Capitulo X

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A veces nuestro corazón nos indica aquello que, no queremos ver

Esa misma mañana se despertó con el recuerdo de lo vivido golpeando su mente, desde sus besos hasta sus caricias, todo la hacía recordarlo con más fuerza y lograba que ese sentimiento de anhelo creciera dentro de ella.

Confundida por sus propios pensamientos y negándose a sentir algo más que simple pasión hacia él, se levantó de la cama, tenía un desfile que preparar y sabía que en menos de una semana debería llegar a Nueva York para finiquitar todos los preparativos del evento.

Durante el resto del día había realizado una vídeo llamada de aproximadamente dos horas con su asistente intentando que todo lo concerniente a la decoración y el salón donde se llevaría a cabo el evento fueran los ideales. Ella solía ser muy meticulosa con cada uno de los preparativos de cada colección, para siempre cada una tenía algo diferente y único por lo que los eventos debían ser igual de únicos.

Al finalizar la llamada se encargó de hablar con Fabricio que no tardó en ver los cambios físicos comunes de un buen sexo, ellos nos solo hablaron de lo bien que la había pasado sino también de la colección en sí, su amigo no solía decepcionarla y sabía que esa no sería la primera vez solo que estaba algo nerviosa porque poco había querido mostrarle sus diseños en esta ocasión, desconcertándola un poco pero a sabiendas que debía confiar en él. Fabricio era el mejor diseñador que había conocido.

Tres días después.

Habían pasado tres días desde la última vez que lo vio, debía admitir que en las noches evocaba su recuerdo y había intentado besar a un desconocido en el bar del hotel pero nada en su interior sintió, ¿qué le sucedía?, ¿Por qué no sintió el mismo ardor con ese desconocido que como lo sentía con Giorgio?

Sentía que se estaba volviendo un poco loca y por eso esa noche decidió salir con Tamara, le había escrito a su hermana para tener una noche de chicas sin saber realmente que la llevaría justo al local donde ella había estado trabajando todo este tiempo, claro está que para pasar de ser percibida y que no pudieran reconocerla tuvo que ponerse una peluca pelirroja, algo drástico considerando su color azabache natural.

Estaban sentadas en la mesa que según ella solía ocupar Dean, porque sí, su hermano frecuentaba ese lugar y no precisamente para cuidar de su hermana sino de una chica en particular, la misma que había descubierto hace ya unas semanas en su habitación de hotel, la misma a la que le había hecho un espectáculo con Jackson.

Ella se sentía algo avergonzada de su actitud en aquel momento, se sintió decepcionada, impotente, furiosas y vulnerable; todo en un mismo momento, por primera vez en su vida sentía que no tenía el control de la situación y era justamente eso lo que le pasaba con Giorgio, ella no decidía y si lo hacía era muy poco, él solía decidir por ambos y justo con él eso no le molestaba, era como si supiera lo que ella necesitaba.

-¿Se puede saber qué tanto piensas? - Cuestionó su hermana evaluando todo a su alrededor, sin mirarla realmente pero conociendo a Tamara ya se había dado cuenta que algo la inquietaba.

-No...

-No trates de negarlo porque se nota en tu mirada, no haz dejado de navegar por esos pensamiento de tu mente y ya eso es algo raro en ti - La miro finalmente -. Sé que llevábamos tiempo sin vernos y que muchas cosas pudieron haber cambiado en ti, pero en pocas ocasiones te sumerges en tus pensamiento o decides no tomarte esa copa de vino blanco que tanto te gusta -Señaló su bebida casi intacta -. Llevamos treinta minutos aquí y tu solo haz dado un sorbo, así que no me mientas y dime qué tanto piensas.

Freya MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora