Capítulo VII

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En lo sencillo de la vida

Brilla el verdadero ser

Miro hacia el sol que se ocultaba tras los enormes edificios que habían en Seattle, cerró los ojos y dejo que la brisa del atardecer golpeara con suavidad su rostro removiendo un poco sus cabellos. Ella había ido hasta allí por su hermana y vaya sorpresa que se llevo al verla, nunca había imaginado que su viaje terminaría así, con su hermana viva y con un idiota cambiándola por una chica más simple que ella.

Suspiro, en tan poco tiempo había vivido tantas emociones que sentía las sobrepasaban, no podía con ellas, se sentí ahogada, asfixiada.

Abrió los ojos para encontrarse con la oscuridad del lugar, ya había anochecido y tenía hambre otra vez pero no quería la comida de ese hotel, deseaba salir de esas paredes que la consumían.

Decidida se levantó, tomó su abrigo vinotinto y se colocó, ya no quería pasar un minuto más allí. Ella llevaba puesto un conjunto de short negro con un croptop del mismo color, unas botas de charol con tacón que le llegaban hasta las rodillas, adhiriéndose a su figura haciéndola ver más alta de lo que en realidad es.

Salió de la suite con un único propósito, salir de allí. Llegó hasta el ascensor y presionó el botón para llamarlo, Joseph se mantenía a su lado mientras esperaban a que el ascensor se detuviera, cuando las puertas se abrieron su pulso se detuvo por unos momentos y abrió los ojos al verlo, él estaba mirando su teléfono celular concentrado en lo que allí había, de pronto uno de los hombres que lo acompañaban y reconocía como su equipo de seguridad carraspeo, logrando hacer que dejará de mirar la pantalla de su celular y la enfocará a ella.

A Freya no se le paso de ser percibido el momento en que sus ojos se oscurecieron, si es que eso era todavía posible. Con una pequeña sonrisa nerviosa entro en el ascensor, aunque no sabía por qué se sentía así o cómo es posible de que él estuviera allí, pero tampoco estaba dispuesta a formular las preguntas seguía centrada en su propósito.

Las puertas del ascensor se cerraron y Giorgio guardó el teléfono en el bolsillo interno de su chaqueta. Ambos mantuvieron el silencio mientras el ascensor bajaba, al llegar al vestíbulo Freya no lo pensó mucho y salió de allí con dirección a la puerta mientras Joseph la seguía de cerca, al llegar al exterior dejó salir un suspiro de alivio se giro y miro a su guardaespaldas.

-Hoy no quiero un auto Joseph, hoy caminaremos. Necesito respirar - Comentó girándose para comenzar su camino pero de pronto una voz la detuvo.

-No pensé que fuera mujer de paseos, señorita Michelakis - Ella se giro encontrándose con los ojos marrones de Giorgio.

Ella lo analizó, llevaba un traje de color negro, sin dejar rastro o permiso a otro color.

-Que sorpresa señor Lombardi, realmente no sabía si lo volvería a ver - Dijo ella intentando comprender qué hacía él allí.

-Lo mismo digo señorita Michelakis, pero es difícil olvidar la belleza de cierta griega. Lo que me complicó no ir hasta donde está ella - Dijo acercándose un poco y mirándola directamente a los ojos.

Ella guardó silencio y luego de unos segundos preguntó:

-Entonces ¿quiere decir que está aquí por esa griega? - Él asintió sin dejar de mirarla -Debe ser muy importante.

-Tengo muchas ganas de conocerla.

-Entonces es un hombre de ganas - Contra atacó.

-Un poco - Sonrió encogiéndose de hombros.

Freya MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora