Invicto »n.s

Capítulo 19

Harry había estado en lo cierto; ridículo sería que después de convivir más de diez años en un ambiente de drogas no supiera reconocer un estado físico inducido por ésta. Sin embargo, su mayor preocupación residía en que Niall consumió una dosis alta y su estado podría tornarse grave. Si bien, su mortificación había disminuido un poco a raíz que el cirujano dentista de la penitenciaria le agoró buena salud, aun así, no podía apartar sus ojos del desafortunado paciente, pesándole, hasta parpadear.

Minutos atrás, luego de la cobarde huida del médico, Harry se había hecho cargo de la situación. Mediante un tremulante reo mandó llamar a Kim, el prisionero corrió en su búsqueda, llevando a cuestas una amenaza tan cruel, como pudiese ser cualquiera de muerte. La lealtad y obediencia de Kim, sólo comparada con la de un vasallo hacia su Señor, no se hizo esperar, y al recibir noticia, acudió de inmediato a la enfermería.

La imagen que sus rasgados ojos captaron al arribar, le fue, por un momento, imposible de creer. Se quedó bajo el marco de la puerta, contemplando el candor de la romántica escena con sus orbes todavía debatiéndose de la credulidad en semejante acto gallardo.

Harry, con esa pura, y para Kim, nueva expresión de aflicción plasmada en su siempre rostro imperscrutable, cubría con frazadas el cuerpo de Niall, acomodando con esmero las almohadas y enseguida, refrescando la sudorosa frente del jovencito con pequeñas compresas.

Pensando que sólo le faltaría por ver perros volando, Kim se hizo notar y Harry, sin apenarse por haber sido descubierto, le enfrascó en una nueva misión: encontrar un profesional de la salud. Fue así, como largos minutos después, el japonés regresó con el odontólogo de la prisión. Y fue así, como el dentista consiguió restablecerle tras someterle con el adecuado tratamiento.

El rizado exigió saber, sin retóricas y letradas palabras médicas (que sólo entre ellos entendían) el estado de Niall. El odontólogo se apocó con tremendo vozarrón y explicó concienzudamente cada detalle.

Harry calló, prestando atención a cada palabra, hasta a cada suspiro, semejante a un pasante escuchando los sabios consejos de un médico con larga trayectoria. Según le dio a conocer, Niall estaba controlado, y al no tratarse de una droga altamente adictiva, estaba seguro, en unas horas sobrepondría sin graves repercusiones.

—¡No entiendo por qué el médico Simmons no se encuentra si ésta misma mañana lo observé aparcar su auto! — Dijo el dentista, quitando el termómetro de la boca de Niall, viendo qué, la temperatura había bajado considerablemente.

Kim, encontrándose sentado en una camilla, ciñó el entrecejo, aún ignorando el espectáculo que las paredes de la enfermería guardaban recelosas. Harry chistó, convirtiendo sus ojos en pozos infernales.

—El médico Simmons —Repitió con sorna – Huyó. Corrió como si le hubiese introducido una botella de tequila y la haya roto dentro —Endureció su rostro arcano — Huyó porque iba a matarlo —Confesó causando extrañeza en Kim y
confusión en el doctor.

—¡¿Cómo?! —Exclamó el último, entrecortado.

—Hizo bien, porque de lo contrario, si él se hubiera quedado... éste mismo
suelo ya estaría bañado con su asquerosa sangre —Reafirmó —Pero no volverá, si es listo, no lo hará, puesto que aquí, sólo la muerte le espera.

—¡Espero que esté bromeando! —Dijo el mayor, alborotándose. Harry le
ignoró, mitigando su rabia con sólo ver el sosegado rostro de Niall.—¿Me escuchó?, ¡no puede lanzar tales amenazas a la ligera! —Amonestó — Esto pinta mal, muy mal, ¡llamaré a los guardias!

Harry giró la cabeza, mirándolo apático y congelando sus movimientos con su feroz semblanza.

—Mi condena, es perpetua, por lo que no habría ninguna diferencia si ahora decidiera quebrarte el cuello — Respiró profundo —Pero no lo hago por el único motivo de que alguien más te necesita— Señaló a Niall con la mirada —Cállate y haz tu trabajo, antes de que sea razón insuficiente — El cirujano asintió, sin deseos de pendenciar.