Capítulo 32

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Era difícil que una prisión con tanta presencia como Londres, fuera liderada por un solo hombre, la mayoría de las cárceles tienen varios líderes; pandillas formadas racialmente, unas aliadas y otras enemigas traficaban en el mercado negro a cambio de una vida más cómoda dentro de la penitenciaría. La cárcel de Londres no era la excepción, sin embargo, el apellido de Harry pesaba, como también lo hacía su fama de sanguinario, y resultaba complicado ir en contra de sus mandatos; Harry no se inmiscuía demasiado en el tráfico de productos, drogas, y alguna que otra arma, pero actuaba lo necesario para mantener contentos a todos los grupos y así lograr restablecer la paz que por largo tiempo había estado ausente. Harry era admirado por muchos y secretamente odiado por otros. No obstante, ahora precisaba de terminar con ésa pasividad y violentarla al máximo, necesitaba la rabia de los prisioneros, y sabía, ésta no explotaría con simples diálogos; todos eran criminales, y las motivaciones debían ser diferentes.

La prisión se dividía en cuatro pandillas de variables integrantes; la horda teutona, conformada exclusivamente por alemanes arios, capaces de infiltrar hasta los objetos más impensables, y la cocaína más pura, Geert había sido su cabecilla, antes de que el mismo Harry lo asesinara por intentar propasarse con Niall.

Existía también, la pandilla asiática; la mayoría de procedencia china y tailandesa, y cuyo principal miembro se decía que pertenecía a una triada china muy importante que seguía operando desde la prisión. La banda albanokosovar, con seguridad, la más temida y con la que en particular Harry mantenía excelentes relaciones, se encargaba de controlar la distribución de heroína dentro de la penitenciaría. Y por último, se contaba con la pandilla de negros, de lo más escandalosos y vocingleros, traficaban con pornografía y marihuana.

No fue complejo el hacerles enfurecer, y sin que se percataran, unirlos para luchar por su causa. Ivan Schwantzenberg; miembro principal de los teutones, adoraba el fútbol y lo practicaba a diario en las canchas del reclusorio, el deporte lo hacía olvidar por un momento dónde se encontraba y aunque efímero, el sentimiento de libertad se le presentaba cuando corría por toda la extensión de territorio, persiguiendo un balón. Harry se aprovechó de su debilidad por el juego y por medio de un soborno considerable, el guardia en turno pinchó todos y cada uno de los balones existentes y mantuvo las mangueras de riego abiertas durante la noche y madrugada, inundando las canchas. Al siguiente día, Ivan se presentó puntual al campo, y su expresión al observarlo, fue digna de fotografiarse; su sorpresa se volvió rabia cuando dio cuenta de los balones abollados, esparcidos por la cancha, a modo de burla. En otra situación, a Harry le habría parecido un estúpido juego de niños, pero en una prisión; queriendo o no, la susceptibilidad se agudizaba y ésos detalles, pequeños o considerables, se convertían en motivo de guerra. A partir de aquél día, la relación entre guardias y teutones arios se tensionó, sin embargo el rizado sabía, se necesitaba de mucho más.

Con la pandilla asiática fue más fácil, eran todos tan ordenados y orgullosos que casi cualquier cosa que no iba entre sus planes les enojaba, ni siquiera gustaban de gratas sorpresas porque no era de su agrado perder el control de sus emociones. Lao Zhang era un hombre posesivo y receloso con una enfermiza obsesión hacia un transgénero que purgaba su misma sentencia; corría el rumor que eran amantes de mucho tiempo y que el mismo Zhang se encargó del encierro de ella, para no vivirlo en soledad. El transgénero, "Betzy" como se hacía llamar, a todas luces una mujer, y tan bella como adicta a la cocaína y heroína, era conocida por sus buenos 'trabajos' a cambio de dinero o droga. El mismo Kim se enredó en una ocasión con la guapa Betzy, y lo único que le impidió seguir haciéndolo fueron las crueles burlas de Harry al enterarse. Lao ignoraba lo que su querida Betzy hacía a sus espaldas, era bastante respetado y nadie se atrevía a contar lo que hasta los mismos guardias sabían; uno de ellos, inclusive, era su habitual cliente, como descubrió pronto Harry, y se valió de ello para armar un nuevo escándalo; mientras se revolcaban en una celda vacía cuando todos comían, Kim regó el rumor en la mesa de Lao, y éste, al enterarse, salió del comedor caminando sereno, dirigiéndose a las celdas en remodelación. Lo que aconteció después, toda la penitenciaría lo supo; Lao Zhang había sido enviado a las mazmorras por unos días como castigo al intentar atacar a un guardia de seguridad. El disgusto con los uniformados tomó más fuerza y Harry bebió whisky esa noche, de pura felicidad.

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