Prólogo

31.3K 1.3K 322
                                    

Ahí estaba yo, tirada en el suelo de mi habitación con el pecho obstruido y con lágrimas en mis mejillas, que se mezclaban con el sudor que provenía del esfuerzo de respirar. Todo me daba vueltas, todo era confuso y nebuloso, todo estaba en cámara lenta. Cuando me volteé a duras penas lo vi y todos mis sentidos se paralizaron al verlo ahí, sin ningún rastro de vida, él ya no era capaz de articular nada ni de accionar nada. Era prácticamente una estatua, una estatua que hace unas horas atrás había estado riendo y bailando. Quería ayudarlo, quería gritar, yo…., yo solo quería volver a dormir y no volver a sentir nada más, pero no podía. No pude hacer nada para evitar que él muriera.

Pase gran parte de mi vida preguntándome que podía arruinarla hasta que, llegaron mis quince años y todo se volvió oscuro e insignificante. Hay cinco estampas las cuales cruzamos cuando sufrimos perdidas o traumas; negación, ira, negociación, depresión y por último, aceptación. Pase por todas ellas hace dos años, pero que las haya vivido no significa que las haya dejado atrás, porque lo acepte, lo sentí con irá y con un dolor inimaginable, pero aquí estoy: sumida en la depresión y divagando en la culpabilidad, coas que, me consumen a cada segundo y la frustración de querer detener ese pensamiento me consume aún más.

El amor se asemeja a una drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora