ese es mi nombre? No, era largo, creo. Empiezo a recordar. Dov... me llaman así, pero era más largo. ¡Dovarokerah! Ahora recuerdo. Estaba... abandonando Heme, ¿no? No, ahora recuerdo más. Estaba en aquel castillo, iba a un bosque. ¿Iba sólo? Creo que sí. O no, ya no estoy seguro.

-????: *sonidos inaudibles*

-Dov (pensando): Alguien habla. ¿Qué dice?

-???? (voz muy grave y distorsionada): A este paso *inaudible* quizá era lo que él *inaudible* Rekiwar.

-Dov (pensando): ¡REKIWAR! ¡Ahora lo recuerdo! Ahora entiendo esta sensación. ¿Estoy muriendo? ¿Me he suicidado? Espero que sea eso. No quiero vivir en un mundo sin Reki. -Se le repite "Reki" en un tremendo eco en la cabeza mientras logra abrir los ojos.-

Estaban hablando Briza y alguien que él no conocía, parecía humana. Vestía ropa ligera y cómoda pero era muy rara. Llevaba arneses por todos lados y un montón de cuerdas y "cachivaches". Cuando Dov pudo abrir algo más los ojos distinguió que era ropa roja y marrón y que llevaba orejas color naranja como de gato en la cabeza. Además, parecía tener nariz de gato y tenía el pelo muy, muy, muy largo y de color naranja. No parecía tintado.

-Briza: -Ve, de reojo, a Dov mover ligeramente la cabeza.- ¡Dovarokerah!

-Dov: ¿Qué... ha...?

-Briza: No hables, estás muy débil.

Briza ofreció a Dov un enorme chuletón. Como Dov apenas podía mover la cabeza, Briza lo introdujo directamente en la boca de Dov. Los dragones, la mayoría, pueden engullir sin peligro, así que eso hace Dov para no perder las pocas energías que tenía masticando.

Dov se miraba a sí mismo. Su cuerpo, estaba horroroso. Los huesos se le marcaban incluso a pesar de la rigidez de las escamas y se podía ver cómo el chuletón bajaba al estómago.

-Dov: Estoy... -Le cuesta respirar.- fatal.

-Briza: Anás y Celeste te trajeron inconsciente. Te había dado un ataque.

-Dov: Pero... estoy...

-Briza: Hace cuatro semanas de eso, Dovarokerah.

-Dov (pensando): ¡Cuatro semanas! -Era más o menos el límite que puede estar un dragón sin comer, aunque en malas condiciones. Lo raro es que no haya muerto debido a la inactividad de las defensas, Briza debe de haberlo cuidado meticulosamente.-

Dov pudo entonces mover más la cabeza. Estaba en la habitación que le designaron, se veía la marca negra que dejó tiempo atrás su llamarada. Dov estaba en un colchón muy raro, como hecho de piedra pero blanda.

-Briza: Te traeré más comida, quédate tú, Cloe. Por si acaso.

-Cloe: Vale.

Briza sale de la habitación y cierra la puerta.

-Cloe: Cómo molas. Pareces un esqueleto.

-Dov: A mí no me hace gracia. -Dijo muy serio.- Más hubiera valido morir o vivir, estoy en un intermedio que no satisface ninguno de ambos extremos.

-Cloe: Joé, hablas mucho. Me llamo Cloe.

Palabras De Dragón 2: El Amanecer De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora