Invicto »n.s

Epílogo

A la luz de las estrellas y de la plateada luna, Niall observaba el Lago Starnberg desde el balcón de su habitación. Todo estaba en silencio, el verano había concluido exitosamente y él no podía sentirse menos que feliz. Tenía el visto bueno de las personas que conformaban el proyecto y las críticas habían sido positivas. Y lo más importante, había logrado cambios palpables con los niños, gracias a Harry, con Demian especialmente, y sólo en unos cuántos días. ¡Ojalá se le hubiese ocurrido desde el principio! El joven de 16 años simpatizó de inmediato con el rizado, que supo hacer de maravilla su trabajo. Se presentó con un bajo perfil, -como jardinero- recordó Niall con una sonrisita, y ofreciéndole un cigarro (detalle que molestó al rubio) se ganó su confianza. La información que le soltaba entre conversaciones iba a parar a oídos de Niall, que después eran revelados a Barbara e ideaban entre los dos, las maneras para llegarle, sin poner en evidencia a Harry. Descubrieron, por ejemplo, que la música no le desagradaba y que hasta podía ser bueno, si se trataba de un bajo o una guitarra.

O que la belleza del Lago Starnberg no le era para nada indiferente, sólo no le agradaba bañarse con sus demás compañeros por una extensa quemadura que le atravesaba el pecho. Y precisamente, ésta cicatriz era la principal causa de sus peleas, ya que los demás jovencitos solían burlarse de él, llamándole con apodos bastante groseros.

El psicólogo habría trabajado en su autoestima, y en su pasado. Pero para personas como Demian, aquello no funcionaba así. Por el contrario, Harry le enseñó sus cicatrices con orgullo, y le dijo, que las impresiones en su cuerpo eran trofeos. Batallas ganadas, como las condecoraciones que cuelgan de la pechera de un comandante. Las debía mostrar con orgullo, y no esconderlas por vergüenza. A partir de aquel día, Demian comenzó a bañarse en público, y su personalidad violenta fue sedada a medida que los demás comenzaron a respetarlo, cuando comenzó a respetarse a sí mismo.

Niall volvió dentro de la recamara con Annika en brazos, el viento soplaba fuerte y podía enfermar a la hermosa bebita. Terminó de sacarle el aire y la colocó sobre sus piernas. Ambos se miraron largamente, a Annika parecía agradarle el color de sus ojos, y Niall se deleitaba con el delicado y perfecto rostro.

Edward entró y los encontró así, como bellas estatuas, mirándose sin parpadear.

— ¿Jugando a los encantados? —Preguntó sonriendo. Se aproximó, y saludó a Niall con un fugaz beso en los labios. Annika balbuceó contenta y estiró sus bracitos como tenía por costumbre hacer. — ¿Le has cambiado el pañal? — Niall asintió entrecerrando los ojos. Conforme con la respuesta, se animó a alzar a la niñita, dar un par de vueltas con ella, y devolverla a los brazos del rubio. No era muy afectuoso, pero siempre estaba al tanto de su salud y de que nada le faltara, además, Niall había descubierto que a veces, por las madrugadas, Harry se levantaba y se dirigía al cuarto de la bebita sólo para pasarse horas mirándola, como si no creyera que realmente existiera.

—Hoy me visitó Danny, trajo a su bebé. Es lindísimo, debiste verlo... quiere que le ayude a escoger un nombre, ¿sabes?

Harry se despojó de su camisa, desinteresado en el tema.

—Me prometió que en la próxima visita, intentaría traer a Zayn…

— ¡¿Esa muchacha es estúpida?! —Reaccionó de golpe, volviéndose chocado por la noticia. — ¡¿Sabe ella que su flamante esposo sigue enamorado de ti?! ¡Que invierta su tiempo en montársele para ver si así logra su atención!

Niall abrió su pequeña boca en un círculo, impresionado.

—Zayn ama a Danny, no calumnies de ésta manera.

—Sabes que no es así — le atravesó con la mirada —Esa joven idiota es su premio de consolación.

—No te proyectes en las demás personas — señaló amargamente. Luego, observó a Annika arrepentido. Harry no dijo nada, caminó hacia el clóset y buscó una camisa fresca. — ¿Es que nunca se llevarán bien? — lanzó, angustiado.