A veces el dolor es tan fuerte, que solo nos queda sentir
Mirar hacia la nada y sentir
A veces el dolor es tan fuerte, que no se quiere vivir
Porque nos taladra el alma, porque nos deja huella
El tiempo transcurría con una velocidad inquietante, a veces sentía no distinguir los días y que estos le era eterno, ¿cómo era posible aquello?, ¿Por qué se veía tan afectada por él?, ¿Cómo es posible que se estuviera dejando afectar así?
Debía admitir que casi no se reconocía, era como si una parte de ella se fue con él ese día en el restaurante, y esa sensación era asfixiante, tormentosa.
Frustrada llevo una copa de vino hacia sus labios y bebió el contenido de un solo trago, olvidándose de la necesidad de guardar las apariencia, de comportarse sobre lo que ella se espera. El rubio a su lado la miro con una ceja alzada pero no le importó solo miro hacia el mesero y con una señal en segundos su copa estaba nuevamente llena con ese líquido color champan.
-Una mujer a la que no le importa lo que opinen los demás, debo admitir que me atrae eso de ti - Miro al pelinegro que estaba en su lado izquierdo -. Aparte de otras cosas, claro está -Susurro mirando hacia su escote en V que había decidido llevar esa noche.
La rubia lo miro y alzo una ceja examinándolo, él llevaba un traje azul marino que le quedaba a la perfección, a simple vista se notaba que fue hecho solo para ser usado por él. No tenía corbata ni moño, debido a que los dos primeros botones de su camisa negra estaban desabotonados dejando ver un poco de su piel blanca y dándole un aire más sensual si eso era posible, su mandíbula era cuadrada y tenía tiempo observándolo conversar, se relacionaba con los demás de una manera muy fluida y era bastante atractivo, demasiado realmente, pero había un problema y es que ese estadounidense no era el italiano que extrañaba calentara su cama, porque eso era lo que extrañaba de Giorgio, el sexo y nada más. Y por extraño que pareciera, no le interesaba conocer hombres por el momento y eso, era lo que más la desconcertaba.
-Mis ojos están arriba -Dijo cortante, ganándose una mirada de sorpresa del pelinegro.
-A mí me dijeron que eras una fácil, así que conmigo no tienes por qué disimular -Freya escuchó la exclamación de sorpresa a su lado, era obvio que su amigo estaba escuchando todo.
Ella rió sin ganas y luego miro con superioridad al pelinegro.
-Puedes llamarme fácil cuantas veces lo desees porque no negare que disfruto del sexo -Dijo tomando su bolsa porque ya estaba cansada de estar allí -. Pero jamás podrás decir que te acostaste conmigo y disfrutaste de la increíble mujer que puedo ser, porque no me acuesto con simples imbéciles que solo buscan sexo -Lo miro directo a los ojos -, yo busco un hombre con más cualidades que un simple pene entre las piernas -Otra exclamación de sorpresa a su lado -. Busco a alguien que me respete, que me trate como la dama que soy, que consienta cada uno de mis caprichos y que me folle como un jodido animal-. Tomo el contenido de su vaso de un solo trago y se levanto, mirándolo desde arriba -, y eso solo lo consigo con un italiano que me está esperando en el hotel, así que si me disculpas, esta dama se retira y que te jodan la noche -Dijo caminando hacia la salida, solo necesitaba salir de allí, no entendía por qué acepto ir a ese lugar con Fabricio si se hubiera quedado en el hotel seguro no se sentiría así de fatal.
Esa misma noche durmió entre sabanas frías y una habitación oscura, sin ese calor italiano que la había acompañado antes de que todo cambiara en la última semana.
Se sentía sola, abatida. Nunca antes se había sentido de tal manera, ni siquiera en la muerte de sus padres o en la supuesta muerte de su hermana, en esas ocasiones solo sintió dolor, tristeza y quizás un poco de soledad, pero nunca antes había sentido esa sensación de perdida, de necesidad, de abatimiento en la que se encontraba sumergida desde que él la dejó en aquel maldito restaurante.
Desde aquel día sentía que su mundo se desvanecía pero no se permitiría caer jamás, ella era Freya Michelakis y nunca la verían en el suelo por un hombre.
Y con ese pensar, decidió irse a dormir.
A la mañana siguiente.
-¡Despierta! - Sintió unas nalgadas que la hicieron gritar de molestia. Se cubrió con las sabanas encapsulándose como un capullo -Arriba rubia, en pocas horas tenemos que tomar un avión.
¿Avión?, ¿A qué se refería con un avión?
Confundida se descubrió la cara para ver a su mejor amigo frente a ella luciendo una camisa de vestir verde agua arremangada hasta los codos, junto con un pantalón color beige que le quedaba a la perfección y unos zapatos a juego con el pantalón, y con su cabello peinado hacia atrás, dándole un toque fascinante al rubio.
-¿Un avión?, ¿Hacia dónde? - Cuestionó descubriéndose para sentarse en la cómoda cama.
Fabricio se sentó en una orilla de la cama y la miro:
-Iremos a Roma - Ella frunció el ceño sin comprender -. Estoy cansado de verte como alma en pena durante las fiestas, aunque lo que le dijiste ayer aquel imbécil realmente se lo merecía - Ambos rieron al recordar lo sucedido la noche anterior -. Pero también sé que necesitas distraerte, salir de este hotel que te recuerda a él, de esta ciudad que suele no gustarte mucho y es por eso que organice un viaje para los dos hacia Roma.
-Pensé que verías a tus padres.
-Roma no está nada lejos de Sicilia, podré viajar en cualquier momento y de verdad me queda más cerca que seguir quedándome aquí.
-Fabricio...
-No quiero seguir viéndote sufrir - La interrumpió -. Además, no pienso irme mientras sé que te quedas aquí sufriendo, por lo que te vienes conmigo a ese viaje-Se levantó de la cama y la apremió hacer lo mismo -. Así que a levantarse que un avión y Roma nos esperan.
Esa misma mañana partieron rumbo a Roma, Italia con la esperanza de descubrir nuevas distracciones sin saber lo que realmente les deparaba el destino.
El viaje fue tranquilo y armonioso, Fabricio se había encargado de solicitar boletos en el área VIP, lo que la libro de un viaje atestado de personas y realmente que lo agradecía. Arribaron en la madrugada del día después en Roma, todo debido a la diferencia horaria que había de un destino a otro y debía admitir que se encontraba cansada, agotada.
Joseph la ayudó con su equipaje mientras Fabricio le abría la puerta para que entrara en el vehículo para luego ponerse junto a ella. Pocos minutos después cuando estuvo todo listo, el auto se puso en marcha, no sabía a dónde iban y tampoco deseaba preguntar solo se recostó en el hombro de su amigo que sin dudarlo la abrazó y pegó más hacia él, dándole un poco de confort que en los últimos días sentía que había perdido.
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Freya Michelakis
RomanceFreya Michelakis es una mujer seductora, egoísta, impulsiva y que no le importa ensuciar sus manos de sangre. Total, está acostumbrada a ello. Freya creció en una de las familias más temidas de la mafia, su infancia no fue fácil, su adolescencia muc...