Capítulo I

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Las decisiones que tomamos nos marcaran para siempre

Son las que definen el rumbo de nuestra vida, por lo que cuando tenemos que elegir es mejor hacerlo con la mente y no con el corazón

Atenas, Grecia.

Enero de 2014.

Apenas eran las 13.00 horas cuando Freya arrastraba de la mano a uno de sus tantos amantes, desde la muerte de sus padres hace ya poco más de un mes la rubia tenía un método peculiar para desahogar su dolor y liberar su alma rota. Ella se había convertido en una mujer completamente diferente con tan solo 21 años.

En poco tiempo había perdido a sus padres en un abrir y cerrar de ojos, el brillo que iluminaba su mirada verdosa había desaparecido dejando solo un bosque sumergido en la oscuridad y dolor. Ya no era la misma y como único método para olvidarse del dolor eran los orgasmos, que a diferencia de su hermano Dean que era el alcohol, para ella le era mucho mejor viajar entre orgasmos que sumergirse en el alcohol.

Desde hace unas dos semanas sus amantes antes ocultos comenzaron a frecuentar la mansión Michelakis con un único objetivo, complacerla y para ella eso ya era un vicio.

Contenta de poder tener su orgasmo deseado ese día tan gris, tanto fuera como dentro de esas paredes guió al chico a su habitación y luego de abrir la puerta lo hizo entrar primero, para luego cerrar la puerta detrás de ella y acercarse como una fiera al acecho. Juguetona lo arrincono contra la pared detrás de la puerta sellando sus labios con los de él, demostrándole lo necesitada y excitada que estaba.

─Joder, pero que traviesa eres pequeña rubia – Susurro él entre besos mientras desabotonaba su camisa.

Ella arrugo un poco el gesto a mitad del beso, no le gustaba que usaran ese termino con ella solo por su estatura, la irritaba pero era más sus ansias de un orgasmo que sin meditarlo lo empujó a la cama y se subió sobre él quitándose la camisa para dejar al descubierto su sujetador de encaje color azul rey que resaltaba sobre su piel blanquecina.

La habitación estaba decorada con colores rosa y morado, tenía un enorme armario que casi era otra habitación separado por dos puertas de madera pintadas en color blanco, el baño era igual de deslumbrante con una tina y ducha perfectas para cada ocasión que ella quisiera, como hacer travesuras en él.

Su cama era enorme digna de una princesa, repleta de cojines y almohadas que la hacían más cómoda si eso era posible.

Freya estaba disfrutando del tiempo que aquel rubio le estaba dedicando a sus pechos, ya no tenía el sujetador puesto y de sus labios salían jadeos de placer, pero el placer fue interrumpido cuando la puerta de su habitación fue abierta y se maldijo internamente no haber colocado el pestillo. Con los senos descubiertos miro por encima de su hombro encontrándose la mirada azulada de Tamara, que la observaba con un gesto inexpresivo, mismo que usaba la mayoría del tiempo.

─Tam, estoy ocupada ─ Dijo con una sonrisa haciendo una pequeña seña hacia el chico entre sus pechos.

─Desocupate ─ Habló en un perfecto francés sabiendo que el chico no la entendería ─. Te espero en mi despacho en cinco minutos, cúbrete y que tu amante se largue de esta propiedad. Él tiene los mismos cinco minutos que tú – Dicho eso salió por la puerta dejándolos solos.

Frustrada y molesta se baja del regazo de su amante, tomó su camisa y sujetador del suelo. Lo miró y espetó:

─Vístete y vete – Ordenó colocándose el sujetador mientras el rubio la miraba.

El chico iba a replicar pero al ver la mirada furiosa de ella, no hizo más que vestirse y salir detrás de ella. Ambos llegaron hasta el salón principal en donde Freya le hizo una seña a Jackson con la mano para que se acercara, él era uno de los hombres de confianza de su hermana y por ende, suyo también.

Freya MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora