Capítulo 37

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El olor a humedad y el sonido continuo de diminutas gotas de agua reventándose en un charco, interrumpió su sueño. Harry abrió los ojos de golpe, mirando el techo de piedra bostezó, y después de un rato, se incorporó de la cama. La vista del lago Starnberg desde esa habitación en particular era la mejor de toda la residencia, y Harry jamás se cansaba de contemplarla. El día había amanecido engañoso, un celaje grisáceo arropaba toda la extensión de cielo originando una sensación madrugadora, sin embargo, sólo minutos lo separaban del mediodía.

¿Qué estaría haciendo en la cárcel a ésas horas? Se preguntó, henchido de satisfacción. Probablemente en la mierda de patio que solían llamar gimnasio, ejercitando su cuerpo, bromeando con Kim… ¿Qué estaría haciendo el japonés?

¿Se encontraría ansioso por su pronta salida? Harry sonrió, pensando en la mejor manera de recibirlo cuando también dejara la cárcel atrás, ¿el mejor alcohol, las mejores chicas? Sí, aquello sonaba bien. Extrajo un celular de su chaqueta y marcó una serie de números. La voz simpática de Kim le recibiría con un intrínseco y original saludo, y Harry, recién amanecido de buenas y con complejo de Rey Mago, le daría la noticia del préstamo saldado con los rusos, sólo para que ya encontrara la paz en el mundo onírico, sin gigantes gángsters sodomizándolo en sus pesadillas.

Un timbre, dos, tres, silencio.

──¿Kim?

Una risa conocida le heló la sangre.

──No, me temo que él no podrá contestarte, está un poco… indispuesto ──La voz guasona de Zayn latigueó en su cerebro ──Buen día, Harry. ¿Qué tal el mundo exterior?

──¿Dónde está? ──Exigió saber, simultáneamente paciente y amenazante.

──Hay preguntas, cuyas respuestas son tan obvias, que no merecen ser contestadas.

Harry se derribó sobre la cama, su respiración alterada chocaba contra la bocina del aparato, Zayn se percató de su rabia, y sonrió, triunfador.

──¿Qué sucede, por qué tanto silencio? ──Azuzó── ¿Pensabas qué tu escape no iba a traer consecuencias, eh? ¿Aún queda algo de ingenuidad en ti para creer eso? ¿O es que acaso sigues siendo un puto arrogante? ──Harry gruñó, soliviantado.

──Me la pagarás, todas y cada una de tus afrentas las tengo bien grabadas. No tendré misericordia.

──Estás molesto, ¿por qué? El infortunado hombre sólo era un peón en tu juego ¿por qué suenas tan afectado? ──Pulla, ironía, proyectaban sus preguntas ──¿Será que la cárcel te ablandó la roca que tienes por corazón? O quizás sólo estás más enojado conmigo porque siempre termino arrebatándote lo más o menos rescatable de tu patética existencia: un padre, tu apreciada libertad, y ahora, al único amigo que has tenido, qué pena.

Harry oprimió el móvil hasta hacer resaltar sus blancos nudillos, lo quitó de su oído, como si quemara, y observó la pantallita con profundo rencor.

──Puedo garantizarte que la muerte de tu amigo no será lo último que te va a pesar ──Añadió, eufórico.

──No necesito que me vomites tu veneno, grandísimo hijo de puta. Sé perfectamente cómo te manejas. No soportaste que tu propio padre, tu propia sangre, me prefiriera, a mí, un completo extraño, muerto de hambre, y adoptado. Si yo soy un pobre imbécil, vil y miserable, ¿Qué eres tú?¿En qué te conviertes al desear lo que yo tuve? Si envidias al más despreciable entre los más despreciables, ¡¿En qué clase de persona te conviertes?! ──Trinó.

──¡¿Cómo te atreves a decir que yo te envidio?! ¿Cómo podría envidiar a un ser como tú? Eres mierda, ¡mierda y nada más!

──Di lo que quieras, nada cambiará la realidad, tú realidad: nunca tuviste nada, ni el respeto de Javadd, para él siempre fuiste un maldito pusilánime, débil, sin carácter. Ni siquiera los hombres que cuidan de tu espalda te guardan lealtad, a la primera muestra de flaqueza se volverían contra ti ──El turno de reír, fue de Harry ──es lamentable que tu hombre de mayor confianza sea Gerhard, preferiría correr entre una manada de hienas hambrientas a tenerlo a mi lado. Tú  lo sabes, y te arde tanto, que por ello mataste a Kim.

Invicto »n.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora