Prólogo

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Año 2004.

Venecia, Italia.

El sol se elevaba sobre el hermoso cielo de Venecia, mostrando un jardín majestuoso lleno de distintos tonos y tipos de flores, era el más grande que tenía la familia Lombardi porque esa era la residencia principal.

Él estaba admirando el paisaje a través del balcón cuando una mano delicada y bien cuidada se apoyó sobre su hombro derecho, miró hacia la mujer a su lado cubierta solamente por la sabana que antes cubría su cama, ella le sonrió antes de decir:

─Es una hermosa vista ─ Dijo mirándolo, él sabía que no se refería al jardín.

Tiana es una morena de ojos marrones, cabello azabache y unas curvas que enloquecerían al más cuerdo, era perfecta en todos los sentidos, una mujer que sabía cómo usar sus encantos, calculadora y tremendamente encantadora. Se conocieron hace apenas escasos cinco meses y hace dos meses comenzó a ser su amante. Era justo lo que necesitaba, una mujer experimentada y que no tuviera intenciones amorosas con él, nada más que una relación con base en transacciones. Él se encargaba de que tuviera todo cuanto deseaba y ella que no se sintiera solo en su cama.

Tiana provenía de una familia dedicada al crimen organizado, por lo que sabía muy bien el movimiento de su mundo y entendía a la perfección sus responsabilidades. Sin compromisos y con una mujer de 19 años perfecta a su lado, era un tremendo avance para él a sus tan solo 15 años.

Giorgio había crecido con la promesa de que en un futuro sería el dueño del imperio que construyó su padre, quien era el jefe de la mafia italiana. Su padre le costó golpes, muertes, dinero y mucha sangre llegar a ser quien era para darles todo cuanto necesitaban y ahora él estaba al borde de la muerte, y él tendría que hacerse cargo de todo cuanto construyó siguiendo sus pasos e incluso hacerlo mejor, por eso no se permitía enamorarse, todas las jóvenes de su edad solo pensaban en cómo sería su primer novio y el amor eterno. Él no tenía tiempo para eso, tenía cosas más importantes que hacer.

De pronto la mano de Tiana comenzó a descender por su pecho desnudo.

─Creo que podemos seguir... ─ No pudo terminar la frase porque fue interrumpida con el sonido de la puerta al ser abierta.

Confundido se levantó de su asiento y camino hacia su habitación encontrándose con su madre que tenía lágrimas en sus ojos.

─ ¿Qué...?

─Es tu padre, ha decaído – Las lágrimas y su voz evidenciaban que posiblemente ese sería el día.

─Giorgio ─ Lo llamó Tiania al verlo en silencio, pero él no la miro solo recogió su camisa del suelo y se la colocó, saliendo junto a su madre mientras escuchaba a Tiania gritar su nombre.

La habitación de sus padres quedaba a tan solo una habitación de diferencia, justo la habitación de su hermana Regina. Cuando entró junto a su padre vio a su hermana mayor llorando sobre el cuerpo pálido y sudado del hombre que los cuido y crió siempre, porque aunque él fuera el peor para muchos, para ellos había sido el mejor padre.

─Hijo ─ Lo llamó extendiendo su débil pero todavía joven mano hacia él.

Giorgio se acercó tomando su mano, no deseaba su muerte y menos sabiendo que eso traería problemas a su familia. Para nadie era una mentira que su hermana deseaba ser la heredera del imperio, ella quería ser quien tomará las decisiones pero su padre tenía otros pensamientos, desde pequeño lo crió a él para ser el heredero, como único hijo varón ese era su deber, su responsabilidad.

A diferencia de Regina no se relacionó muchos con niños de su edad, él veía clases especiales y desde los 10 años sabía cómo manejar las armas, sabía en base a qué se debían tomar las decisiones. Él fue criado con un solo propósito y aunque no le gustara a su hermana, para su padre esa era una decisión tomada. Muchas veces intentó hablar con ella pero nunca lo escuchó y ahora estaban allí, sabiendo que ese día la decisión que su padre tomara sería la oficial.

─Hijo, quiero que sepas que he tomado una decisión ─ Dice su padre con debilidad en su mirada ─. He decidido que tú serás quien cuide de esta familia, cuidaras a tu hermana y tu madre como yo lo he hecho durante todos estos años. Sé que te he enseñado bien ─ Él asintió aceptando su destino, pero su hermana no.

─ ¿Cómo es eso posible? – Le gritó, sin importarle el estado que se encontraba su padre.

─Regina ─ Su madre la miro molesta, pero a ella no le importó.

─ ¡Yo soy tu primogénita! – Dijo furiosa, señalándolo.

─Hermana...

─ ¡No!, ¡Yo me merezco ese lugar, no él! – Grito fuera de sí.

─ ¡Regina respeta la decisión de tu padre!

─ ¡No respeto una mierda!, ¡Ese es mi lugar!, ¡Mi derecho! – Ella miro con odio a su padre ─ Y tú me lo quitaste.

─Tú hermano es el hombre aquí y él debe... ─Intentó explicarle su padre, pero fue inútil.

─ ¡Ah entiendo! Entonces porque tengo tetas y no un pene no lo merezco.

─ ¡Regina ya basta! – Su madre la tomó del brazo furiosa haciéndola a su lado para evitar que siguiera con su espectáculo de gritos.

─Hijo, no le hagas caso a tu hermana ─ Dijo su padre llamando su atención ─. Solo está molesta.

─Esto es lo que ella siempre ha querido papá.

─Pero es tuyo y tiene que respetarlo ─ Sentenció antes de toser un poco, apretando su mano.

Minutos después regresaron ambas mujeres, pero su hermana todavía no estaba calmada. Ella se mantuvo en un rincón de la habitación observando a su madre y su hermano acompañando al hombre que tanto había querido en el lecho de su muerte, a sabiendas que el imperio le había sido arrebatado y enfurecida por ello, tomó una varilla de metal que se encontraba junto a la chimenea que estaba a su lado. Furiosa camino hacia ellos con el arma en sus manos y sin premeditación de nadie, se la clavo a su padre en el pecho provocando su muerte y llenándose todos de su sangre.

─Maldito infeliz ─ Siseo enloquecida.

Su hermano y su madre la miraban conmocionados, ¿cómo era posible que ella hiciera aquello?

─Regina – Su madre trato de hablar pero luego miro a su esposo muerto, el hombre que tanto había amado ya no estaba. Sollozando lo abrazo, su propia hija le había quitado al amor de su vida.

─ ¿Qué demonios te pasa? – Gritó su hermano confundido ─, ¿Por qué lo hiciste?

─ ¡Él me quito lo que es mío!

─ ¡Desde pequeños sabíamos cuál era su decisión! – Giorgio estaba furioso y dolido por el final que había tenido el hombre que tanto los protegió.

─ ¡Era mío! ─ Gritó ella tocándose el cabello con desesperación, como si estuviera maquinando un plan de escape a lo que había hecho.

─Regina esto no era nuevo para ti – Dijo su hermano intentando hacerla entrar en razón y calmándose un poco, mientras su madre lloraba sobre el cuerpo sin vida de su padre.

Ella se mantuvo en silencio un momento, quieta, pero de pronto corrió hacia él y le saltó encima provocando que ambos cayeran hacia el suelo y ocasionándole un golpe en la cabeza a Giorgio.

─ ¡Regina! – Aurea estaba estupefacta por el comportamiento de su hija.

─ ¡Tú me quitaste todo lo que yo quería! – Le gritó a Giorgio mientras lo golpeaba en la cara, pero él no se defendía porque el golpe en su cabeza lo tenía confundido ─ Mereces morir ─ Dijo juntando las manos sobre su cuello para asfixiarlo.

En ese momento Aurea abrió los ojos y corrió hacia ellos.

─ ¡Suelta a tu hermano Regina! ─ Le gritó intentando quitarla de encima pero su hija tenía una fuerza sobre humana.

Preocupada corrió hacia el pasillo y grito pidiendo ayuda, rápidamente dos escoltas llegaron a la escena separando a sus dos hijos. Su hija seguía gritando incoherencia y su hijo estaba tosiendo a un lado de la cama de su difunto esposo, intentando recuperar el oxígeno que había perdido.

Esa misma noche el padre de los Lombardi fue cremado, su hija Regina fue internada en una clínica psiquiátrica y su hijo, Giorgio Lombardi tomó el lugar de su padre en los negocios. Su vida cambió de un momento a otro, ella había perdido mucho en las últimas 24 horas.

Freya MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora